Maider Iantzi
Aktualitateko erredaktorea / Redactora de actualidad
RETOS PARA EL MEDIO MARINO Y LA ALIMENTACIÓN

Azti, ciencia para una sociedad saludable y sostenible

La población mundial crece, al tiempo que cambiamos el tipo de consumo y de vida, todo bajo la amenaza del cambio climático. En ese contexto, el fin de Azti es hacer una buena ciencia que aporte conocimiento para gestionar pesquerías salvajes, encontrar nuevas formas de producir pescado, valorizar los subproductos de los alimentos y desarrollar nuevos alimentos que respondan a las necesidades de la sociedad.

(Asier Camacho - Azti)

Comenzamos la visita a la sede de Azti en el puerto de Pasaia con una descripción general del contexto por parte de Rogelio Pozo, CEO del centro científico y tecnológico, para que entendamos por qué centran su investigación y desarrollo en el medio marino y la alimentación. La población mundial aumenta, el consumo se mantiene, por lo que necesitamos producir más carne y más pescado, pero los recursos están llegando a su límite.

Es lunes por la mañana y están en plena campaña de la anchoa, por lo que el lugar de trabajo se encuentra tranquilo. Hay mucho espacio abierto, pero también rincones más privados. Nos han llamado la atención unos sofás altos que forman un círculo cerrado y que se utilizan para las reuniones.

En este momento en el planeta Tierra somos 8.500 millones de personas. Hace 60 años había 3.300 millones. Entonces, sumando China e India eran el 30% de la población del mundo. Hoy, siguen siendo el 30% de la población del mundo, es decir, en China hay 1.400 millones de personas y en India 1.500. Las proyecciones demográficas dicen que, teniendo en cuenta la natalidad media, nos vamos a una población de 10.000 millones de personas en 2080. Porque, si miramos la tasa de natalidad de una mujer en Europa y China, está por debajo de dos, pero en la Asia creciente está en casi tres. En América sigue estando en dos, y en África, en casi cinco.

Hace 60 años la mayoría de la gente comía proteína vegetal. Hoy, comemos mayoritariamente proteína animal. El consumo de carne casi se ha multiplicado por tres. Para producir un kilo de ternera se necesitan en torno a 10.000 litros de agua y casi 2.000 kilos de semillas. Esto está provocando que en el mundo el 77% de toda la tierra cultivable se destine a producir semillas para alimentar animales que luego nos comemos. Excepto en la India y en África, donde las tierras se cultivan para alimentar animales. Casi el 80% del agua potable del mundo se destina a producir alimentos para animales.

Por su parte, la acuicultura ha ido creciendo en los últimos 60 años. Hoy en día se producen unos 100 millones de toneladas de acuicultura. Más o menos lo mismo que se produce en estado salvaje. Pero el estado salvaje no crece. Es decir, no somos capaces de pescar más, y no es porque no haya tecnología. Es porque los recursos salvajes están llegando a su rendimiento máximo sostenible. Si miramos la anchoa, el bonito, el chicharro o el verdel, las especies que tenemos más cerca, la cantidad de pescado que hay en el mar depende de su reproducción. Si el número de muertes es superior a la tasa de reproducción, la pesquería decrece.

En 60 años ha pasado otra cosa: hemos pasado de un mundo rural a un mundo urbano. Casi el 65% de la población del mundo vive en grandes ciudades. En todas ellas, desde Donostia hasta Shanghai, vivimos unidades de familias cada vez más pequeñas, no tenemos tiempo para cocinar, consumimos cada vez más productos transformados, aumenta la obesidad... Hay una serie de problemas genéricos asociados al tipo de vida.

Rogelio Pozo, CEO de Azti, en el puerto de Pasaia durante la entrevista con 7K. Andoni Canellada | FOKU

Además de todo esto, tenemos la amenaza del cambio climático, que implica sobre todo sequías, diferente distribución del agua, y que la posibilidad de crecer y ocupar más áreas para producir alimentos está limitada. Hace unos años hubo unas elecciones en Brasil, donde debatieron entre destruir la selva y ser una potencia alimentaria mundial o mantener la selva y conformarse con lo que tenían. Brasil es una potencia alimentaria mundial por la cantidad de alimentos que produce, pero eso está llevando a una situación de cambio climático, mayor estrés de agua, menos disponibilidad de tierra para cultivar... ¿Cuántos alimentos necesitaríamos para alimentar en 2080 a la población que exista? Casi un 70% más de lo que hoy en día producimos.

El problema que nos encontramos es que en los sistemas de producción en la agricultura con las tecnologías que tenemos no somos capaces de producir esos alimentos. Se produjo una revolución industrial en los años 60 porque se metieron en el sistema de producción los fertilizantes químicos y los pesticidas. Pero las tierras están ya saturadas.

