IñIGO GARCIA ODIAGA
ARQUITECTURA

Reutilizar o morir

Construido en 1228 y situado a los pies del puente de Rialto, en el centro de Venecia, enfrente del histórico mercado de pescado de la ciudad, la Fondaco dei Tedeschi es uno de los edificios más grandes y más reconocibles de Venecia. Fue utilizado como centro de operaciones por los comerciantes alemanes, como aduana en tiempos de Napoleón, y finalmente como oficina de correos por Mussolini. El edificio figura en el ideario colectivo de los venecianos, y es fácil encontrarlo en los cuadros de Canaletto y otros maestros o fotografiado innumerables veces como impresionante telón de fondo de las postales turísticas.

Sin embargo, al estar a la sombra del puente de Rialto, la Fondaco se erige ahora como un testigo mudo de la época veneciana mercantil, y con una función que se ha ido reduciendo por la progresiva despoblación de Venecia y por el propio deterioro del edificio. De algún modo, la falta de uso intenso de sus estancias y galerías fue poco a poco carcomiendo el propio edificio, hasta abocarlo a una obsolescencia y a una nostalgia que lo invadían todo, constatando el fin de una era.

Ahora, después de las mil historias vividas por el inmueble, el estudio holandés OMA, dirigido por Rem Koolhaas, ha finalizado una larga restauración de la Fondaco dei Tedeschi, gracias al encargo de la familia Benetton que en el año 2009 adquirió el edificio para transformar sus 9.000m² en un centro comercial.

El esquema de actualización planteado por OMA se basa en un número concreto de intervenciones estratégicas, localizadas a modo de pequeñas cirugías, que buscan, sobre todo, introducir nuevos dispositivos de distribución vertical, como escaleras y ascensores, que soporten el nuevo programa y que ayuden a definir una secuencia de espacios públicos y pasos. Cada intervención se concibe como una excavación a través de las pre-existencias, liberando nuevas perspectivas y revelando la verdadera sustancia del edificio a sus nuevos visitantes, poniendo de manifiesto que el edificio en el fondo no es otra cosa que la acumulación a lo largo de los siglos de una gran cantidad de capas superpuestas.

Hay que tener en cuenta que la construcción actual es el resultado de una serie de capítulos más o menos desafortunados vividos por el palazzo. Dos veces fue destruido por un incendio y posteriormente reconstruido, siendo su forma actual resultado de la obra acometida en 1506. Esta intervención fue posteriormente retocada en el siglo XVIII, y ya en el siglo XX sufrió una serie de intervenciones arquitectónicas radicales para dar cabida a la central de correos bajo el régimen fascista. La Fondaco encarna en silencio el brutal secreto de Venecia, una ciudad en la que nada es lo que parece, ya que, a pesar de su imagen pétrea, el edificio se mantiene en pie gracias a la tecnología del hormigón que durante la década de 1930 sustituyó la estructura de su patio central.

El edificio es, por tanto, un palimpsesto histórico de sustancia moderna, y su conservación abarca ahora cinco siglos de técnicas de construcción. Pero, curiosamente, a pesar de esa continua transformación para adaptarse a las necesidades de cada época, en las que el edificio ha sufrido grandes alteraciones, en 1987 se le concedió estatus legal de «monumento» lo que prohibió casi cualquier cambio, anulando su capacidad de adaptación a nuevos usos y, en cierto modo, condenando al inmueble al abandono.

El proyecto de OMA abre el patio central del edificio a los peatones, convirtiéndolo en una plaza pública y recuperando su papel histórico como «campo» urbano cubierto. La nueva azotea se crea por la renovación del pabellón existente desde siglo XIX, sobre elevado con un nuevo suelo de acero y vidrio que se cierne sobre el patio central, y por la adición de una gran terraza de madera con vistas espectaculares sobre la ciudad. La azotea, junto con el patio inferior, se convertirán en lugares públicos, abiertos a la ciudad y accesibles en todo momento, gracias al elemento más llamativo del proyecto, una gran escalera mecánica que anuncia su presencia a los visitantes a través de las ventanas gracias a su color rojo, convirtiéndose en un icono del centro comercial que el palacio va a albergar.

Se han creado nuevas entradas al edificio desde el Campo San Bartolomeo y desde Rialto; y, al mismo tiempo, las entradas existentes al patio, utilizadas por los lugareños como un acceso directo, se han conservado. De modo que, gracias a los diferentes accesos que se integran con las escaleras mecánicas, se ha conseguido configurar una ruta pública a través del edificio que, además de resolver la funcionalidad moderna del mismo, parece contar en fascículos la historia del palazzo.

Gracias a estas intervenciones puntuales, el edificio de la Fondaco dei Tedeschi se presenta de nuevo como un punto singular y bien posicionado de destino para los turistas y venecianos por igual, adaptando el inmueble a las necesidades de unos grandes almacenes urbanos contemporáneos. Un uso que trasciende del mero hecho comercial, para plantear una amplia gama de actividades en las que se mezclan el clásico ir de compras, con eventos culturales, reuniones sociales o la propia vida cotidiana.

La renovación de OMA, a la vez que sutil y ambiciosa, continúa la tradición de vitalidad y adaptación de la Fondaco, evitando una reconstrucción nostálgica del pasado y desmitificando su imagen de edificio histórico. En el fondo, el valor de la intervención de Koolhaas reside en la capacidad de su arquitectura para volver a poner el edificio en carga, en uso diario y constante, sabiendo que esa cotidianeidad es la mejor garantía para su preservación.