Votar más allá de como reacción al cinismo autoritario

El Gobierno saliente de Lakua llega a los comicios de hoy con la peor carta de presentación posible: negando el derecho de voto a quienes han caído enfermos en un rebrote del coronavirus para el que incomprensiblemente el Ejecutivo de Iñigo Urkullu no estaba preparado. Durante meses no han tomado las decisiones que hubiesen posibilitado una alternativa a denegar el voto a las personas diagnosticadas con esa enfermedad. Ahora, han decidido que lo mejor que pueden hacer es denegárselo.    


Es un grado de irresponsabilidad y de mala gestión difícil de defender, tal y como se comprobó ayer en la comparecencia de las consejeras Nekane Murga y Estefanía Beltrán de Heredia. La improvisación demostrada y el estupor con el que responden los portavoces de este Gobierno a las preguntas más simples y lógicas es preocupante. Que quienes mejor pueden comunicar y sostener una posición tan delicada no tomen las riendas en esta crisis tampoco es fácil de entender. Todo ello, en medio de una campaña a la que fue Urkullu quien empujó. Tanta incompetencia tiene que estar resultando sorprendente incluso para los más fieles.


Lo peor es que, de haber querido, el Gobierno hubiese logrado un consenso total para buscar esas alternativas a algo tan serio como no dejar votar. Qué mejor campaña que demostrar la capacidad de un Gobierno en funciones para hacer las cosas bien, para adelantarse a los acontecimientos y responder a las necesidades de la ciudadanía por encima de intereses partidistas. Pero buscar esas fórmulas les hubiese obligado a admitir que podría haber rebrotes, a dialogar, a atender otras visiones o propuestas. Y a estos mandatarios no les gusta eso porque, aparentemente, escuchar buenas ideas o un debate en serio les hace sentir de menos, les activa los complejos. De hecho, durante la campaña los candidatos del Gobierno, del PNV y PSE, han decidido rebajar al límite el debate, sin responder ni rendir cuentas.


Ese empobrecimiento afecta al nivel del debate público. Ahí está, por ejemplo, el argumento de que «solo son 200 personas» en Ordizia. En cierta medida, la Junta Electoral así lo entiende, sin explicar, eso sí, a partir de qué número de ciudadanos sin derecho a sufragio empieza el tema a ser democráticamente discutible. Y en este punto hay otro debate interesante, puesto que Lakua sabía desde el momento en el que convocó las elecciones que el voto de las personas residentes en el extranjero no iba a poder tramitarse. Es una tendencia que viene de antes, pero con la pandemia los datos son escandalosos. En estas elecciones las solicitudes admitidas de voto CERA han sido 2.522, mientras que hace poco más de una década, en 2009, eran 43.713. Dieciocho veces menos. Resulta democráticamente vergonzoso.


Perspectiva y paciencia estratégica


Viendo cómo ha sido la campaña electoral de pobre y sucia, con este triste episodio final del brote en el Goierri y las medidas antidemocráticas de Lakua; con todo el establishment vasco superado por la pandemia y rezando para que todo vuelva a su estado «natural»; con las perspectivas socioeconómicas que hay; sin perder de vista que la ultraderecha acecha en todo Europa y también aquí; con la inestabilidad estructural de Madrid y el autogobierno en cuarentena permanente; con el riesgo de quedar en manos de mandatarios mediocres con demasiado poder… votar es lo mínimo que se pude hacer en el día de hoy en los pueblos y barrios de Araba Bizkaia y Gipuzkoa. Elegir que no se imponga el cinismo irresponsable y autoritario, combatir la mediocridad, resistirse al fatalismo, defender alternativas.


Con todo, votar por reacción a una banda de impresentables no es ni suficiente ni la mejor opción. Conviene alzar la vista y mirar a todo el país y más allá. Ver la fuerza que se está acumulando en los diferentes territorios, impensable hace poco. Pensar en las opciones de alianzas. También, por qué no, diseñar nuevos conflictos que sucedan a los caducos. Tener en cuenta el legado que hay que dejar entre generaciones, más allá del balance de legislatura. Este es un momento realmente histórico para Euskal Herria, que no se puede dejar en manos de reaccionarios que quieren adormilar a la sociedad. Un pueblo pequeño y con tan poco poder como el vasco no puede perder ni tiempo ni energías. Hay que intentar ser inspiradores y abrirse a nuevas perspectivas. Toca escuchar y hacer, menos hablar. Este es un gran momento para la política, para los compromisos. Es un momento crítico para defender la democracia, aquí y en el mundo. Ante la duda, sobre todo, votar.

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