BERTA GARCIA
CONSUMO

Tarifazo telefónico

Los problemas con las operadoras de telefonía se replican y se reproducen como las setas. Sin duda, cuentan con un clima propicio y estimulante, gracias a los cuidados que les proporcionan las administraciones públicas a costa del rico abono de nuestro dinero, para su mantenimiento artificial.

Basta echar un vistazo a las denuncias de las organizaciones de usuarios, y el ranking de las estadísticas parece un calco de las de antaño. El primer puesto se lo lleva la telefonía, en todas sus variantes. Veamos una muestra que seguramente les sonará: «Consumidores en Acción ha denunciado a seis operadoras de telecomunicaciones por publicitar los servicios de fibra óptica a un precio muy inferior al que realmente ha de pagar el consumidor que los contrata, que en ocasiones es de más de un 200% respecto al precio publicitado. La ley establece la obligación de las empresas de ofrecer en la publicidad el precio final total, incluidos los impuestos, y estas empresas no lo hacen».

Aunque entre los “colistas” no está el equipo casero en el ámbito de la telefonía, éste también cuenta con alguna que otra tarjeta roja, pero se salva. Para el resto de las operadoras denunciadas, la organización de consumidores Facua señala que «las empresas ofrecen la fibra óptica en sus diferentes soportes publicitarios y bajo sus respectivas marcas comerciales a un precio inferior al real, pues a éste hay que sumar el importe correspondiente a la denominada cuota de línea, lo que tratan de hacer pasar lo más desapercibido posible a los usuarios, para que crean que los precios reales son los anunciados. Y nada más lejos de la realidad».

El concepto de cuota de línea, en definitiva, supone únicamente una forma de engañar al consumidor, ya que el mismo forma parte indisociable del servicio ofertado, cuya prestación no es posible sin el abono de dicha cuota. Por esta razón, las empresas están obligadas a incluirla en el precio único, final y total que han de ofertar a los usuarios.

Nada nuevo bajo el sol. Llevamos años aguantando juego sucio y seguimos pagando como si tal, tanto a jugadores como a los árbitros que han olvidado el silbato en casa.