Un relato interesado sobre el cambio demográfico

Ayer se conocieron las cifras de matriculación en Araba, Bizkaia y Gipuzkoa, donde la cantidad de alumnos no universitarios ha descendido por primera vez en 15 años. Se trata de un fenómeno que ya se ha dado los últimos años en Nafarroa y que suele venir acompañado de referencias a una supuesta crisis demográfica producida por la ampliación de la esperanza de vida y una baja tasa de natalidad. Una crisis, dicen, que vendría a poner en peligro la ya de por sí precaria sociedad de bienestar actual.

No son pocos, sin embargo, los demógrafos que alertan contra este relato alarmista que obvia elementos como unas tasas de mortalidad infantil en mínimos y una población mundial que se ha multiplicado por seis en los últimos cien años. Son cifras que ponen en cuestión la crisis demográfica, en cuya narrativa suelen confluir una visión terriblemente conservadora de la sociedad –que amenaza con devolver a la mujer a un mero rol reproductivo– y un neoliberalismo que apela a la crisis demográfica para atacar, por ejemplo, el sistema público de pensiones.

Más que de crisis, toca hablar de cambio demográfico: la natalidad es menor, pero el cuidado de las vidas creadas es mucho mayor, una ecuación que tiene una derivada crucial para las mujeres, sobre las que siguen cargándose en gran medida dichos cuidados, pero cuya vida no está ya condenada a un mero rol reproductivo. La situación actual crea retos importantes, sería peligroso no ser consciente de ello, pero es resultado de conquistas y mejoras sociales indiscutibles. El de la demografía es un tema crucial sobre el que la sociedad vasca debe abrir debates, pero es importante encararlos desde un marco honesto: las pensiones públicas, por ejemplo, no están más en peligro por la baja natalidad que por la alta tasa de paro juvenil o el trabajo precarizado. El problema –y el reto– de fondo no es que haya menos gente para crear riqueza, sino que la riqueza creada se distribuye de forma cada vez más desigual.

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