EL PROPÓSITO DE AZTI

En esa situación, Azti quiere hacer una buena ciencia que aporte conocimiento para gestionar pesquerías salvajes, hallar nuevas maneras de producir pescado, valorizar los subproductos de los alimentos y desarrollar nuevos alimentos que den respuesta a las necesidades de la sociedad. Hemos cambiado respecto a nuestros hábitos: necesitamos raciones más pequeñas, productos listos para consumir, pero que a la vez sean saludables.

La cadena alimentaria mundial genera un 30% de desperdicios. Necesitamos más alimentos, pero somos poco eficientes. Por ejemplo, en el supermercado queremos que todas las manzanas sean iguales y las más pequeñas se apartan. En las propias casas no gestionamos a veces bien la compra y generamos residuos. Uno de los grandes objetivos de Azti es ayudar a reducir las mermas y que todo aquello que no se pueda incorporar en la cadena alimentaria humana lo podamos incorporar en la cadena alimentaria animal. El objetivo ideal es que hubiera desperdicio cero.

TRANSFERIR EL CONOCIMIENTO A LAS EMPRESAS

Para responder a esos grandes retos, Azti tiene diez áreas de especialización. La mitad de ellas tienen que ver con el clima y el océano, porque «el océano define el clima de la tierra. Que haya pastos para poder alimentar los terneros depende del océano», señala Pozo. La otra mitad está relacionada con la cadena alimentaria, el comportamiento de la persona consumidora, los nuevos ingredientes y la alimentación y la salud, ya que «pocas cosas a lo largo de la vida de una persona influyen en su salud y en su felicidad como la alimentación».

Ponen el foco en lo que pasa globalmente, pero teniendo en cuenta lo que hay localmente, que son las empresas que tenemos aquí, la mayoría pymes. «Una empresa pequeña tiene carencias porque no tiene recursos ni tiempo para abordar la innovación. Entonces, el rol de Azti es generar ese conocimiento, esa tecnología, asumiendo nosotros el riesgo de la innovación, y transferírsela a las empresas para que estas sean más competitivas, mejoren la rentabilidad y tengan una sostenibilidad futura dando respuesta a las tendencias del consumidor que están cambiando. Asimismo, aportamos conocimiento y evidencias al Gobierno Vasco para que desarrolle sus planes y sus políticas acorde a las necesidades de las empresas. Intentamos ayudar desde el conocimiento global a ser más competitivos localmente», explica el CEO.

UNA PEQUEÑA SOBERANÍA ALIMENTARIA

Un buen ejemplo es el proyecto Itsas Balfegó. El atún rojo ha sido una pesquería que ha estado a punto de entrar en peligro de extinción. En Euskal Herria se pescaba básicamente en Hondarribia y se ha dejado de pescar desde hace más de veinte años, aunque se han mantenido los derechos de pesca. El atún se ha recuperado y Azti ha contribuido a esa recuperación. «La flota no sale a pescarlo con anzuelo, los arrantzales que hace veinte años lo pescaban se han jubilado, pero tenemos un recurso: podemos gestionarlo de manera adecuada para dar un valor añadido a la flota y contribuir a poner en el mercado un producto de alto valor y saludable», sostiene.

Han hecho una innovación con Balfegó, una empresa que tiene en el Mediterráneo 27 jaulas. Aquí, en Getaria, tienen de momento una, con la posibilidad de llegar hasta cinco o seis. Han trabajado en la jaula para que sea sumergible, porque en el Cantábrico puede haber con más frecuencia que en el Mediterráneo fenómenos meteorológicos adversos. «Esta jaula está en superficie pero, si prevemos a tres-cuatro días que vienen olas de cinco-seis metros y hay riesgo, la podemos bajar a veinte metros de profundidad para que los atunes estén bien. Hemos tenido la jaula todo un invierno con olas de doce metros, hemos visto que funciona, y este año hemos metido los atunes. Atunes que también hemos visto que se pueden pescar de manera distinta con una red de cerco y se pueden engordar pudiendo luego sacarlos al mercado en función de la demanda», indica.

Como consecuencia de ello salen varias experiencias. «La primera: podemos recuperar la pesca perdida en el Cantábrico. La segunda: podemos desarrollar una actividad económica, es decir, engordar el atún y venderlo a los restaurantes o a las empresas de aquí o incluso exportarlo a Francia o a Japón. Es un producto que se sacrificaría prácticamente vivo, que tiene un valor añadido muy alto porque es muy fresco y altamente apreciado. En tercer lugar, nos dotamos de un suministro de comida que no teníamos. Es una manera de tener una pequeña soberanía alimentaria». El objetivo es poder engordar el millón de kilos que tiene de cuota Euskal Herria.

