TERESA MOLERES
SORBURUA

Trabajos de primavera

A pesar de todos los esfuerzos para limitar o eliminar las malas hierbas, erradicarlas es una de las mayores preocupaciones del jardinero antes de comenzar la siembra de los cultivos que desea cosechar. Para evitar el empleo de herbicidas, podemos utilizar una técnica o truco fácil. La azada pequeña es la herramienta jardinera indispensable, si no queremos acabar desbordados por el trabajo de quitar malas hierbas. Con la azada se prepara el terreno removiéndolo, pero sin dar vuelta a la tierra. Luego llega el turno de lo que llamamos «siembra falsa», que consiste en preparar el terreno con tanto cuidado como para sembrar las verduras. Pero es un truco, porque no hay siembra. De hecho, se deja la tierra libre hasta que las malas hierbas, contentas en este suelo preparado, comienzan a aparecer alegremente. Entonces toca eliminarlas con un ligero rastrillado de la azada, cuidando de no romper las raíces para que no emitan nuevos brotes. Con el terreno limpio, se siembran las semillas escogidas.

Después de la siembra, es conveniente cubrir el suelo con un plástico opaco negro o con varias capas de cartones entrecruzadas. Se deja esta cubierta durante tres o cinco semanas. Los granos de las malas hierbas que han quedado germinan en este ambiente cálido y húmedo, pero se debilitan rápidamente por falta de luz. La cobertura negra resulta antiestética, pero es eficaz y una vez cumplida su misión, se descubre el suelo.

Además, para limitar el crecimiento de las malas hierbas que a pesar de nuestros esfuerzos intentan salir, resulta útil colocar un acolchado entre las hileras de las verduras que hemos plantado y ya están creciendo. El acolchado se descompone y enriquece el suelo poco a poco.

En primavera, también merecen especial atención los árboles frutales plantados en otoño/invierno, porque sus hojas aparecen más tarde que en frutales vecinos de más edad, algo habitual. Lo que no es normal es que a mediados de mayo siguan igual. Comprobaremos que el suelo no está muy seco o, por el contrario, encharcado por las lluvias de primavera. Y cuidaremos especialmente los riegos. Para un frutal de dos metros de alto, es suficiente dos riegos, es decir, veinte litros por semana. Doblaremos esta cantidad si el árbol sobrepasa esa altura o el suelo es arenoso.