Unai Aranzadi
TENSIÓN EN MACEDONIA

EN LA REPÚBLICA DE ILIRIDA

El 18 de septiembre del pasado año, el histórico dirigente de la minoría albanesa Nevzat Halili proclamó la fundación de la República de Ilirida en Macedonia. Desde entonces, el paramilitarismo proalbanés ha reaparecido en escena, creando un clima de tensión que se ha venido agudizando al descubrirse una trama de escuchas ilegales llevadas a cabo por el gobierno conservador de origen eslavo.

Tres tanquetas del Ejército macedonio descienden del montañoso distrito de Lipkovo. Unas horas antes, un grupo de cuarenta paramilitares armados con fusiles y uniformes del Ejército de Liberación Nacional (más conocido como UCK macedonio) han asaltado a un destacamento de montaña en la aldea de Gosince, golpeando a los cuatro policías que se encontraban en su interior y confiscando todo el depósito de armas. En los escasos postes eléctricos que flanquean la pista que conduce al lugar del ataque, aún se aprecian las pintadas del UCK frescas. Al observarlas, un conductor se detiene y da media vuelta, asegurando que «lo sucedido es algo puntual y aquí no tenemos miedo, pero es mejor esperar a que se aclaren las cosas». Más abajo, a un lado del pedregal que sube a esta inhóspita zona, triángulo fronterizo entre Macedonia, Serbia y Kosovo, se encuentra un policía vestido de paisano controlando el escaso tránsito de vehículos que se aventura montaña arriba. Siendo «étnicamente albanés», tal y como se reconoce, «pero trabajando en la nueva policía macedonia», este funcionario de mediana edad aporta cierta perspectiva en un país en el que los macedonios (cristianos ortodoxos de origen eslavo) chocan de forma cíclica con los albaneses (predominantemente musulmanes y originarios de Albania). «Soy albanés, pero también ciudadano de Macedonia, que a fin de cuentas es mi país. Formo parte de la nueva policía, que es mixta y, por supuesto, aconfesional. Para mí, este incremento de la violencia por parte de comandos proalbaneses tiene poco que ver con lo que sucedió primero en Kosovo o más tarde aquí durante la guerra de 2001 entre albaneses y macedonios. Esto me resulta inquietante». Más inquietante si cabe es el episodio sucedido el pasado 9 de mayo, cuando a orillas de este mismo distrito, en la ciudad de Kumanovo, cuarenta y cuatro paramilitares del UCK combatieron a las fuerzas especiales macedonias en un barrio repleto de civiles durante casi dos días, dejando un saldo de ocho policías y catorces insurgentes muertos.

«Seríamos como Serbia y Montenegro». El joven país balcánico, que en el año 1991 realizó una pacífica transición de la República Federal Socialista de Yugoslavia a la actual República de Macedonia, tiene varios conflictos enquistados en su interior. Sin ir más lejos, el propio término “Macedonia” sigue siendo motivo de disputa con Grecia, que no tolera a un país vecino que lleve el nombre de su provincia homónima. No en vano, organismos internacionales como Naciones Unidas aún la llaman Antigua República Yugoslava de Macedonia, por lo que la fragilidad es una característica presente en casi todas las esferas de este pequeño estado que muchos académicos consideran «fallido». Sin mar, aislada entre las montañas de Albania, Kosovo, Serbia, Bulgaria y Grecia, la tierra de Alejandro Magno es hoy una candidata oficial a la Unión Europea que también ha realizado esfuerzos para intentar entrar en la OTAN. Con dos millones de habitantes, de los cuales un cuarto son étnicamente albaneses, el país ha superado importantes crisis, siendo de guerra abierta la vivida entre enero y agosto de 2001, cuando parte de la población albanesa, inspirada por la experiencia insurgente del UCK en la vecina Kosovo, se levantó en armas contra la mayoría eslava que conforma Macedonia. El conflicto, que fue en realidad una guerra de guerrillas llevada a cabo fundamentalmente en las montañas Šar, se contuvo tras una intervención de la OTAN, la cual desembocó en los acuerdos de Ohrid. Mediante este tratado de paz, los miembros del UCK albano-macedonio renunciaban a crear su propio estado y, en contraprestación, los macedonios aceptaban nuevas políticas descentralizadoras, así como que se ampliaran sustancialmente los derechos de la población albanesa, siendo el de la cooficialidad de su lengua –a nivel municipal– uno de los puntos más reseñables. Sin embargo, aun conquistando estos nuevos derechos –o gran parte de ellos–, el descontento y la actividad insurgente de un reducto de la población albanesa nunca ha desaparecido por completo del mapa social y político, especialmente en las áreas que lindan con Kosovo y Albania, donde estos ya son mayoría.