Trabajadores de Azti en Pasaia. Asier Camacho - Azti

La jaula de Getaria, con buzos alimentando a los atunes. Asier Camacho - Azti

Asier Camacho - Azti

Este año tenían permiso para capturar y engordar 7.000 kilos. Van a sacrificar estos atunes que están ahora. Con ese sacrificio, que es una prueba piloto, medirán cuánto han engordado y qué porcentaje de grasa han adquirido. Creen que el proyecto va bien y el objetivo es que el año que viene pasen de 7.000 kilos a 150.000. Esperan que el año 2027 pasen a 300.000, y así sucesivamente en cuatro o cinco años hasta llegar a un millón. Es una jaula que tiene un diámetro de cincuenta metros -casi como un campo de fútbol-, donde caben 2.500 atunes de cien kilos.

ECONOMÍA CIRCULAR

Otro ejemplo del trabajo de Azti es la segunda vida que les han encontrado a la uva, la naranja y la aceituna como ingredientes locales para la alimentación animal. «Las cáscaras de la naranja no son comestibles por nosotros, pero sí son proteínas, ingredientes que, transformados de manera adecuada, pueden introducirse en la cadena alimentaria, incluso en el mundo energético», apunta Pozo.

Hay una planta en Berantevilla que está haciendo biodiesel. En su día se llamaba Bionor. Es una planta que se montó en 2001 y surge desde el problema de recuperar todo el aceite que tiramos. «Desarrollamos una tecnología que permitía transformar ese aceite en glicerina, que tiene múltiples aplicaciones en cosmética y demás y, por otro lado, en biodiesel. Eso dio lugar a dos empresas, una en Bizkaia y otra en Gipuzkoa, Refinor y Econor, que montaron todos los contenedores naranjas», rememora. Hay otro proyecto en Zambrana que está en fase de construcción. Será una biorrefinería que recogerá todos los subproductos del txakoli, de la sidra y de la viña para obtener distintos subproductos como ingredientes para animales.

Otra iniciativa está relacionada con los posos de café, que es la segunda bebida más consumida en el mundo después del agua. La empresa de Gipuzkoa Econor, cada vez que recoge el aceite de los bares, se lleva también los posos del café, que se pueden utilizar para alimentar animales, como sustrato para jardinería o para producir hongos.

El problema es que en el modelo de negocio de la economía circular se necesita volumen suficiente para transformar. «Tienes que tener la capitalidad suficiente para pasarte por todas las cafeterías y recoger todos los posos de café que se generan. Hay un negocio que es la gestión del subproducto y otro que es la valorización».

Se ha hecho un proceso similar con la producción de la cerveza. Del bagazo han obtenido un producto que ha sido validado y que se está utilizando para alimentar acuicultura. Ese es el concepto de la economía circular.

DETERIORO DE LA BIODIVERSIDAD MARINA

Los mares europeos están lejos de alcanzar el objetivo de Buen Estado Ambiental. Así lo confirma un trabajo de muchos centros de investigación, entre ellos Azti. La UE ha hecho una normativa que establece la calidad que deben tener los vertidos de agua que hacemos y la calidad de las aguas para que estas sean sanas. Si un agua es sana, puedes tener un ecosistema que se reproduzca y se regenera. Por ejemplo, la ría de Bilbo se ha ido recuperando después de muchos años estableciendo medidas preventivas como depuradoras. Esa directiva del agua viene a establecer los criterios por los que se considera un ecosistema saludable.

En Euskal Herria tenemos la Red de Calidad del Agua. Todos los años toma muestras en distintos puntos de la costa y las va analizando con un montón de parámetros que incluyen el oxígeno disuelto y mediciones de pesticidas y de metales pesados, parámetros que miden si hay tóxicos o no. Aglutinando los datos de muchas redes de calidad del agua que existen en Europa, se ha podido ver que, en general, los mares de Europa, a pesar de los grandes esfuerzos e inversiones que se han hecho para minimizar los impactos de la contaminación por la actividad humana, siguen todavía lejos de los óptimos ideales.

«Es cierto que se han reducido muchísimo los vertidos, hoy en día no hay vertidos contaminantes que salen de las plantas sin pasar por una depuradora, pero años de actividad industrial han ido generando sedimentos y depósitos. Recuperar los mares a un estado de prácticamente no contaminación llevará muchos años por la historia pasada de industrialización», señala Rogelio Pozo.

A pesar de todo, comenta que en Euskal Herria estamos bastante bien. «El Cantábrico está mucho mejor que el Mediterráneo, el Adriático o el Báltico. El objetivo de Europa es intentar recuperarlos. Me parece que es un objetivo ambicioso, pero nos tenemos que poner a trabajar porque, si no, volveremos a cometer los errores de las generaciones anteriores», advierte. Defiende que se necesitan normativas porque, «si no, las personas y las empresas terminamos haciendo lo que consideramos en beneficio a corto plazo y no en beneficio común de los ecosistemas a largo plazo».

