Crítico musical / Musika kritikaria
Entrevue
Mikel Urquiza
Compositor

«No sé si me atrae lo diferente o si me he vuelto diferente a fuerza de explorar los márgenes»

Este viernes, las Salas Polivalentes del Kursaal verán el estreno de ‘Eguzkitan’, una creación para clarinete, saxofón y trompeta que supone un nuevo capítulo en la larga colaboración del compositor bilbaino Mikel Urquiza con el conjunto marsellés Ensemble C Barré.

El compositor Mikel Urquiza.
El compositor Mikel Urquiza. (Rui CAMILO)

Mikel Urquiza (Bilbo, 1988) define su propia música como «viva y colorida, con giros inesperados y humor sutil». Este antiguo alumno de Musikene, que hoy es uno de los compositores vascos más interpretado en todo el mundo, ha pasado por festivales como Présences, ManiFeste o la Bienal de Venecia, y ha sido premiado por la Fundación Siemens y la SACEM. Apasionado por la voz, su música destaca por la perfección de su factura y por las asociaciones inéditas que despierta en la imaginación de los oyentes.

Ya hace años que usted dejó Euskal Herria para estudiar y vivir, primero en París, y luego en Italia. ¿Qué ha aportado a su música cada uno de estos países?

En realidad he terminado volviendo a París, aunque sigo yendo a Italia a menudo porque mi pareja vive allí. Muchos vascos tenemos la gran suerte de ser (al menos) bilingües, de transitar desde la infancia entre distintos mundos, y creo que esa apertura me ha hecho muy permeable a las culturas francesa e italiana. Decir qué ha cambiado en mi música gracias a esa experiencia es más difícil, porque he estado en contacto también con realidades culturales de países en los que no vivo, sobre todo Alemania y Austria, y creo que hay un proceso de madurez personal que se superpone al de las distintas influencias. Pero sí hay una respuesta concreta: los títulos de las obras han cambiado, pasando por distintas lenguas a medida que he ido descubriendo la poesía, la pintura o la historia de esos países.

Tras ese periplo internacional, ¿cómo se ve la música contemporánea en Euskal Herria? ¿Somos tan pequeños como parece indicar el hecho de que la mayoría de los mejores compositores vascos han tenido que irse a vivir fuera?

No somos pequeños, sino minúsculos. Euskal Herria se piensa mucho a sí misma a través de su relación con España o Francia (de integración, de autonomía, de mezcla o de separación), pero las redes culturales son hoy europeas o mundiales; en ese contexto, una población de dos millones de personas es minúscula. Dicho esto, esas mismas redes culturales están saturadas de propuestas similares que son el resultado de una globalización agresiva, y todo lo divergente y original, lo especial, lo único, está llamado a sobresalir. En ese sentido, y en muchos otros, ser vasco es una suerte, y uno no deja de ser vasco cuando se muda a otro país.

Ser vasco es una suerte, y uno no deja de ser vasco cuando se muda a otro país

¿Se plantea volver a Euskal Herria, o es algo que de momento no está en sus planes?

No entra en mis planes. Si decidí volver a París después de pasar tiempo en Múnich, Roma y Turín fue porque echaba de menos la riqueza de su vida cultural y la interacción con otros artistas. Las ciudades capaces de igualar esa oferta se cuentan con los dedos de una mano. Paso temporadas largas en Leioa en casa de mis padres –la vida de compositor es flexible en el uso del tiempo–, pero en este momento no cambiaría por nada la efervescencia parisina.

‘Eguzkitan’, que estrena este viernes en la Quincena Musical, está escrita para el Ensemble C Barré, con el que ya tiene una larga relación. Incluso han grabado un disco monográfico con su música. ¿Cómo comenzó a colaborar con ellos?

Fue un proceso lento y bonito. Me encargaron primero ‘Elurretan’, un trío para mandolina, guitarra y arpa, instrumentos que yo conocía mal pero que son el núcleo de este ensemble implantado en Marsella y que se reivindica mediterráneo. Después siguieron encargos cada vez más grandes, hasta llegar a dos encargos para la totalidad del ensemble (doce instrumentos). Esta progresión creciente hizo que me familiarizara progresivamente con los instrumentos y las personas, creando una complicidad que me ha ayudado a sentirme muy libre. Después de la producción del CD, ha habido una pausa en nuestra colaboración que me ha permitido tomar perspectiva.

‘Eguzkitan’, por su oposición temática e instrumental con ‘Elurretan’ (son los tres vientos del ensemble en lugar de las tres cuerdas), supone una forma de nuevo comienzo.

¿Se compone de otra manera cuando se hace para músicos que uno conoce bien?

En principio sí. Hay compositores que sueñan con intérpretes-máquina que ejecuten de la manera más precisa posible aquello que escriben. A mí no me interesa: espero del músico que participe y proponga, que esté abierto al diálogo para que encontremos juntos la forma última que toma la música que imaginé en soledad. Conocer a los y las intérpretes de antemano ayuda a anticipar la forma que tienen de apropiarse el material, lo cual puede modificar el proceso de escritura. Aunque a veces las ideas musicales son tan fuertes que se imponen contra viento y marea.