Como cabeza visible de esas renovadas aspiraciones proalbanesas, el exministro Nevzat Halili proclamó el pasado 18 de septiembre el nacimiento de la República de Ilirida, un territorio que daría cabida a la población albanesa y abarca casi la mitad del país, incluyendo la capital, Skopje, y las dos ciudades más pobladas tras esta, Kumanovo y Tetovo. Precisamente en Tetovo es donde el autoproclamado presidente Halili concede la primera entrevista a un medio de comunicación extranjero. Políglota, de 68 años y precursor del paramilitarismo proalbanés en toda la región, este profesor de inglés jubilado conoce bien la historia de su pueblo, pues él fue el primer albanés en formar un partido político tras la independencia de Macedonia. Con aspecto cansado y recién llegado de Kosovo, el veterano político busca «dividir el país en una confederación de dos repúblicas», la albanesa (que él prefiere llamar Ilirida) y «la macedonia de los eslavos». Su visión de país tiene un ejemplo cercano. «Seríamos como Serbia y Montenegro fueron, una unidad de mutuo acuerdo». El método sería «un referéndum de paz y autodeterminación amparado por Europa y Estados Unidos», país al que aludió como referente fundamental durante la proclamación de la República de Ilirida leída en Skopje frente a una decena de cámaras. «Queremos nuestro propio territorio, con nuestra propia administración y nuestra lengua al más alto nivel. No queremos cambiar los bordes exteriores, pero sí los interiores. Una línea interna que separe a macedonios de albaneses». Según él, la población étnicamente albanesa, diseminada y con creciente presencia en Montenegro, Serbia, Kosovo, Macedonia y Grecia, desciende del pueblo ilirio, y busca «poder unificarse algún día en una sola Albania como fue Iliria hace miles de años».

El escándalo de las escuchas. Sin embargo, en Macedonia no todos piensan como Halili y la mayoría de los partidos albaneses parecen encontrarse satisfechos con el actual status quo representado en los acuerdos de paz firmados en Ohrid tras la guerra de 2001. Este extremo es para el líder independentista «un síntoma claro de que están vendidos a los macedonios que nos espían», haciendo alusión a un nuevo escándalo de corrupción y escuchas ilegales llevado a cabo por los servicios de inteligencia del actual gobierno macedonio (el conservador partido VMRO-DPMNE de la mayoría eslava). Desde principios de año se viene probando que los teléfonos y correos electrónicos de miles de personas han sido intervenidos ilegalmente, incluyendo a opositores macedonios del partido socialdemócrata, periodistas, embajadores y funcionarios de todo signo, incluyendo a sus propios ministros. El caso ya ha generado algunas dimisiones cosméticas y un proceso judicial que apenas está empezando, al tiempo que, mediante manifestaciones y protestas, la oposición parlamentaria ha intentado generar un movimiento popular que no ha logrado consolidarse en las calles como esperaba. Para Zoran, uno de los periodistas afectados por el escándalo del espionaje, las incógnitas están lejos de resolverse. «Nunca tuvimos dudas de que nos gobiernan corruptos, pero ahora mucho menos, y eso está bien. Sin embargo, nos surgen nuevas preguntas. ¿Qué servicio de inteligencia del mundo ha podido filtrar la trama de las escuchas digitales y qué buscaban con este terremoto político? Porque se trata de un asunto que requiere de una tecnología que se encuentra fuera del alcance de la oposición macedonia. ¿Los que destaparon el caso, buscaban salud democrática o desestabilizar?». Aunque eslavo y macedonio, Zoran rompe el paradigma del conflicto étnico «pues trabajo en un medio albanés y yo no veo confrontación étnica alguna». Para él, «no cabe duda de que el Gobierno intentará utilizar los ataques paramilitares para desviar la atención del caso de corrupción», pero define como «curiosa coincidencia» que tanto el repentino resurgir de los comandos proalbaneses como el escándalo de las escuchas hayan surgido justamente mientras se negociaba el paso del gaseoducto Turkish Stream por la frágil Macedonia. «El proyecto que, vía Turquía, daría paso al gas ruso hacia la Unión Europea encuentra en su tránsito por Macedonia el eslabón más débil de la cadena. Si alguien quiere bloquearlo, este es el lugar para intentarlo», sugiere con sigilo en la redacción de uno de los países europeos con menos libertad de prensa.

