Iker Bizkarguenaga
Aktualitateko erredaktorea / Redactor de actualidad
Entrevue
José Alcamí Pertejo
Doctor en microbiología, profesor en el Instituto de Salud Carlos III

«La ciencia no es un gasto, es una inversión a medio y largo plazo»

El doctor José Alcamí, director de la Unidad de Inmunopatología del SIDA en el Centro Nacional de Microbiología, es autor de un sinfín de publicaciones, entre artículos y libros, investigador principal en más de medio centenar de proyectos y un formidable divulgador científico.

El doctor José Alcamí, en un acto en Bilbo.
El doctor José Alcamí, en un acto en Bilbo. (Jaizki FONTANEDA | FOKU)

Dentro del congreso RiboRed 2024, celebrado en Bilbo entre el 22 y el 24 de mayo, el doctor Pepe Alcamí, virólogo especialista en VIH, ámbito en el que lleva trabajando más de tres décadas, y responsable de varias líneas de investigación sobre el SARS-CoV-2, impartió una conferencia donde mostró sus dotes como divulgador. La misma cuestión que sirvió para enfocar la charla nos da pie para abrir esta entrevista.

En solo unos meses se logró más de una vacuna contra el covid y, sin embargo, en 40 años aún no hay una vacuna contra el SIDA. ¿Se debe a razones de financiación, es consecuencia de las distintas características de los virus...?

No es por falta de financiación. Se ha dedicado muchísimo dinero a conseguir una vacuna contra el SIDA, si bien es cierto que esto ha sido sobre todo al principio, cuando no había tratamientos. A partir de que hay buenos tratamientos, tanto las farmacéuticas como los grandes consorcios disminuyen su inversión en vacunas, sobre todo porque en la carrera de conseguir una vacuna ha habido muchos fracasos. Hubo farmacéuticas a punto de quebrar porque las vacunas frente al VIH no funcionaron. Lo que también hay que decir es que los que ahora invierten en vacunas son los institutos americanos, el sistema público americano, los sistemas privados, las grandes fundaciones americanas, la Gates o la Hughes, y en cambio Europa no invierte nada, no invierte en vacunas frente al SIDA. Esto es una carencia muy importante del sistema de ciencia europeo. Estados Unidos puede invertir 3.000 millones de dólares al año, Europa ahora no invierte nada y ha llegado a invertir cuarenta millones de euros. Estamos hablando de cien veces menos.

El no haber conseguido la vacuna se debe por tanto a las características del virus.

Se debe a que las características son muy diferentes. Una vacuna frente a un germen crónico, un virus o un parásito, es muy difícil. No hay buenas vacunas para la tuberculosis, no hay buenas vacunas frente a malaria, que son enfermedades que se cronifican. No hay buenas vacunas frente a virus crónicos, con la excepción de zóster. En cambio, frente a virus agudos hay malos fármacos y hay buenas vacunas, es un poco lo contrario.

La respuesta del sistema inmunitario también es diferente en ambos casos.

Sí. En el covid hacemos un tipo de respuesta inmune que es una respuesta frente a una infección aguda. Y varía entre personas; era mucho más letal entre ancianos, personas mayores de 70-75 años, y ocurría porque su sistema inmune está menos capacitado para hacer esas respuestas. Pero con la excepción de la edad y de algunos pacientes que están inmunosuprimidos por otros motivos, en general somos capaces de hacer buenas respuestas ante el covid. En cambio, frente al VIH hacemos respuestas muy deficitarias, el virus acaba ganando la partida.

«No hay buenas vacunas frente a virus crónicos, con la excepción de zóster. En cambio, frente a virus agudos hay malos fármacos y hay buenas vacunas, es un poco lo contrario»

En todo caso, más allá de las características particulares de cada virus, el modo en que se coordinaron y trabajaron instituciones, empresas y organismos durante la pandemia fue inédito. ¿Se echa en falta en otras enfermedades?

El covid fue una situación excepcional. Nunca, en el mundo moderno, nos habíamos enfrentado a este tipo de pandemias. Antes se produjo la pandemia de 1918 de la llamada gripe española, la peste negra... pero nunca nos habíamos enfrentado a algo así en un mundo globalizado, que se puede recorrer en 24 horas, y nunca había habido tanta población. Hubo un momento en el que más de la mitad de la población del planeta, 3.500 millones de personas, estuvimos confinados. Es algo que no ha sucedido nunca, y claro, provocó un crack económico, social, y obligó a la sociedad a reaccionar. Afortunadamente, tuvimos la capacidad de reacción, y teníamos la biotecnología para producir las vacunas. Y teníamos un conocimiento previo en vacunas muy importante. Si el covid hubiera llegado veinte años antes, no habríamos tenido una vacuna en un año, ni de lejos. Habríamos tardado varios años, y eso hubiera supuesto una situación muy dramática a nivel sanitario para todo el mundo.

Para hacer frente a la pandemia, las vacunas de RNA mensajero fueron determinantes, tuvieron un gran impacto. ¿Pueden tenerlo también ante otras enfermedades?

