Urge limitar la especulación con la tierra

El acaparamiento de tierras es un fenómeno conocido que aumentó a principios de este siglo, se frenó con la crisis de 2008, pero que tras quince años de declive, vuelve a tomar impulso. Conocidos son los casos de compra de tierras en África por parte de China. Arabia Saudí, Corea del Sur, India y Emiratos Árabes Unidos son otros de los países más activos. También los grandes magnates, como Bill Gates o Jeff Bezos, han acaparado grandes extensiones de tierras cultivables y los fondos de inversión especulan cada vez más con tierras y producciones agrícolas aprovechando que su provisión es limitada. Incluso el FMI y el BM fomentan esta práctica. En 2020, en plena pandemia, impusieron a Ucrania una reforma agraria que legalizaba parcialmente la compraventa de tierras a cambio de financiación.

La limitada extensión de Euskal Herria parecía que hacia poco interesante el mercado de tierra agrícola, sin embargo, como explicaron ayer los representantes de EHNE, la presión de los grandes capitales sobre la tierra fértil también está ahogando a los baserritarras vascos. La entrada de capitales ha disparado el precio de las parcelas, lo que añade presión sobre las explotaciones familiares, haciendo cada vez más difícil su supervivencia. Como explicaron los sindicalistas, los nuevos terratenientes, ya sean personas individuales o inversores institucionales, se limitan a contratar tractoristas, como si fueran conductores de Uber. Estos no se asientan en las zonas rurales que terminan abandonadas tras el cierre de las explotaciones familiares. En ese sentido, el acceso a la tierra no solamente es un elemento clave para el mantenimiento de las pequeñas explotaciones y la vida rural, sino también para aplicar el llamado Pacto Verde u otras estrategias europeas como la Estrategia de Biodiversidad 2030, la Estrategia “de la granja a la mesa” o la Política de Cohesión Territorial.

La propiedad y el acceso a la tierra es un elemento central para mantener la actividad en las zonas rurales, pero también para la transformación social y ecológica que permita avanzar hacia la soberanía alimentaria. Establecer límites a la especulación con la tierra es ya en una urgencia vital.

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