En el Ministerio de Asuntos Exteriores, el hermético responsable de relaciones públicas, Nadif Xhaferi, reconoce entre dientes que «las respuestas a muchas preguntas se esconden en las montañas del norte». En esos parajes deshabitados, el UCK de los albano-macedonios se mezcla, como de costumbre, con el UCK albano-kosovar y ambos mantienen células activas que desde los años noventa se dedican a todo tipo de actividades ilícitas, incluyendo el secuestro, la extorsión, y el tráfico de drogas y personas. Dichas células, más bien clanes, encuentran allí cierta aceptación y cobijo, no así en las áreas urbanas que concentran a la población albano-macedonia, donde sus mensajes belicistas encuentran escaso eco y los partidos políticos con representación parlamentaria rechazan sus acciones, incluyendo el presidente de la República de Ilirida, Nevzat Halili, quien mantiene una opaca relación con ellos, sobre todo con Hamdi Ndrecaj, personaje que se anuncia en Internet como «jefe de la Guardia de Ilirida que patrulla las montañas». Ndrecaj, que reside en el lado kosovar y desde su papel como paramilitar del UCK en las guerras de Kosovo y Macedonia se hace llamar «Comandante Panteri», no deja de subir fotos a Facebook en las que aparece posando uniformado o metralleta en mano. La permisividad de la que goza es inaudita, porque desde hace meses publica anuncios dando una cuenta de Western Union por medio de la cual recibir «donativos para la Guardia de Ilirida», algo difícilmente imaginable para cualquier otra organización de similares características.

La brecha existe. El país, que en su mayoría rechaza la división étnica y prefiere verse como una sociedad tolerante y plurinacional, no puede evitar sesgos propios de una sociedad en conflicto. Con buenas intenciones en frases del estilo «Trabajo con macedonios y no son mala gente» o del tipo «Vivo en un barrio albanés y no he tenido problemas», terminan por reconocer pasivamente lo obvio, «que la brecha entre macedonios y albaneses existe, y puede explotar de cuando en cuando», tal y como sugiere Gordani, administrador del museo de la historia macedonia en Skopje, capital dividida por el río Vardar, con una orilla donde se encuentra el bazar, un hamam y mezquitas al más puro estilo oriental, y frente a esta, al otro lado del río, una orilla de cafés, iglesias y edificios al estilo completamente occidental. Y no es la excepción, al contrario. Muchos pueblos, especialmente aquellos situados al norte del país, están identificados con banderas. Fondo rojo con el águila bicéfala en negro señala mayoría albanesa y bandera roja con un sol y ocho destellos amarillos señala mayoría eslava. «No hay problema, siempre y cuando se toleren los unos a los otros», sugiere sonriente el administrador del museo.

