Una abdicación que pretende dejarlo todo atado y bien atado

El anuncio de la abdicación de Juan Carlos de Borbón en favor de su hijo es una maniobra destinada a vigorizar el sistema institucional vigente desde la muerte de Franco. También pretende paliar el desgaste que la monarquía española ha sufrido en los últimos años, en gran medida a causa de su principal exponente, físicamente decrépito y sacudido por demasiados escándalos; pero el objetivo primordial es apuntalar un modelo que hace agua y que cada vez más gente pone en cuestión, no solo en Euskal Herria y Catalunya, sino también en el conjunto del Estado. El descalabro en las elecciones europeas de los partidos que han gestionado el marco posfranquista es un síntoma de la desafección que sufre el régimen.  

En este contexto, se ha optado por cerrar el trámite sucesorio antes de que la contestación social sea incontrolable y obligue a afrontar sin cinchas el debate pendiente sobre el modelo, que debería entrar en la jefatura del Estado y, una vez abierto el melón, también en la propia configuración territorial del mismo. Un escenario demasiado arriesgado para quienes pactaron las reglas de juego de la «democracia española» y que se ha querido cortocircuitar con un movimiento preventivo. Está por ver si este alcanza su objetivo o si, por el contrario, el germen del cambio se ha instalado en una sociedad que durante demasiado tiempo ha tolerado silente un sistema que es en esencia antidemocrático. Las movilizaciones celebradas ayer por la tarde pueden indicar que existe una masa social que no está por la resignación.

Con todo, las fuerzas que intentarán imponer el asentamiento acrítico del nuevo Jefe de Estado son muy poderosas, pues son las que han manejado las riendas en todo este tiempo. Una vez más, quieren dejarlo todo atado y bien atado. El nombramiento de Felipe de Borbón tiene el mismo carácter antidemocrático que el de su padre y responde a la misma lógica de hace cuarenta años: impedir la ruptura democrática y arrebatar la voz al pueblo. A la sociedad española le corresponde impedir que eso ocurra y transitar hacia un marco de democracia real sin ataduras con el franquismo. Y a este pueblo le corresponde saludar sus logros mientras pone los cimientos de la república vasca.

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