Izkander Fernández

Segundo día del Azkena Rock Festival: canícula y fuego

El viernes del Azkena Rock Festival de 2022 pasará a la historia como una de las jornadas más redondas de la historia del evento gasteiztarra. Desde la irrupción en escena Jerry Cantrell hasta las notas finales de Social Distortion, la gloria cubrió el engrudo de Mendizabala.

Concierto de Social Distorsion en Mendizabala.
Concierto de Social Distorsion en Mendizabala. (Jaizki FONTANEDA | FOKU)

19.30 de la tarde. Engrudo. Canícula. Los pies se hunden en un alquitrán que se derrite y se mete entre los dedos. Chicloso, ardiente, pegajoso. Jerry Cantrell vestido de negro. Figura entrecortada. Gafas oscuras. Melena lacia y rubia al viento. Los años pasan siempre para los demás. Estamos aquí para celebrar una entente generacional. Algo que firmamos cuando éramos jóvenes y que nos hizo abrazar las guitarras gruesas y ásperas. Las gargantas castigadas. Las almas en pena. Layne se fue. Jerry sigue aquí. Está bien. Cantemos las de Alice In Chains. Incluso “Cut you in” del “Boogie Depot”. Cantrell ama doblar las voces donde otros doblan guitarras. Armonías vocales de clara vocación campestre llevadas al terreno de la densidad.

Cantrell equilibra su repertorio entre el legado de su banda madre y su propia facturación. 1000 grados fuego. Una expresión estúpida y errónea nunca resultó tan efectiva como en esta tarde noche en la que el galipote ya nos llega por las rodillas. Apenas podemos caminar. La garganta se embota. Las lágrimas se estrechan allá donde el recuerdo vuelve a fundirnos con aquello que fuimos y que ya no somos porque se ha ido. Se fue. Se transformó. Envejecimos. Murieron. Moriremos.

En “Brighten”, su nuevo trabajo, Jerry Cantrell abraza un discurso luminoso y sereno. Aunque la sartén de Mendizabala sea un abismo descarnado, Cantrell trata de animarnos con una sonrisa en forma de canción. ¿Lo consigue? A medias. Seguimos esperando nuestro chute. Nuestra droga generacional. Aquello que nunca nos pinchamos pero que disfrutábamos cuando lo hicieron otros. Esos que ya no están. Mark, Layne, Kurt, Chris… demasiadas cruces en nuestro pasado.

“Man in a box”, conjunción entre dos universos. Uno del que querían escapar, el hard rock lúdico y exagerado de LA. Otro al que querían llegar, el éxito bajo un nuevo prisma menos basado en la imagen, en lo banal. En Mendizabala Cantrell contenta. Pero todavía es imposible prever todo lo que va a ocurrir.

Rock sureño para la generación X

A principios de siglo Drive-By Truckers lo tenían todo para triunfar. Partían de un southern rock que amaban para revolcarse en el indie fabricando una especie de rock sureño para la generación X. En cierto modo, Drive-By Truckers fueron por unos años el reverso tenebroso del southern rock. Trovadores de leyendas de fango y ciénaga. Calor gótico, perdedores y sexo en el asiento trasero.

Contaban con tres cantantes, tres compositores, tres universos. Patterson Hood, de voz rota, rasgada, con gusto por recitar. Un náufrago del quejido. Mike Cooley, la sobriedad, el sonido clásico, los zapatos de gamuza. Y, sobre todo, Jason Isbell, la emoción, los ojos llorosos, la explosión luminosa. Un buen día Isbell partió en dirección al estrellato. Lo logró. Desde entonces, Drive-By Truckers, Hood y Cooley, Cooley y Hood, vagan por sus discos y sus conciertos como seres apesadumbrados. Como gente que nunca superó la pérdida. El control recae en Cooley. Hood cede terreno y la sobriedad, el sonido limpio y clásico se imponen donde antes hubo otras cosas.

En esas arranca el segundo concierto de Drive-By Truckers en Mendizabala. Con Hood y Cooley abandonados ante su maldición. Con Isbell siendo gigantesco en EEUU. DBT, como ayer Hiss Golden Messenger, ha decidido bajar al barro. Al engrudo alquitranado que se queda pegado en la pezuña. Apuestan por la tormenta eléctrica, por un paso adelante, con Cooley en plan guitar hero. Algo no termina de ir bien. Ni Drive-By Truckers han logrado superar su etapa con Isbell, ni Isbell ha escrito una canción superior a las que escribió en su banda.

