KOLDO LANDALUZE
CINE

«Kingsman: el círculo rojo»

Productor y socio de Guy Ritchie en la frenética época en la que este rodó “Snatch: cerdos y diamantes”, Matthew Vaughn se ha consolidado en tan solo una década como un cineasta muy a tener en cuenta gracias a un estilo propio que nace de su propio pasado aristócrata y su tendencia hooligan a la hora de colocarse detrás de la cámara. Definido como una especie de doctor Jekyll y mister Hyde, el autor londinense ha dejado bien clara cuál es su declaración de intenciones creativa en propuestas tan libres y salvajes como “Kick-Ass”, la cuarta y muy cool entrega de “X-Men” y en la disparatada y telúrica “Kingsman”.

Si bien en su día muchos describieron la aparición en la cartelera de este último título como un filme de espionaje de corte juvenil que funcionaba como un relevo generacional para James Bond y que, a la vez, establecía un juego de tutelaje al estilo “My Fair Lady” entre todo un caballero, Colin Firth, y un chico de barrio, Taron Egerton, “Kingsman” era en realidad todo un caramelo cinéfilo. Y lo era debido al guiño constante que se hacía a películas como “Ipcress” (1965) y al atípico agente secreto Harry Palmer que legó para la posteridad Michael Caine.

Vaughn, echando mano de su fina ironía, definió la película como «acción con buenas maneras, pues las buenas maneras pueden cambiar el mundo. Si todo el mundo se comportara y fuera educado, el mundo sería distinto». Tomando como referencia los cómics firmados por Dave Gibbons, conocido por haber dibujado “Watchmen”, y Mark Millar, creador de “Kick Ass”, “Kingsman” gira en torno a un cuerpo de élite que busca un nuevo miembro y somete a varios jóvenes a unas durísimas pruebas de fuerza, estrategia y compañerismo a la vez que intenta resolver la peligrosa amenaza de un multimillonario psicópata que quiere diezmar la población mundial. Lo que a simple vista puede parecer un filme de acción rutinario, se convirtió en manos de Vaughn en un explosivo e ingenioso cóctel en el que, además de la consabida dosis de acción, nos topábamos con un buen surtido de humor negro y una clara denuncia social en torno a una generación de jóvenes que vive desorientada debido a la crisis global. El ritmo de videoclip, las escenas de acción hipercoreografiadas –con influencias de Quentin Tarantino– y, sobre todo, el derroche de pulsión juvenil, acabaron convirtiendo a “Kingsman” en una cinta vibrante que contó en sus roles protagonistas con Colin Firth, Taron Egerton, Samuel L. Jackson, Mark Hamill y el guiño cinéfilo obligado que proporcionó Michael Caine.

Tres años después del gran éxito de crítica y público que cosechó la primera entrega, llegará a nuestras pantallas una secuela que, bajo el título de “Kingsman: y el círculo de oro”, reincidirá en algunas claves del filme original pero dentro de un engranaje argumental que se aleja del cómic. Guionizada por el propio Vaughn y Jane Goldman, topamos con un variopinto reparto liderado por Taron Egerton, Julianne Moore, Halle Berry, Mark Strong, Jeff Bridges y un Colin Firth que regresa «de entre los muertos» amparado en una cita shakespeariana de “Hamlet”: «Los informes sobre mi muerte han sido muy exagerados».

La presencia estadounidense en el reparto de este acercamiento british al submundo de los agentes secretos y los villanos megalómanos se debe a que, en esta oportunidad, la CIA juega un papel determinante en torno a un plan maestro cuya primera fase ha sido atacar la sede de los espías británicos que lleva por nombre Kingsman. El resto se traduce en un encadenado de dobles juegos y giros imprevistos rodados con elegancia y, a la vez, dotados de un pulso fiero y sin freno.