ARTURO F. RODRIGUEZ
PANORAMIKA

Invisibles

En un plano fijo, una mujer explica directamente a la cámara varios de los utensilios que ha dispuesto sobre una repisa. Son elementos habituales de una cocina, que la misma mujer nombra por orden alfabético, acompañando cada palabra con un gesto que simula de forma algo exagerada y agresiva el uso de cada uno de ellos. Ella es Martha Rosler y el vídeo, “Semióticas de la cocina”. Datado en 1975, es una sutil pero rabiosa reivindicación de la necesidad de romper con la diferenciación de mundos entre hombres y mujeres, donde la artista se posiciona a sí misma como un contenedor de cólera y rabia frente a la violencia estructural sufrida desde su propia condición.

Sobre la invisibilidad de la presencia femenina en el arte se ha escrito mucho, dicho otro tanto y conseguido poco. Por eso y porque supone un camino que debe reivindicarse desde todos los aspectos de la cultura, adquiere una mayor relevancia la exposición que se clausura hoy en el Museé Basque de Baiona, titulada “Hélène y Blanche Feillet. Pioneras de la pintura en la Euskal Herria del siglo XIX”. La muestra nos presenta una serie de trabajos en distintas técnicas que recrean paisajes y aspectos de la Euskal Herria de mediados de 1800. Aparte del propio interés que una muestra de estas características suscita, conlleva una importancia política que nos transmite una serie de preguntas respecto a la presencia femenina a lo largo de la historia del arte, circunstancia que provoca que aún hoy nos sorprenda encontrar pintoras con obra trascendente dos siglos atrás.

En torno a esto, destacamos el proyecto coordinado por María Bastarós bautizado como “¿Quién coño es?”, una propuesta de acción colectiva convertida en publicación en la que se indaga sobre la presencia (o más bien ausencia) de la visión de género que se da en el sistema del arte en su acepción más amplia, entendiendo no solo las salas o museos, sino la historiografía, la docencia, investigación, etcétera

Sobre otras invisibilidades nos habla “Adolescentes (21 retratos filmados)”, del director Ángel Santos (Pontevedra, 1976), una propuesta que también expira hoy en Tabakalera de Donostia. A medio camino entre la videoinstalación y el cine, entre otras cosas por su disposición espacial y por el ritmo narrativo de la proyección, se presentan retratos de adolescentes que se confrontan directamente con la cámara que los registra. Son momentos de espera, la poética de lo que no se ve, lo que no se palpa, los espacios vitales en los que se relacionan con la soledad o con su entorno, a veces nadando en el tedio de la rutina, a veces simplemente abriéndose camino en una vida que aún no han conseguido controlar. Sus miradas, como la del vídeo de Martha Rosler, desafían al público para visibilizar las pequeñas microhistorias que suceden y que no somos capaces de ver, apelando a una responsabilidad social de una manera desafiante y directa.

La invisibilidad es la lacra de una sociedad desequilibrada. En nuestras manos está la obligación no únicamente de trabajar por una cultura que ayude a paliar tal circunstancia, sino de exigir como espectadores o consumidores una responsabilidad al colectivo creador y programador de contenido cultural. Ambas muestras nos retan a continuar por estos caminos, como un trabajo imprescindible que nos compete a todos y todas.