IBAI GANDIAGA PÉREZ DE ALBENIZ
ARQUITECTURA

Escuela Montessori en Logroño

El paradigma de cómo aprendemos es un elemento de discusión constante, arma arrojadiza de partidos políticos de un color y otro. No es de extrañar, si pensamos que hasta 1970 los bachilleres del Estado español recibían una asignatura llamada “Formación del espíritu nacional”. Fuera de esa lógica de acción-reacción, numerosas voces claman por entender que el currículo escolar son los cimientos del edificio social del futuro. &hTab;

De ese modo, los métodos educativos han proliferado y la ciudadanía ha empezado a manejar nombres de metodologías que hace unos años se antojaban casi antisistémicas: Enfoque Reggio-Emilia, Amara-Berri, Escuela Libre, Método Montessori…

Precisamente ese último método, proveniente del apellido de la profesora italiana inventora del mismo, María Montessori, es la metodología aplicada en la Montessori Schoolhouse de Logroño, obra de los arquitectos Martin Sáez, Víctor García y Patricia Savi. En ese edificio, la innovación educativa se mezcla con la arquitectónica y tecnológica, como veremos a continuación.

El colegio está destinado a niños y niñas desde los 15 meses hasta los 12 años, y ha causado gran expectación en la capital riojana, llegando a agotarse las matrículas para el curso entrante. Nos encontramos en uno de esos casos en los que la arquitectura se adapta como un guante al programa del centro, tanto funcionalmente como simbólicamente: desde el exterior veremos un gran zócalo de madera oscura, coronado por tres casitas de chapa de zinc, en la que asoman, tímidas, tres ventanas. Sobrio y elegante, esa aparente simplicidad se vuelca al entrar en el interior, descubriendo un espacio revestido de madera vista. Un croquis de los autores, garabateado en los márgenes de algún plano, demuestra esta idea.

El método Montessori tiene mucho que ver con el espacio que lo rodea; dentro de esta teoría educativa, los alumnos deben de construir su propia educación a través de la interacción con el entorno. La idea de un «ambiente preparado» a escala del niño, con mobiliario, carpinterías y en general, espacios pensados para que los niños y niñas se sientan no solo usuarios de un espacio, sino dueños del mismo, es una clave a ejecutar a la hora de implementar esta metodología. Es conveniente recordarlo cuando veamos una ventana colocada a 30 centímetros del suelo.

Uno de los elementos más llamativos de la construcción del edificio es el uso de paneles de madera contra-laminada, o CLT en su acrónimo en inglés. Estos paneles permiten una construcción en tiempo récord, y se están convirtiendo en un pequeño estándar en edificios educativos de esta escala, por su rapidez de ejecución y sentido medioambiental, al ser materiales recuperables, de pino radiata local. En estas mismas páginas analizamos, precisamente, la Haurreskola del Estudio Urgari en Zaldibar, que utilizaba exactamente el mismo sistema constructivo.

Esos paneles gigantes se colocan casi como si fuera un juego infantil, utilizando una grúa motorizada para ello. La escuela encargó un time-lapse para demostrar la sencillez del montaje y, viendo la filmación, se comprueba que la ventaja del mismo es un control exquisito en fase de proyecto, ya que las piezas deben de venir mecanizadas con exactamente el hueco necesario para, por ejemplo, puertas y ventanas. El panel CLT, que no es más que un sándwich de dos láminas de madera y aislamiento intermedio, cumple la función tanto de cerramiento, como de estructura y envolvente térmico.

Nos encontramos en un momento en la que la arquitectura vuelve su mirada a una escala más humana de las cosas; la materialidad de los acabados vuelve a estar en el candelero, y los ambientes cálidos y personales se utilizan con profusión en determinados edificios, como, por ejemplo, los educativos o recreacionales. Si a eso sumamos la querencia de los promotores de este tipo de obra por demostrar un apego a los conceptos de sostenibilidad, podemos empezar a entrever el porqué de esta elección de material. La construcción en madera contra-laminada va consiguiendo reconocimiento paulatino y también va salvando escollos normativos en un Estado español donde el código técnico para construir en hormigón cuenta con 450 páginas y el de madera, 150; una anécdota que nos sirve para ver cuánto se ha construido con un sistema y cuánto con el otro. Piensen si el edificio que muestran las imágenes que acompañan a este texto les parecería tan atractivo para sus hijas e hijos si fuera de hormigón, y saquen ustedes sus propias conclusiones.