Carlos Hernando Calvo
ETIOPÍA

Etiopía¿león de África?

Conocido mundialmente por las hambrunas sufridas, Etiopía ha estado creciendo la última década a un ritmo medio del 10% anual y parece ser un ejemplo a seguir para una parte de Occidente, interesada en que se abra al capital extranjero. Aunque es evidente que el país está cambiando y mejorando en muchos aspectos, parece que el foco principal del Gobierno está más puesto en abrirse al capital extranjero que en mejorar las condiciones de toda la población. Mientras se construyen las dos presas más grandes de África y la capital se llena de nuevos edificios, el Ejecutivo deja sin tierras a la población local, condena al exilio o a prisión a los periodistas críticos y acumula denuncias por violación de derechos humanos.

Varios medios se han referido a Etiopía como «El León africano», usando la comparación del «Dragón asiático» que se utilizó con China para referirse a su crecimiento. Pero ¿está creciendo Etiopía de la mejor forma posible? ¿La venta de sus recursos naturales a precios bajísimos a corporaciones y países extranjeros a costa de sus ciudadanos es una forma sostenible de crecimiento pensada en el bienestar de la población o responde únicamente a la lógica del capital?

Desde la parte elevada de Taitu street, con el hotel Sheraton Addis en primer término, punto de encuentro de inversores, políticos y turistas adinerados, una avenida de palmeras nos dirige la mirada hacia el nuevo skyline de Addis Abeba, capital de Etiopía y hogar de unos cuatro millones de personas. Vista desde aquí, la ciudad parece una urbe cosmopolita, con anchas avenidas, edificios elevados y muchas construcciones en marcha. En cualquier parte de la ciudad se puede ver cómo se levantan edificios gubernamentales, bancos, hoteles, centros comerciales, condominios, carreteras y, por supuesto, grandes casas de lujo para los nuevos ricos que está generando el país.

No obstante, las imágenes de pobreza extrema están igualmente presentes, porque, a pesar de que Etiopía ha tenido un crecimiento en torno al 10% anual en la pasada década, todavía ocupa el puesto quince de los países más pobres del mundo. Las nuevas construcciones de la capital comparten espacio con barrios de chabolas hechas de chapa y personas sin techo, muchas de ellas con enfermedades como la poleo o la lepra, que no se han beneficiado de este crecimiento. Mientras se construyen autopistas que no son muy frecuentadas y se acaba el megaproyecto del tranvía que divide la ciudad en dos, la pobreza sigue afectando a la gran mayoría de la población.

Entretanto, se ha establecido un nuevo plan de desarrollo para la ciudad, el llamado Master Plan para Addis Abeba, que prevé, entre otras cosas, aumentar los límites de la ciudad anexionándose territorios de sus alrededores pertenecientes a la región de Oromía. Según ha informado Human Rights Watch, esta ampliación se producirá desplazando a los campesinos de estas zonas, dejándolos sin tierras y sin su modo de vida. Tras el anuncio del Master Plan, en varios lugares de la región de Oromía, la más grande de Etiopía, hubo manifestaciones pacíficas en contra de la anexión de tierras, protestas que, según Amnistía Internacional, fueron duramente reprimidas por las fuerzas policiales, causando decenas de muertos.

Infraestructuras y nuevos edificios. En la céntrica plaza Meskel se juntan las dos líneas de tranvía que atraviesan la ciudad de norte a sur y de este a oeste. Unos 34 kilómetros de recorrido que aquí se unen en una simbólica demostración de fuerza de lo que Etiopía es capaz de hacer: una enorme obra de ingeniería que pretende conectar la ciudad. Financiada en un 15% por el Gobierno etíope y el otro 85% por el Export-Import (EXIM) Bank of China, y construida por la empresa China Railway Group Limited, ha supuesto un costo de unos 475 millones de dólares.

El paisaje de la ciudad se ha visto interrumpido por las grandes columnas que elevan las vías del tranvía en la mayor parte de su recorrido. Enormes bloques de hormigón son fijados por trabajadores etíopes siguiendo las órdenes de los capataces chinos. En cuanto esté finalizado, espera poder desplazar a 15.000 personas por hora y por dirección.

Cerca de la plaza Meskel, también nos encontramos con la Nani Tower, uno de los edificios más altos de Addis y sede de Midroc (Mohammed International Development Research and Organization Companies), un grupo de inversión privado con 41 empresas que operan en varios sectores dentro del país, tal y como informan desde su página web. El grupo Midroc es propiedad del jeque Sheikh Mohammed Hussein Ali Al-Amoudi, que ocupa el puesto 61 en el ranking de las mayores fortunas del mundo, según la lista Forbes, y es el principal inversor individual en Etiopía. Mientras que en su página web personal se autodenomina como uno de los mayores empresarios y filántropos del mundo, su fortuna no para de crecer gracias a un capitalismo global que deslocaliza su producción hacia países como Etiopía, beneficiándose de un bajo costo de producción, fruto del bajo salario que cobra su mano de obra y de las escasas regulaciones del país. Así, encontramos que empresas como la multinacional sueca H&M está empezando a desplazar parte de su producción a Etiopía, donde tiene como proveedores a la empresa Maa Garment and Textiles, propiedad de Kebire Enterprise PLC, una de las empresas del grupo Midroc.