Pero entonces, ocurre una de esas cosas inesperadas. Se pierde el sonido. Cooley no se entera. Hood sí. Al público, un tanto infantil en un momento trágico, le da igual. Se vive un minuto de tensión. Y el sonido vuelve. Hood escupe con rabia la parte que le toca, nos llama motherfuckers en tres ocasiones y parece despertar de su letargo. Cooley no se ha enterado. Y empiezan a mirar hacia arriba. Cantando y tocando con rabia. Acudiendo a temas clásicos de su repertorio, obviando los éxitos con Isbell. Suben las revoluciones, ascienden al climax. Se cierra otro triunfo en una tarde totalmente redonda.

Soul, cine negro y grunge

Parafraseando algún eslogan turístico, se podría decir que caben muchos Azkenas diferentes en Mendizabala. DBT son uno de los paradigmas más claros de lo que es el ARF. Sur, calor, literatura de la derrota, tristeza y el Cadillac de Carl Perkins. También caben la guitarra espesa de Jerry Cantrell y la voz de ultratumba de ese ángel caído llamado Layne Staley. Y claro, también cabe aquel mágico y maravilloso cruce entre soul, cine negro y grunge llamado Afghan Whigs.

Llovieron las críticas hace meses. Colocar a Afghan Whigs de cabeza de cartel del Azkena Rock Festival 2022 era un movimiento de trileros. A Greg Dulli y compañía no pareció afectarles lo más mínimo. Una hora de concierto planteada como una arrolladora y sobresaliente descarga eléctrica. Sonido perfecto, tormenta perfecta. Coreados todos sus temas de la excelente trilogía “Gentlemen”, “Black Love” y “1965”. Disfrutados los temas más recientes y más remotamente alejados del éxito. A destacar el emotivo momento en el que Dulli ha recordado su anterior visita al festival, hace catorce años, junto con el malogrado Mark Lanegan en The Gutter Twins. 10 sobre 10 para una banda engrasada que hubiese agradecido otra media hora sobre las tablas.

A partir de ahí y hasta Social Distortion, la locura y la emoción de poder disfrutar en Mendizabala de dos bandas históricas de nuestra escena. Primero Delirium Tremens, con numerosa gente en el tercer escenario del festival. Esas guitarras, ese eslabón perdido entre el antes y el ahora. Esa eterna sonrisa en la boca de Andoni Basterretxea. La garra de Haritz Harreguy… ojo. Haritz ha tocado en un Azkena Rock Festival apenas una hora después de Jerry Cantrell, uno de sus ídolos. Pocos habrán disfrutado más de la jornada que él.

Tras Delirium Tremens, Soziedad Alkoholika. La apisonadora que todos conocemos solo que más despiadada, más engrasada, más metálica y cargada de fuego. En casa, ante su público y apoyándose en un esquema de directo que se viene repitiendo desde hace lustros, concentración de composiciones de la segunda mitad de su carrera para el grueso del directo. Batería de clásicos en la recta final. Y todos felices.

El final de fiesta para los mortales, le he visto la cara a una insolación, o deshidratación o intoxicación o a un cúmulo de todo lo anterior, llegaba con Social Distortion. Hay muchos Azkenas diferentes y todos caben en Mendizabala. También la propuesta mágica e imperecedera del cuarteto de Orange County. Mike Ness saltaba a las tablas del escenario principal del ARF con la cara tapada al estilo de los forajidos de leyenda. Y ese, el de los románticos soñadores tatuados hasta las cejas, es otro de los Azkenas que cabe en nuestros corazones. Con Ness en buena forma, y ahora lo está, Social Distortion son imparables. Y lo fueron. Repertorio de ensueño, puños en alto, himnos coreables, libertad y guitarras.

La noche para los valientes quedará sonorizada por Life Of Agony e Ilegales. Los cobardes deshidratados tenemos que escribir hasta las tres de la mañana. La jornada de hoy sábado combinará el sudor de Joseba Irazoki eta lagunak y Vulk con la americana de Israel Nash y Ryley Walker y el country de Emmylou Harris. En la hora estelar de los asesinos, Patty Smith y Suzi Quatro se llevarán el escenario principal mientras que Black Mountain, Daniel Romano y Michael Monroe ofrecerán su particular lectura del rock de guitarras.