Arquitectura es cooperación
La autora realiza en este artículo una crónica sobre la exposición «Arquitectura es cooperación», comisariada por el arquitecto Josep Ferrando, que se llevó a cabo en La Casa de la Arquitectura de Madrid. Su título es una declaración de intenciones: las alianzas son claves para aprovechar recursos.

Entrar en la Casa de la Arquitectura es, de algún modo, entablar una conversación con el tiempo. Al recorrer el Paseo de la Castellana y atravesar la sucesión de arcos de ladrillo de la Arquería de Nuevos Ministerios, obra de Secundino Zuazo en los años cuarenta, aún resuena el eco de un Madrid que aspiraba a mostrarse moderno a través de la monumentalidad. Hoy, sin embargo, esos mismos soportes se resignifican como umbral y escaparate de un espacio dedicado al pensamiento y al encuentro en torno a la arquitectura contemporánea.
Tras años de usos dispersos y cierto abandono, la Arquería ha recobrado vida con un programa cultural que dialoga con la sociedad presente y la invita a acercarse. Visitar el lugar en compañía intensifica la experiencia, el diálogo no se establece solo con el edificio y su contenido, sino también en el intercambio durante el recorrido, transformando el tránsito en un debate íntimo a la vez que abierto y en una vivencia compartida.
En este marco, ha podido visitarse hasta hace unas semanas la exposición “Arquitectura es cooperación”, comisariada por el arquitecto Josep Ferrando. Su planteamiento, más allá de reunir proyectos, propone un relato arquitectónico en sí mismo, coherente con la idea de cooperación. El propio montaje es ya una declaración: un sistema efímero y reversible, compuesto por bloques de tierra compactada y estructuras de madera laminada, capaz de ensamblarse y desensamblarse con la misma facilidad, para devolver después cada material a su origen. Ferrando explica que el sistema remite a materiales presentes en muchos de los ejemplos expuestos: tierra y madera como recursos locales, accesibles y sostenibles. Los muros, apilados en seco, trabajan a compresión, reforzados mediante cinchas que los mantienen unidos, mientras que un entramado de madera genera pórticos que refuerzan la estabilidad del conjunto. Su disposición formal evoca una secuencia de hogares, pasos y recintos que el visitante atraviesa como si transitara por una cadena de ámbitos domésticos abiertos e interconectados.


El itinerario se estructura en dos niveles. En la parte superior, una gran mesa reúne paneles e ideas que introducen los principios de la cooperación. En la inferior, diversos casos de estudio muestran desarrollos reales de viviendas, escuelas, centros comunitarios e infraestructuras básicas, realizados en colaboración con comunidades locales de distintos países. El montaje logra entrelazar teoría y práctica, no solo se habla de ayuda mutua, sino que se experimenta el concepto a través de la forma de habitar la muestra.
Se trata de un diseño marcado por la coherencia entre discurso y construcción, entre contenido y soporte. La tierra compactada recuerda que la obra construida puede apoyarse en lo más elemental, en aquello que está disponible en el lugar. El hecho de que todo pueda desmontarse sin dejar huella, refuerza la idea de una arquitectura entendida no como permanencia absoluta, sino como desplazamiento, préstamo y devolución.
La muestra “Arquitectura es cooperación” se enfrenta así a los problemas contemporáneos y mide su valor en la capacidad de generar espacios habitables, compartidos y entendidos como un acto colectivo. Una intervención que hace repensar el papel del arquitecto como mediador y colaborador, alguien que coopera con la sociedad y con el entorno, siendo capaz de desaparecer sin dejar rastro una vez realizada su tarea. La exposición ya se ha marchado, liberando la Arquería para que pueda acoger en un futuro nuevos contenidos y diálogos, pero dejando la pervivencia inmaterial de su reflexión en la memoria colectiva.
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