IÑIGO GARCÍA ODIAGA
ARQUITECTURA

Repetición constante

La filosofía clásica definía al hombre mediante sus diferencias respecto de los animales, por el contrario la filosofía moderna prefirió centrar al ser humano como lo opuesto a la máquina. En cambio es innegable que el hombre siente una atracción por lo industrial, por aquello en lo que la máquina y lo mecánico marca su ritmo.

Cientos de sillas de plástico negro reutilizadas cubren la fachada de esta tienda de muebles, diseñada por el estudio de arquitectura Chybik + Kristof, que readapta un antiguo concesionario de coches en la ciudad checa de Brno para albergar un espacio polifuncional.

La antigua sala de exposición necesitaba una actualización, y que el exterior del edificio reflejase una cierta conexión visual con la nueva empresa y los productos que lo ocuparían en el futuro.

La empresa de muebles MY DVA Group solicitó a Ondrej Chybik y Michal Kristof, casi a modo de broma, una solución «muy barata, lo ideal sería que fuese gratis». Su respuesta fue crear una fachada escultórica que requiriera una mínima interferencia con el edificio original, añadiendo una piel decorativa exterior y por lo tanto constructivamente muy sencilla. Para ello utilizaron 900 asientos preformados de plástico negro, con un coste de 2,5 € por unidad. Los asientos fueron atornillados en ángulo sobre una estructura de acero galvanizado que se adhiere sobre la fachada original. Cada pieza se retira una o dos veces al año para poder limpiar el edificio con agua a alta presión. Las sillas cubren en continuidad tres de las fachadas del espacio de 550 metros cuadrados. Esa continuidad se interrumpe mediante una caja de acero, también rematada en color negro, que sobresale de la superficie irregular de asientos marcando el acceso al edificio.

En cierto modo este revestimiento otorga un carácter de diseño a la firma de mobiliario, por lo que actúa como una especie de anuncio y al mismo tiempo le da a la compañía un aire desenfadado y alegre. El edificio está situado en las afueras de Vinohrady, en una de las tantas urbanizaciones construidas en Brno a principios de los años ochenta para absorber el aumento de la población. La estructura original del showroom de automóviles fue construida en la década de 1990, en línea con los edificios comerciales anodinos que pueblan las áreas residenciales de la periferia de la ciudad bajo un concepto repetitivo de bloques de pisos impersonales.

Por el contrario, el proyecto para la tienda de muebles se basa en un diseño con un enfoque muy específico, centrado en la producción del cliente y su conexión con la arquitectura, buscando la identificación entre el espacio y su usuario. La propuesta arriesgada del revestimiento de fachada causó curiosidad entre los vecinos, que rápidamente han absorbido la nueva envolvente como una referencia arquitectónica del barrio.

La silla más vendida. El interior del edificio original fue completamente vaciado para crear una sala de planta abierta con las oficinas en el perímetro y una zona oculta para servicio del personal. La sala de exposición es un espacio central abierto con un techo de hormigón visto y un suelo de chapa de color blanco. Unos tabiques de policarbonato formalizan los diferentes espacios destinados a las oficinas de los empleados, que se sitúan a lo largo del perímetro del espacio de la galería.

Tres espacios circulares que se formalizan mediante cortinas blancas generan de forma puntual ambientes separados para exponer muebles escolares, muebles de oficina y piezas de diseño. Las cortinas que alcanzan de suelo a techo se pueden dejar abiertas o cerradas para que se correspondan con las condiciones de luz en una oficina o escuela. La flexibilidad de la distribución de la sala de exposición hace que el espacio se pueda ajustar fácilmente a diversos eventos y situaciones.

Volviendo a la fachada, hay que comentar que los arquitectos utilizaron el respaldo de una silla modelo Vicenza estándar. Casualmente es una de las más vendidas por el proveedor, ya que ofrece una forma regular gracias a su producción industrial. Su repetición constante convierte el exterior en un ejército de sillas que parecen desfilar con un movimiento rítmico, reiterativo y constante. La fachada no deja de ser una pulsión de repetición, que parece recordar escenas de la película Metrópolis de Fritz Lang, en las que la individualidad queda supeditada por la homogeneidad del conjunto. Una idea que, aunque nos es incómoda, al mismo tiempo nos atrae, ya que hay algo de previsibilidad en la reincidencia y en la constancia de una máquina que nos genera tranquilidad.

Al fin y al cabo, como demuestran algunos estudios científicos, el ser humano no es más que un conjunto de células que se mueven ordenadas bajo un impulso eléctrico que 41 veces por segundo genera una repetición constante, estable y que nos hace sentirnos cercanos a las máquinas.