Espero del músico que participe y proponga, que esté abierto al diálogo para que encontremos juntos la forma última que toma la música que imaginé en soledad

‘Eguzkitan’ es la tercera pieza de una serie, tras ‘Belarretan’ y ‘Elurretan’. ¿Qué ideas musicales y extramusicales comparten las obras de este ciclo?

Aunque parten de un mismo impulso me cuesta llamarlas "ciclo", porque no están hechas para ser tocadas juntas y, de hecho, los procesos de escritura empleados son también muy distintos. Más que parecerse entre sí, están atravesadas por una misma pregunta: ¿Qué suena cuando conjuramos una imagen? Si ‘Belarretan’ partía de un cuadro de Tiziano, ‘Elurretan’ lo hacía de diferentes imágenes y texturas de la nieve (Brueghel, Hiroshige, Monet, un paseo por el Englischer Garten de Múnich…). ‘Eguzkitan’ multiplica sus fuentes (en movimientos cortos que se llaman ‘Argi’, ‘Bero’, ‘Zomorro’, ‘Egarri’, ‘Izpi’), pero está anclada a una misma voluntad de traducir lo sensible.

En sus creaciones no tiene miedo a hablar de los gozos de la vida, a tratar sentimientos lúdicos o incluso a desplegar sentido del humor. Es una visión positiva que no siempre se encuentra en la música contemporánea, a menudo muy seria o cerebral. ¿De dónde le viene esta tendencia?

El filósofo Giorgio Agamben dice que el ‘genio’ (en su acepción latina, el espíritu individual que nos genera) es la parte de nosotros mismos que no poseemos, porque nos supera y excede. Creo que la vitalidad de mi escritura radica en esa parte que no controlo, que acepto y cuido, porque me define, pero que ni reprimo ni alimento. Lo curioso es que nunca fui consciente de esa tendencia en mí mismo o en mi música hasta muy tarde, cuando otros empezaron a señalarla. ¡Vivir de forma positiva y lúdica es para mí la única forma de hacerlo!

En su catálogo hay media docena de obras para orquesta, pero ganan por goleada los formatos de cámara y solistas y, sobre todo, las piezas vocales. Tampoco se encuentran casi obras que usen la electrónica. ¿Tiene sus formatos predilectos?

Yo no me consideraba ya un joven compositor, a mis 36 años, pero se ve que los programadores sí lo hacían. Los encargos de orquesta me están llegado ahora, y en la próxima temporada hay estrenos previstos con la Orquesta de la Radio de Colonia WDR y con la Orchestre Philharmonique de Radio France, con las orquestas de Kansas y Cincinatti, y en la siguiente con la Orquesta Nacional de España y con la Bilbao Orkestra Sinfonikoa. Dicho esto, la música vocal es mi pasión y también me encuentro muy cómodo en la música de cámara, donde hablar con los intérpretes permite afinar la producción del sonido hasta el detalle más íntimo. La electrónica la he evitado durante unos años... pero hace tiempo que tengo ganas de explorarla desde una perspectiva más madura, y tendré la suerte de colaborar con el IRCAM y el artista Fabrice Hybert en un proyecto de instalación.

Estudió acordeón y fue niño cantante en Leioa Kantika Korala. ¿Cómo moldean la mente de un compositor los instrumentos que estudia de pequeño?

Puedo hablar solo de mi propia experiencia, de cómo a mí me han moldeado el acordeón, el saxofón (mi instrumento complementario) y el canto. Empiezo por la voz, que es mi instrumento de trabajo más preciado: canto todo lo que escribo, con notas, onomatopeyas o ruidos, quizá una parte de la vitalidad que antes mencionabas venga de esa forma de proyectar la música en mi propio cuerpo. La relación con el acordeón y el saxofón está menos clara, pero hay una lectura interesante que hacer: son dos instrumentos muy recientes que no forman parte de la orquesta y que resultan extraños al cuerpo sonoro del conservatorio. Mientras los instrumentos orquestales hacen música de cámara entre sí, saxos, acordeones, guitarras y txistus exploran repertorios menos transitados. Me reconozco en esa extrañeza y no sabría decir si elegí esos instrumentos porque me atrae lo diferente o si me he vuelto diferente a fuerza de explorar los márgenes.

¿En qué proyectos compositivos está inmerso ahora mismo? ¿Alguno de ellos se podrá escuchar en Euskal Herria?

Además de los proyectos orquestales ya mencionados, la próxima temporada escribiré una obra vocal para el ensemble L'Instant Donné, que es otro compañero inseparable desde hace diez años; también volveré al festival Milano Musica con el ensemble italiano Azione Improvvisa. Me hace ilusión también participar como ponente en una gran conferencia sobre Ravel en Siena, y trabajar para el festival Musiques Démesurées en calidad de consejero artístico. En Euskal Herria, mi próximo proyecto será el verano que viene con el Trío Zukan (txistu, acordéon y percusión), son músicos muy potentes y estoy deseando escribir para ellos.