Sin duda. De hecho, había ya desarrollos de vacunas de RNA mensajero en cáncer, había prototipos para Zika, para fiebre amarilla, en VIH habíamos empezado a probar algunos... Va a ser muy importante, y de hecho ya todas las vacunas se están empezando a plantear con una plataforma de RNA. Pero no hay que confundir. Es una tecnología maravillosa que tiene muchas ventajas de fabricación, de poder generar rápidamente variantes que con otras tecnologías tardaríamos más, pero es una tecnología, de fondo necesita un conocimiento científico; las secuencias de los virus, la respuesta inmune protectora... Pero, desde luego, es maravilloso, lo conseguido por las vacunas de RNA es algo que nos sorprendió a todos.

La pandemia también mostró las carencias en el ámbito público, por ejemplo para producir las vacunas; hizo falta la participación de grandes firmas privadas. ¿Lo ocurrido ha servido para revertir la situación o seguimos igual?

Es inevitable. También la epidemia de SIDA mostró que hay una estructura de tres patas; una es la investigación académica, la investigación pública; otra pata es la inversión tecnológica que puede hacer la industria, y que solo la industria puede hacer. Y pongo un ejemplo: para desarrollar un fármaco necesitaríamos todo el presupuesto español en ciencia. Solo compañías gigantescas pueden permitirse ese tipo de inversión. Y la tercera pata es el control y la reivindicación social, que esas herramientas tecnológicas maravillosas, como los fármacos y las vacunas, sean justas y lleguen a todas las personas que lo necesitan. Ese trípode de la investigación académica, la industria y las organizaciones de pacientes, de lucha por los derechos sanitarios, es lo que se necesita para ser capaces de enfrentar otras posibles epidemias.

«Los científicos debemos ser capaces de transmitir a la sociedad lo que sabemos... y lo que no sabemos. Muchas veces yo digo ‘no lo sé’, es una respuesta en la que nunca te equivocas»

¿Que en la investigación científica los resultados sean más a medio o largo plazo que inmediatos lastra la iniciativa de los gobiernos, que se mueven en plazos más cortos?

Sí. La ciencia es una inversión, no es un gasto, es una inversión a largo plazo, a medio plazo. Aquellos países que sean capaces de atraer y de retener el talento son los que van a dar el salto. Yo me llevé muchas broncas porque decía que nunca habría una vacuna española. Porque no existe la biotecnología necesaria, porque se ha desincentivado la investigación en virología durante una década... los laboratorios que estaban fabricando esas vacunas eran laboratorios con una o dos personas, mientras Astra-Zeneca en Oxford tenía 160 personas, Biontech tenía inversiones del Gobierno alemán en los años previos al covid de 60 millones de euros, y capital privado todo el que quería. Un país se tiene que plantear que no puede desdeñar y desechar el talento.

Siendo una persona consagrada a la investigación y la ciencia, que durante la pandemia hubiera gente que ponía en duda la existencia misma del virus y la labor de los científicos, ¿cómo lo valora?

Eso ha pasado siempre, en el campo del SIDA hemos vivido negacionismos terroríficos. Yo entiendo que cuando muchos expertos decían que era imposible tener una vacuna antes de cinco años, al aparecer una en un año, la población desconfiara y se preguntara, «a ver esto cómo funciona». Eso no es negacionismo, es inquietud, y esa es una parte de la población que merece mucho respeto y merece que se explique bien lo que está pasando. Pero luego hay unas minorías, o personas que quieren ser tristemente célebres, que abanderan hipótesis disparatadas. Y además es muy difícil discutir con ellas, exponer argumentos, porque se basan en creencias, y cuando alguien se basa en creencias es muy difícil discutir con él. El problema de estas personas, que a veces son individuos pero otras veces se organizan, es que hacen mucho daño, porque convencer a gente mayor de que no se tiene que vacunar frente al covid es ponerle en un riesgo de muerte importante. Nosotros lo vivimos con el SIDA; cuando el Gobierno sudafricano hizo caso a los negacionistas y negó el tratamiento a las personas con VIH, fue el Tribunal Supremo de Sudáfrica el que obligó al Gobierno a dar el tratamiento, pero transcurrieron cuatro años hasta la sentencia, y se estima que murieron entre 200.000 y 300.000 personas. Eso es lo que es criminal.

¿Abrir un canal científico en Youtube tiene que ver con eso, con hacer frente a los bulos y al desconocimiento?

En el año 2020, en abril, hubo un artículo en la revista “Nature” en el que directamente se llamaba a los científicos a luchar contra lo que se llamaba entones la Infodemia, que eran los bulos y las medias verdades. Decía que nos teníamos que comprometer, cada uno como pudiéramos. Creo que fue algo que tenía que hacer en aquel momento. No solo fue a nivel de Twitter, de las redes, el canal de Youtube, también en el Instituto Carlos III la directora me encargó dirigir un grupo de análisis científico. Hicimos informes que se publicaban y se divulgaban para que los ciudadanos entendieran qué estaba pasando, para resolver dudas y responder a la angustia de la población en un momento terrible. Llevó mucho trabajo, pero creo que fue una buena labor, y creo que también es una labor que entra dentro de lo que tenemos que hacer los científicos, ser capaces de transmitir a la sociedad todo lo que sabemos... y lo que no sabemos. Muchas veces en entrevistas yo digo «no lo sé», y decir que no lo sabes es una respuesta en la que nunca te equivocas.