IñIGO GARCÍA ODIAGA
ARQUITECTURA

Plegar el suelo

Devastada durante la II Guerra Mundial, la plaza de Solidarności, al igual que el resto de la ciudad de Szczecin en Polonia, fue objeto de un urbanismo de emergencia, que primaba la velocidad de la reconstrucción por encima de la calidad urbana. Las malas prácticas, la falta de memoria histórica de los ciudadanos y la desidia de la administración habían convertido ese espacio central de la metrópoli en un residuo mal definido. La llegada del nuevo Museo Nacional se convirtió en una intervención fundamental para poner fin a esta situación heredada.

El estudio local de KWK Promes Architects resultó ganador del concurso que el museo había convocado para construir un nuevo edificio en la plaza, el Centro para el Diálogo Przełomy. Este anexo del Museo Nacional se dedicaría a la historia contemporánea de Szczecin y, por tanto, a la reconstrucción del relato de la identidad de la ciudad que había quedado sepultado por la contienda bélica.

Pero sin duda, el mayor logro del proyecto no está en la calidad arquitectónica del edificio propuesto, sino en su capacidad para transformar el espacio disfuncional y degradado de la plaza en un nuevo espacio público que facilita las interacciones humanas y funde el edificio con el lugar.

En el año 2014, el antiguo Konzerthaus fue reemplazado por un nuevo espacio filarmónico diseñado por el estudio catalán Barozzi Veiga. El edificio se convirtió en el nuevo icono de la ciudad y en el 2015 ganó el premio Mies van der Rohe, considerado el galardón más importante a nivel europeo, lo que abrió el camino para que la arquitectura contemporánea fuese considerada como un agente transformador de la urbe.

Szczecin había sido testigo de excepción de la violencia sufrida por Polonia a lo largo de la historia. Hasta 1945, la ciudad se encontraba dentro de las fronteras de Alemania, después de lo cual se incorporó repentinamente a Polonia. El intercambio inmediato de su población deconstruyó el tejido social y distorsionó la identidad de unos ciudadanos que no sabían a qué atenerse.

Antes de la guerra, la actual plaza Solidarności era el escaparate de la ciudad, con las viviendas más representativas bordeando uno de los espacios públicos más elegantes de la villa y el teatro municipal. Todo el barrio rebosaba vida.

Este área sufrió daños particularmente fuertes durante los bombardeos de las fuerzas aliadas. De hecho, el barrio y su vecindario dejaron de existir, creando una brecha en el tejido urbano. Además, como resultado de decisiones tecnocráticas, esta zona de la capital del voivodato de Pomerania Occidental se convirtió en un nudo logístico del transporte. Una decisión tal vez lógica desde una estrategia territorial de la metrópoli, pero que arrasaba por completo la vida peatonal y social del centro urbano.

Además, la plaza fue escenario de unos hechos dramáticos en 1970, cuando una protesta obrera fue sofocada de manera violenta y dieciséis manifestantes murieron. A partir de ese momento, el lugar se convirtió en un símbolo de lucha por la libertad, el cambio o una nueva prosperidad.

Mediante la unión de dos ideas contradictorias, la construcción de un gran volumen y de un gran vacío a modo de plaza, se definió un híbrido urbano que encierra el espacio de la nueva ampliación del museo, conservando los valores del espacio público abierto. Una consecuencia natural de la decisión de conservar el carácter abierto de la plaza fue la de ocultar una gran parte del volumen del nuevo edificio bajo tierra. La disposición formada por la parte superior del edificio se completó con una elevación análoga, cerrando el interior de la plaza y protegiéndola así del tráfico y del tumulto de las avenidas más concurridas.

Nuevas perspectivas sin barreras. El proyecto elimina las barreras en el punto de encuentro de la plaza y de la ciudad y crea un plano topográfico que, como una alfombra urbana, resuelve el acceso al edificio de la nueva Filarmónica. Además, preserva las direcciones de las rutas peatonales existentes ofreciendo un sendero para bicicletas que ha sido capaz de mantener los árboles originales de la antigua plaza. Este nuevo lugar, incluyendo el museo situado debajo, tiene un borde claramente definido. Sin embargo, su fórmula abierta anima a explorar sus colinas artificiales, que ofrecen una oportunidad para descubrir nuevas perspectivas sobre el lugar. El suelo inclinado inspira múltiples lecturas, siendo por ejemplo para los skaters el lugar ideal para practicar. Durante el invierno, la plaza se convierte en pista improvisada de trineo y enmarcada por las esquinas elevadas, el espacio simula una especie de anfiteatro abierto durante los homenajes a los fallecidos en 1970.

En cierto modo esta suma de actividades, edades e identidades supone un primer acto de reconciliación y de construcción de un sentimiento de comunidad. Hoy en día, la plaza es utilizada por todos los grupos de edad, que pueden convivir de forma amistosa sobre su superficie ondulante, lo que le valió el Premio Europeo del Espacio Urbano 2016. La nueva plaza y el edificio del museo son el sitio donde convergen todos los recuerdos, símbolos y acontecimientos históricos, ya que la topografía de la plaza ha sido capaz de coser el desgarro del tejido urbano, creando un nuevo lugar que contribuye a la reconstrucción de la identidad de Szczecin y un espacio urbano vibrante y multidimensional.