Conny Beyreuther
IRUDITAN

Armario de leona

A Ishiuchi Miyako, fotógrafa autodidacta de 68 años, le gustan las ideas sencillas. Luz natural y una Nikon de 35 mm para explorar/evocar huellas del individuo (como en su serie “Mother” a través de fotografías de prendas de su difunta madre) o de la sociedad, como en “Hiroshima”, una serie que explora objetos de víctimas de la bomba atómica y el clima de posguerra en Japón.

En 2013 fue invitada a fotografiar las pertenencias de Frida Kahlo, que, conforme a las instrucciones de Diego Rivera y más allá, habían estado encerradas en un cuarto de la “La Casa Azul” durante 50 años.

Había recluidos más de 300 artefactos: vestidos tradicionales tehuanas, blusas bordadas huipil, gafas de sol, pintura de uñas, un traje de baño turquesa y corsés de colores exuberantes. Piezas que revelan la creatividad de la artista, Frida Kahlo, y el valor para enfrentarse a su frágil salud. Para esconder la pierna lisiada de la polio que sufrió de niña y que en el último año de su vida fue reemplazada por una prótesis en tecnicolor adornada con un bordado chino y campanilla. Para afrontar las muchas secuelas de un accidente de autobús a los 17 años. Cuanto más sufría, más elaborados se volvieron sus trajes. Decidida a no desaparecer en la sombra, elevó sus corsés y otras asistencias médicas a armadura visual.

Como las blusas huipil, de tradición maya, cuyos bordados (modificados a lo largo de muchos años) cuentan la historia de su dueña. Frida Kahlo (1907-1954) fue y es un icono (de moda) que construyó su identidad a través de incapacidad y etnicidad.

Y nadie mejor que Ishiuchi Miyako para documentar esa relación tan especial con el vestuario. La fotógrafa, con formación en diseño textil, aprecia sutilezas de formas, estructuras, costuras y añadidos audaces. Las manchas de color, marcas de uso y cariño prolongadas en el tiempo. «No puedo fotografiar el pasado, pero lo que puedo hacer es fotografiar el presente. Depende de cada espectador qué recuerdos quiera traer a mis imágenes del presente». (Queda latente ahí la contradicción entre acariciar una prenda dejada atrás por la persona querida y deshacerse de ella para no recordarla constantemente).

Cada foto es sencilla, pero, en serie, reflejan un retrato complejo, testimonio de una fuerza descaradamente bella.

En la galería Hoppen, en Londres, hasta el 12 de julio.