El grupo también se ha beneficiado de las privatizaciones que el Gobierno etíope está realizando de sus empresas de propiedad nacional a través de la agencia PPESA (Privatization&Public Enterprise Supervision Agency), anteriormente EPA, donde, asesorado por el Banco Mundial entre otros, ha vendido a Midroc empresas de sectores como la minería, la ganadería, la agricultura o la alimentación.

Awassa y Bishoftu, potencial agrícola. Awassa se encuentra a unos 275 km al sur de Addis Abeba, en pleno valle del Rift, y emplazada junto al lago del mismo nombre. Es una ciudad cuidada y tranquila, ubicada en un entorno envidiable. El lago está continuamente frecuentado por gente paseando, turistas y pescadores que van a trabajar en precarias embarcaciones de madera o en superficies de cañas secas que consiguen poner a flote no muy lejos de la orilla. Hay un mercado de pescadores muy concurrido y una pequeña lonja donde se vende el pescado que usan los restaurantes de la ciudad.

Awassa es una ciudad muy rica en recursos, no solo por el lago, sino por las fértiles tierras que la rodean. Empresas como Jittu Horticulture, propiedad del ya mencionado Sheikh Mohammed Ali al-Amoudi, se han dado cuenta de ello y están cultivando vegetales para su exportación al mercado saudí. Entre tanto, mientras países como Arabia Saudí conservan sus reservas acuíferas e importan alimentos, gran parte de la población etíope, a pesar de la riqueza de su entorno, solo puede realizar una comida al día.

Las paredes de chapa y la precariedad de los puestos que se ven en el mercado local contrastan con los modernos invernaderos de las afueras de la ciudad. Las grandes plantaciones generan suculentos beneficios a sus propietarios, pero la población de Awassa, y de Etiopía en general, no obtiene prácticamente nada por esta actividad, ya que los alquileres y compensaciones por uso de estas tierras son mínimos.

A unos 45 kilómetros al sur de Addis Abeba, en una zona rodeada de lagos de cráteres, se encuentra Bishoftu, también conocida como Debre Zyet. Base de las Fuerzas Aéreas de Etiopía, en la zona se desarrolla, además, una importante actividad agrícola y, últimamente, también industrial. Nada más entrar en la ciudad desde Addis, la carretera se llena de multitud de puestos de flores llevados por pequeños agricultores que ofrecen sus productos a cualquier comprador interesado. Una imagen un tanto atípica y muy colorida que nos da una idea del potencial agrícola de la zona. Los terrenos que hay alrededor de los lagos también están repletos de una variada flora que no solo sirve de atracción para los turistas que pueden alojarse en sus resorts, sino para empresas que ven en sus ricas tierras una oportunidad ideal para el cultivo de exportación.

En Bishoftu también se ha creado la Eastern Industry Zone, una zona de actividad industrial constituida con capital proveniente de China y que, tal y como ellos mismos dicen, pretende actuar como puente para las empresas chinas que entran en el mercado de África. Actualmente, existen varias empresas en funcionamiento que se dedican a la producción de acero, calzado, textiles, material de construcción o automóviles… Empresas como Huajian fabrican zapatos que luego exportan para marcas como Guess o Tommy Hilfiger. Tal y como el Gobierno etíope informa a través de la Ethiopian Investment Commission, el país es un buen lugar para invertir, ya que el salario medio de los trabajadores de las fábricas de cuero es de 35 dólares al mes.

Mekele, modernidad y tradición. Pasando el pueblo de Qwiha, seguimos por una carretera en buenas condiciones, con dos carriles de ida y dos de vuelta, que atraviesa grandes campos hasta llegar a uno de los edificios de la Universidad de Mekele, ubicado en la parte alta de una montaña desde donde podemos divisar toda la ciudad. Mekele, capital de la región de Tigray y una de las mayores ciudades y centros económicos del país, se encuentra a unos 780 kilómetros al norte de Addis Abeba.

Antes de llegar al centro de la ciudad, mientras bajamos por la empinada carretera que continúa desde la universidad, ya podemos encontrarnos con esos grandes contrastes de riqueza característicos de las ciudades. Los vehículos 4x4 conducidos por trabajadores de organismos internacionales, funcionarios del Gobierno o gente adinerada contrastan con los carros tirados por escuálidos burros de los trabajadores que van a la ciudad y que tienen que ingeniárselas para afrontar esa empinada bajada: colocan grandes rocas encima de un neumático viejo atado a la parte de atrás del carro para que, con el roce contra el asfalto, haga de freno y el carro no acabe empotrado en la montaña.

A diferencia de Addis, Mekele parece ir a un ritmo mucho más tranquilo que la capital. Sus calles del centro están llenas de tiendas de todo tipo, desde farmacias a papelerías que suministran material a las personas que asisten a la Universidad de Mekele (unos 28.000 estudiantes inscritos, según datos de 2013). Las imágenes de “modernidad” y de una creciente actividad económica comparten espacio con las caravanas de camellos que llegan al mercado a vender la sal que extraen en la región del Danakil, uno de los lugares más calientes del planeta y donde sus habitantes siguen viviendo de la misma manera que lo hacían cientos de años atrás. Mekele también está apostando por una imagen de ciudad repleta de nuevas construcciones. Junto al nuevo estadio, en construcción al lado del monumento a los mártires y con capacidad para 40.000 personas, se está levantando una zona de altos edificios ubicados al lado de una ancha avenida asfaltada, a pocos metros de su mercado tradicional, donde los puestos de chapa se amontonan sobre caminos de tierra y donde la basura se acumula. Es una imagen que recoge esa nueva Etiopía que alberga dos mundos tan diferentes.