IñIGO GARCÍA ODIAGA
ARQUITECTURA

Textiles olímpicos

Vestirse para la ocasión es una expresión si se quiere algo anacrónica, pero que en el caso de la arquitectura cobra todo el sentido estos días en los que los Juegos Olímpicos centran toda la atención mediática. No es la primera vez que un proyecto de arquitectura queda eclipsado por la intervención de su propia fachada. Pero sí sorprende que el modesto proyecto temporal para el Estadio Acuático Olímpico, que ni siquiera aparece entre las intervenciones importantes de los arquitectos GMP Architekten, ya que cuentan con intervenciones más importantes en estos Juegos, haya sido reducido a una tela, a un vestido que envuelve su estructura.

La sede de las pruebas de natación y de la fase final del waterpolo, el Estadio Acuático Olímpico, tiene dos piscinas, una para competición y otra para calentamiento; lo que da idea del gran volumen construido que supone. La estructura es temporal y será desmontada después de los Juegos. Así que se decidió que toda la expresividad del proyecto arquitectónico recayera en la fachada, que fue encargada a un artista invitado, en este caso a la brasileña Adriana Varejão.

Todo comenzó cuando Cariña Camurati, directora de Cultura de los Juegos Olímpicos de Río, conoció la instalación Varejão titulada “Celacanto Provoca Maremoto” en el conocido museo brasileño Centro de Arte Contemporânea Inhotim, en Minas Gerais, y se dio cuenta de que la obra allí expuesta por Adriana Varejão, gracias a su imaginería y a los temas tratados, mantenía una relación natural con la identidad de los lugares acuáticos.

El mural del museo Inhotim de Adriana Varejão representaba una escena abstracta del océano en la que un celacanto, una especie muy rara de pez, que se creía extinta hasta hace poco tiempo, provocaba mediante su aleteo un movimiento colosal en el mar. Curiosamente el mural estaba construido utilizando una mezcla de baldosas de diferentes composiciones.

El trabajo es parte de las actuales investigaciones de Varejão sobre los azulejos tradicionales, azulejos pintados a mano en Brasil que se remontan a cuando los azulejos barrocos eran importados por los portugueses, fabricados en cerámica blanca con dibujos de azul cobalto que los europeos encontraron en China.

Durante décadas, Varejão ha estado creando pinturas e instalaciones que investigan esta historia, a menudo imitando los agrietados o las baldosas rotas, que no solo hacen referencia a la tradición brasileña, sino también a la cerámica china y portuguesa, culturalmente en la esencia de la tradición brasileña. Una técnica que, dada la utilización de esmaltes superpuestos, evoca de manera directa el mundo acuoso que el encargo requería.

Para los Juegos Olímpicos, Varejão ha tenido que reconfigurar su trabajo, multiplicándolo de escala y adaptando sus pequeñas pinturas a las dimensiones titánicas del volumen del estadio.

La instalación deportiva cuenta con 18.000 asientos temporales, suficientes para acoger la natación de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos, así como las competiciones acuáticas de waterpolo. Las estructuras del edificio, debido a su condición temporal, fueron diseñadas para permitir el desmontaje simple, el transporte y las operaciones posteriores de montaje de algunas partes, como las gradas y zonas del techo, que se reutilizarán en otra edificación posterior de dimensiones más reducidas.

El techo está formado por vigas de acero, todas idénticas, que quedan atravesadas longitudinalmente por cables de 100 metros de luz, para dotar a la membrana textil de PVC, que construye la fachada y la cubierta, la forma final requerida, así como la estabilidad estructural. La fachada fabricada con tubos de acero dispuestos verticalmente replica a menor tamaño la solución de la cubierta, y sirve de soporte al trabajo de Varejão, dotando a la sede olímpica de una personalidad propia.

Las baldosas de la artista brasileña fueron fotografiadas, ampliadas, e impresas sobre la membrana plástica que recubre las paredes exteriores. La arquitectura fue reducida a esa piel milimétrica exterior, a esa condición superficial en la que la fachada adopta todo el protagonismo. Seguramente no era necesario hacer más, o tal vez el coste hubiese sido extraordinario, pero lo cierto es que nadie dirá que el centro acuático es una gran arquitectura. En el mejor de los casos se dirá que es una arquitectura que va bien vestida para la ocasión.