EL COMITÉ CIENTÍFICO, TÉCNICO Y ECONÓMICO DE LA PESCA

El Comité Científico, Técnico y Económico de la Pesca (STECF) es un órgano asesor consultivo de la Comisión Europea. Es la Unión Europea la que establece todos los años las tasas y las cuotas. De ahí deriva la actividad pesquera. El Comité hace recomendaciones específicas respecto a si el estado de una pesquería es buena o mala, si está en un estado de precaución. En definitiva, hace una valoración técnica de las propuestas de la Comisión. Hoy en día están primando los principios de sostenibilidad y de precaución. El Comité tiene una voz que es respetada por la propia Comisión y, generalmente, por el Consejo de Ministros, asegura Pozo.

 

Científicas de Azti en Derio y Sukarrieta. Asier Camacho - Azti

Asier Camacho - Azti

El Comité Científico de la Pesca lo forman 35 personas, todas de reconocido prestigio, y tres de ellas pertenecen a Azti. Son Raúl Prellezo, Elsa Cuende y Leire Ibaibarriaga. Es un reconocimiento a las personas por su trayectoria, pero han desarrollado su carrera profesional en Azti, por lo que también es un reconocimiento al centro vasco. «Que Azti tenga ese protagonismo y que incluso a Prellezo lo hayan nombrado presidente supone que se valora el trabajo de Azti. Uno no trabaja por los premios, pero estos son un estímulo para decir que la línea por la que vamos está bien y que debemos perseverar», declara el CEO del centro científico y tecnológico.

LA CAMPAÑA JUVENA

Para hacer una valoración de las pesquerías hay que tener datos. A principios de septiembre empezaron en Azti la campaña científica de la anchoa y fueron al mar a tomar muestras. ¿Cuántas anchoas hay en el Cantábrico? La anchoa vive tres años. Habitualmente al año ya es madre. Los huevos que ponen este año el año que viene ya son capaces de reproducirse. «Nosotros hacemos una campaña en mayo. Solemos ir al mar y tomamos muestras de agua que son capaces de concentrar los huevos que hay en el plancton. Hacemos también pescas de anchoa adulta. Vemos los ovocitos que es capaz de generar una madre. Teniendo en cuenta el número de huevos, estimamos el número de madres y, teniendo en cuenta la proporción de machos-hembras, determinamos una biomasa, medimos lo que pesa cada una de las anchoas», explica.

La anchoa puede dar muchos huevos, pero estos se pueden morir en el camino. Ahora las anchoas que nacieron en abril-mayo ya tienen un tamaño de 4-5 centímetros y, utilizando tecnologías acústicas, son capaces de determinar cuántos alebines hay. Teniendo en cuenta otra serie de variables, pueden estimar cuántos de esos alebines serán adultos el año que viene. En base a esa información pueden determinar cuánta biomasa hay y hacer una recomendación de cuántas anchoas se pueden pescar el año que viene.

Ahora, en la campaña Juvena, dos barcos han cubierto en un periodo de 30 días un muestreo. Han ido moviéndose y barriendo desde Galicia hasta Bretaña, con la intención de generar datos, evidencia científica que permita determinar la captura. A mediados de noviembre podrán validar los datos para que se establezca la cuota para el año que viene.

25,9 MILLONES DE EUROS

En Azti hay 280 empleadas y empleados a jornada completa. En los abordes que hay que hacer tienen que tener una visión holística y conocimientos muy diferentes: biología, tecnología de los alimentos, química, física, matemáticas, economía, ingeniería... Además, es un trabajo que requiere mucha especialización. Puede haber, por ejemplo, un biólogo especialista en genética o una matemática especialista en análisis estadísticos.

Es uno de los problemas que tienen: «Nos está costando encontrar a gente precisamente por la especialización que necesitamos. Formamos a personas y a algunas nos las quedamos para generar cantera en aquellas áreas específicas en las que nos cuesta encontrar a gente. Por ejemplo, en la digitalización. Todo el mundo está intentando contratar a ingenieros especialistas en sistemas, en Inteligencia Artificial, procesadores de datos... Es un problema de falta de personal; hay pocos hijos, y se compite por ellos».

Azti ha realizado proyectos en 45 países y tiene personas de doce nacionalidades, repartidas en tres sedes, una en Pasaia, otra en Sukarrieta y otra en Derio. Muchas veces acompañan a las empresas vascas. Por ejemplo, «los atuneros que están pescando en Seychelles o en Ecuador a veces nos llevan con ellos para ayudarles a desarrollar su labor económica aportando innovación y tecnología en esos países. Otras veces, cuando trabajamos un tema de economía circular, si resulta que en Australia hemos visto que hay una tecnología que puede ser aplicable, nos vamos a buscarla y a colaborar con ellos», cuenta.

Cerrarán este 2025 con 25,9 millones de euros de ingresos.