IBAI GANDIAGA PÉREZ DE ALBENIZ
ARQUITECTURA

La gentrificación del East End

Los gemelos Alan y Gary Keery despertaron curiosidad desde el mismo momento en el que abrieron su tienda de cereales en Shoreditch, en el East End londinense. Los medios de su Belfast natal narraron la noticia con una suerte de admiración y orgullo. Incluso la estrella irlandesa del pop Brian MacFadden anunciaba a sus 33.000 seguidores de Twitter que estaba ansioso por probar los cereales de los hermanos Keery. El posterior ataque por parte de una manifestación que protestaba contra la gentrificación del barrio así como las reacciones por parte de la clase política de uno y otro lado han convertido la curiosidad sobre un excéntrico negocio hipster en un caso de estudio sobre los procesos de regeneración y prácticas especulativas en las ciudades globales.

Después de dejar sus respectivos trabajos y de realizar un curso básico sobre creación de empresas, Alan y Gary empezaron a buscar financiación para su modelo de negocio. Rechazados en varias ocasiones por la banca tradicional, llegaron incluso a lanzar una fallida campaña de Kickstarter. Tras idas y venidas, y visitar más de cuarenta locales, llegaron a Brick Lane, en el barrio de Shoreditch. «Era exactamente lo que buscábamos: muros de ladrillos vistos, suelos de madera y estilo vintage», afirmaron más tarde.

A finales del pasado año, los padres de los gemelos, Herbie y Kay, viajaban a Londres para ayudarles en la inauguración de la tienda. Herbie, contratista y electricista, ayudaba a completar una cuidada decoración muy al gusto que recorre el interiorismo de medio mundo. Con una tarifa que va desde las 2,5 libras (3,5 euros) en adelante por tazón de desayuno, este modelo de negocio dio en el centro de la diana del corazoncito hipster de Londres, juntando ingredientes como la exclusividad y diferenciación, la perpetua fiesta adolescente y la nostalgia orientada a los productos de consumo masivos. Y, claro está, las elongadas e hirsutas barbas de los propietarios como topping de este cóctel.

El pasado 26 de septiembre, la tienda pasó de ser una excentricidad a convertirse en un símbolo de lucha política. El partido político Class War (en inglés, lucha de clases) convocaba una manifestación para protestar contra los procesos de gentrificación y exclusión social en Shoreditch. Los manifestantes lanzaron globos de pintura contra el escaparate de los irlandeses, al tiempo que los increpaban como un símbolo de la gentrificación.

Gentrificación es un anglicismo para designar «aburguesamiento» y describe un proceso en el cual una nueva población, con mayor poder adquisitivo, se inserta en un barrio económicamente deprimido, al tiempo que las políticas públicas dan luz verde a procesos de transformación urbanísticas.

La gentrificación es, por lo tanto, un reverso oscuro de la visión sociológica del urbanismo. El término se adopta del inglés, ya que fue en Estados Unidos donde, a partir de los años 80 del siglo pasado, se comenzó a vislumbrar la irrupción de los yuppies (Young Urban Professionals, jóvenes profesionales urbanos) en el centro de las ciudades. Los padres y madres de estos yuppies pertenecían a la generación que voló del centro de las ciudades a los suburbios (que en la acepción inglesa tiene más que ver con una zona residencial que con los arrabales del idioma castellano). Con la inserción de jóvenes de alto poder adquisitivo, las rentas se dispararon y dejaron al pairo a la población local más vulnerable, como, por ejemplo, los inquilinos de mayor edad.

Habrá quien considere que este tipo de acción sirve para poner el acento en los 5.000 pisos de lujo que se han construido en la zona de Shoreditch, al tiempo que se registran más de 20.000 peticiones de alojo social. Otros argumentarán que, desde el desmantelamiento del laborismo, la clase obrera británica siempre ha tendido a lanzarse ladrillos los unos a los otros, del modo en el que se criminaliza a los chavs, la clase más humilde en Gran Bretaña.

¿Los procesos de gentrificación son consecuencia de un plan determinado o razón del mismo? Es una pregunta que admite muchos matices, tantos como ideologías pueda haber. Sin embargo, pocos pueden argumentar que el capital social, las personas, de un barrio y la construcción colectiva del mismo, lo que normalmente se denomina “carácter”, han sido tomados en cuenta en los procesos de regeneración urbana tradicionales. Ese camino es largo, complejo y lleno de acuerdos necesarios, y desde luego no sigue los ritmos ni lógicas de un desarrollismo al uso. Pero podemos afirmar, sin miedo a equivocarnos, que no afrontar un problema jamás lo ha solucionado.