De forma parecida, Ivan, reportero de la televisión pública macedonia, ve en los albaneses «vecinos con los que convivo perfectamente», limitando su cuestionamiento a quienes más fuerza tienen en la región. «¿Cómo es posible que a una hora en coche de la base estadounidense Bondsteel y por la zona donde vigila la OTAN y la EULEX ande patrullando un pequeño ejército de paramilitares? No me lo explico». Sin embargo, para algunos, como Nevzat Halili, no serían albaneses quienes han decidido comenzar esta pequeña guerra, sino que ambos lados enfrentados trabajarían para los servicios de inteligencia macedonios con el fin de «desviar la atención de la ciudadanía frente a los escándalos de corrupción». No obstante, de ser cierta esta hipótesis, cabría preguntarse, ¿por qué los más autorizados veteranos del UCK kosovar y macedonio han enterrado «a los héroes de Kumanovo» con honores militares junto al expresidente de Kosovo, Ibrahim Rugova? Más aún, ¿qué hacía el mismo Nevzat Halili reunido amistosamente con el comandante “Panteri”, tal y como acaba de filtrar mediante una fotografía el portal albanés Almakos? El presidente de Ilirida dice no querer pronunciarse y, dadas las nuevas circunstancias, guarda una lógica, pues el «jefe de la Guardia de Ilirida» y paramilitar proalbanés Panteri se mueve en la peligrosa órbita del comandante OTAN, Begu y otros combatientes muertos o arrestados en el asalto de Kumanovo.

El sábado al mediodía, en la ciudad de Tetovo, los jóvenes del equipo de fútbol KF Shkëndija se han citado junto a una hermosa mezquita coloreada para viajar hasta Skopje, donde se enfrentarán a los macedonios del FK Vardar en los alrededores de su estadio. Casi todos los allí presentes son hinchas de una formación llamada Ballistët en honor a los albaneses que colaboraron junto a los ocupantes nazis en la persecución de partisanos yugoslavos. Veinteañeros como Dardan y otros activistas de movimientos nacionalistas borran con grafitis los letreros escritos en cirílico, algo que los macedonios hacen igualmente contra los carteles escritos en albanés.

«Ambas aficiones son ultras y las ansias por mostrarse peligrosos ha hecho que ya nadie sepa quién de ellos pinta esas esvásticas que se ven en las paredes», afirma el propietario de un comercio de artículos religiosos que tiene en su escaparate ejemplares de “Glas Islama”, una publicación islámica que en su portada reza «Yo no soy Charlie», en alusión a los atentados cometidos por militantes islamistas contra la redacción de “Charlie Hebdo”. El fenómeno yihadista, aun rechazado por la gran mayoría de los albaneses, ha conseguido reclutar cientos de militantes en los perfiles mas variados; desde veteranos del UCK a personajes como Lavdrim Muhaxheri, un exempleado de la OTAN en Camp Bondsteel conocido por liderar el grupo de voluntarios macedonios y kosovares en el Estado Islámico hasta su muerte en combate contra las milicias kurdas.

Completamente alejado de ese tipo de extremismos, Nevzat Halili cree que el referéndum para ensanchar Albania con la coartada de Ilirida no llegará ni por la complicidad religiosa con otros países, ni por las acciones armadas que públicamente rechaza, sino que la solución llegaría al estilo kosovar, mediante la intervención de las grandes potencias occidentales. Por ello, no oculta que permanece «en contacto con personalidades e instituciones de Estados Unidos, Suiza y Bélgica», anunciando la pronta creación «de un gobierno paralelo que incluirá a ministros». Y aunque en realidad todo esto no son más que actos simbólicos con elementos de guerra psicológica, para él todo es ganancia, «porque aunque este proyecto se detenga, siempre marcará un ritmo y nos acercará a nuestra Ilirida».