Experiencias en transformación para frenar la crisis climática
La esperada «revolución energética» que puede frenar el cambio climático debe llegar acompañada de transformaciones en todos los ámbitos, especialmente en la educación, entendida como «el derecho a la formación durante toda la vida», fuera y dentro de la actividad laboral. Un reto... ¿alcanzable?

«¿Qué hemos aprendido de las reconversiones y transformaciones ocurridas en el País Vasco para afrontar mejor la transición hacia la sostenibilidad?». Esa es la pregunta en la que se focalizó la mesa redonda organizada dentro del Curso de Verano de la UPV/EHU dedicado al ‘Green Deal’, presentado este como «una potente agenda de reformas de carácter verde y social, y que a raíz de la crisis del coronavirus se pretende desarrollar en muchos países y regiones de todo mundo, entre ellos en la UE y EEUU». Un «pacto» que ha planteado «los paquetes de estímulo y de reformas más elevados de la historia reciente», que suponen «una gran oportunidad para acelerar la transición energética y poner freno a la crisis climática, pero también numerosos riesgos».
Con ese punto de partida, en el Bizkaia Aretoa, ayer se sucedieron las intervenciones de Víctor Viñuales, director ejecutivo de la Fundación Ecología y Desarrollo (Ecodes), que actuó como moderador; Juan José Ibarretxe Markuartu, presidente de Agirre Lehendakaria Center; Cristina Oyón Echeverria, directora de Tecnología, Innovación y Sostenibilidad de la SPRI; Jose Ignacio Hormaeche, director general del Clúster de Energía del País Vasco; y Sara de la Rica Goiricelaya, directora de la Fundación Iseak y catedrática de la UPV/EHU.
Valentía en las decisiones
En la sesión vespertina de este curso se habló del pasado de Euskal Herria –centrado en la CAV– como un legado positivo en muchos aspectos, aunque extraído de las graves consecuencias que sufrió buena parte de la población durante las sucesivas reconversiones industriales. Y se habló mucho más de los nuevos retos a los que nos enfrentamos, con muchas coincidencias en cuanto a los caminos que hay que andar pero con dispares sensaciones a la hora de valorar cómo se están haciendo las cosas en el presente más rabioso.
En el turno de conclusiones casi se volvió al principio. Así, Ibarretxe incidió en que «necesitamos generar modelos de confianza entre quienes dirigen y la ciudadanía, porque ahora tenemos dirigentes que no saben lo que quiere la ciudadanía y ciudadanos que no saben qué quieren los dirigentes».
De la Rica también puso el listón alto al resaltar que «hace falta mucha valentía en la toma de decisiones sobre las prioridades», aludiendo a los gobiernos que decidirán el reparto de los Fondos Next Generation de la UE. «Que actúen con honestidad y, si eso significa que se marchan en la siguiente legislatura [por un posible coste electoral de sus medidas], que se vayan, creo que el caso lo merece, y que hagan otras cosas en la vida».
Oyón puso el foco en el cambio generacional al expresar su «confianza en la gente joven, porque han vivido ya con el problema que nos supone el cambio climático y, poco a poco, van a incorporar en sus hábitos dinámicas que para nosotros son muy complicadas». Hormaeche incidió en la idea de que la ciudadanía «todavía no ha sufrido la crisis climática en su día a día», en contraste con el impacto que tuvieron las reconversiones industriales en el empleo/paro o los salarios, o como está teniendo la crisis sanitaria del covid al restringirse la movilidad de las personas. Por eso, planteó que, como «pedagogía social», las administraciones públicas tienen que «transmitir el estado de crisis».
Educación, toda la vida
Nadie puso en duda que la «revolución energética» que parece estar en ebullición bajo nuestros pies «es irreversible». Y coincidieron en que el compromiso de la Comisión Europea con la descarbonización de la economía será fundamental, pero no suficiente. Más que en la economía, incidieron en la importancia de un mismo factor que, indistintamente, denominaron «educación», «formación» o «escuela».
De la Rica destacó el papel que deben jugar las grandes empresas por su «capacidad de invertir en transformación tecnológica y formación», pidiéndoles que lo hagan «de la manera más sostenible posible» desde el punto de vista «social», «traccionando a las empresas pequeñas» e «innovando con las personas».
Ibarretxe, que fue lehendakari de la CAV de 1999 a 2009, resaltó que, «además de atender desde un punto de vista socioeconómico de manera correcta a este barco que lleva más polizones que navegantes (citando a Saramago), vamos a tener que atender dos materias: cómo financiamos la educación y cómo financiamos el espacio socio-sanitario con un tercio de la vida fuera de la vida profesional». Para ello es necesaria «una escuela que transite de las habilidades a las sensibilidades».
La representante de la SPRI también abogó por «una educación diferente», haciendo hincapié en «disciplinas de ciencia, tecnología y matemáticas, y especialmente para las niñas. Si queremos liderar ese cambio tecnológico necesitamos personas formadas y necesitamos que el 54% de la población no se quede fuera como esta sucediendo ahora, ya que las mujeres no trabajan en ámbitos científicos y técnicos».

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