IBAI GANDIAGA PÉREZ DE ALBÉNIZ
ARQUITECTURA

Las catedrales huecas

Durante los últimos doce años, junto con otras instituciones de Euskal Herria, la Diputación de Bizkaia ha impulsado una jornada destinada a poner en valor el patrimonio construido, industrial, cultural y arquitectónico. En estas jornadas se puede ver a personas apasionadas con su entorno, aquellas que aman las cuencas mineras, los palacios decimonónicos, los vallados de piedra y los cargaderos de mineral. En toda esa gente y en las jornadas que protagonizan, sin embargo, se trasluce el temor a que las cosas que aprecian vayan a ser arrasadas por el progreso.

Ejemplos de patrimonio arrasado no faltan, empezando por el industrial. Las construcciones fabriles de finales del siglo XIX y principios del XX representan, sin duda, piezas de una arquitectura bella y atractiva, curiosamente hecha en la mayoría de los casos sin la intervención de arquitecto alguno.

Sin embargo, una vez desmanteladas las industrias para las que fueron creadas, generalmente los edificios siguen el mismo camino sin mayor miramiento (como ocurrió con la Electra de Santa Ana de Bolueta, en Bilbo).

Otras veces, el cambio o modificación de uso puede devenir en la construcción de un edificio atractivo y con la inmensa fuerza del pasado a sus espaldas. Ese cóctel explosivo de modernidad y tradición ha dado ejemplos notables, como en la rehabilitación que el navarro Ramón Garitano realizó en los hornos de calcinación de siderita en Ortuella, en el FRAC de Dunquerque de los parisinos Lacaton y Vassal, el Port House de Antwerp de Zaha Hadid o en Tabakalera de Donostia de Jon y Naiara Montero.

En el caso que nos ocupa, el estudio del diseñador –que no arquitecto, aunque se dedique brillantemente a la arquitectura– Thomas Heatherwick supone uno de esos casos en los que la arquitectura del inmueble original se funde a la perfección con un lenguaje moderno. El museo Zeitz de Arte Contemporáneo, en Ciudad del Cabo, recogerá la colección de Jochen Zeitz con las obras de los artistas africanos más importantes, y lo hará dentro de un antiguo silo de grano que, en su momento, fue el edificio más alto de todo Sudáfrica.

El bloque sorprende por muchos motivos; el primero, su propia tipología original. Los edificios-silo son enormes estructuras de cilindros huecos de hormigón armado que se apilan una contra a otra, normalmente apoyadas con una edificación secundaria que sirve de oficina y taller. Estos gigantes se recortan contra el horizonte, ya que habitualmente se construyen en lugares de siembra, horizontales.

Tal es el modo en el que podemos encontrar, en los paisajes castellanos, uno de los 667 silos que se construyeron tras la Guerra Civil española. César Azkarate, el arquitecto de San Mames Barria, los llama «catedrales olvidadas».

Volviendo a Ciudad del Cabo, el estudio Heatherwick Architects tomó la encomienda con dos de sus técnicas habituales de trabajo: por un lado, las formas orgánicas, no ortogonales; por otro lado, la idea generadora. En este caso, ambas se fusionaron en una, ya que la idea general parte de la pregunta que se hacía el autor al pensar: «¿Qué pasaría si quitáramos del centro de la sala de silos el volumen de un gigante grano de maíz?».

Las fotografías del atrio central, horadado como si un enorme elipsoide de hormigón hubiera desaparecido de pronto, quitan la respiración. Ese atrio, más allá de lo tremendamente espectacular, sirve también como lucernario y divisor de espacios entre el edificio de los silos propiamente dicho, y el antiguo edificio de oficinas, con uso de hotel.

Heatherwick llamó la atención del mundo en 2010, con el pabellón de Gran Bretaña de la Expo de Shanghái. En él, el londinense ideó un cubo con 60.000 tubos acrílicos transparentes que volaban siete metros desde el cubo, creando la ilusión de un edificio “peludo”. La construcción no era más que una boutade, pero otros proyectos de más calado, como las viviendas del centro de arte Aberystwyth de Gales o las sedes de Google de Mountainview y Londres, hacen que sea un diseñador de importancia internacional a tener en cuenta.

Viendo este proyecto, seguro que en la mente de alguna persona resonará la pregunta: «¿Y por qué no hacen algo así con el edificio de Molinos Vascos de Punta Zorrotza?». Las ventanas rotas, los tejados con agujeros y el mortero desconchado de muchos catedrales olvidadas y huecas seguro que se harán la misma pregunta.