IBAI GANDIAGA PÉREZ DE ALBENIZ
ARQUITECTURA

Un hospital en Ruanda

Cuando Michael Murphy, joven arquitecto estadounidense, supo que en Alabama se iba a construir un memorial para honrar la memoria de los afroamericanos linchados a lo largo de dos siglos, se apresuró a escribir al activista negro Bryan Stevenson, jefe del proyecto, para expresarle su apoyo y preguntarle, de paso, si tenían pensado quién iba a diseñar el edificio. Murphy pertenece a Mass Design Group, un grupo de arquitectos especializados en proyectos relacionados con la arquitectura sostenible, social y comprometida que los ha llevado a construir en Ruanda, Haití, Congo o Malawi, siempre teniendo en la base de su diseño el trabajo con y para la comunidad.

El diseño del Memorial de la Paz y la Justicia de Alabama, visto desde lo lejos, da la impresión de ser una gran galería soportada por unas esbeltas columnas, con una base en forma de oscuro prisma de piedra. Sin embargo, cuando nos acercamos, descubrimos que las bases de las columnas no están apoyadas, sino suspendidas del techo. Cada base es un bloque de granito colgado de un pilar de acero, con el nombre de los asesinados cincelado en él, en una clara alegoría a los ahorcamientos de personas.

En el jardín exterior a la galería, un campo sembrado de monolitos, idénticos a los bloques suspendidos, se colocan como si de un cementerio se tratara. Cada monolito irá a parar al sitio exacto del país donde en su día se produjo el linchamiento, conformando poco a poco una red de pequeños memoriales a lo largo del sur estadounidense.

La colocación de estos monolitos es un símbolo para la sanación de la herida del racismo. Este ejercicio de “sanar” el alma de un país es el tipo de valor que los arquitectos del grupo Mass otorgan a la arquitectura. El grupo inició su andadura de la mano del médico Paul Farmer, fundador de la ONG Partners in Health, una organización que operaba por el África Central construyendo hospitales en áreas remotas. La primera experiencia de Murphy y su socio cofundador, Alan Rick, fue en la construcción del hospital de Butaro, en Ruanda, en 2008, y en él se concentran todos los preceptos de diseño del grupo.

El problema que se veía en los hospitales de esa zona de África era simple: no habían estado pensados. Un enfermo llegaba con una pierna rota al hospital, y la sala de espera, común a todos los enfermos y por lo normal en un pasillo interior y sin ventilación, se convertía en el lugar de propagación de una tuberculosis. Nadie pensaba los espacios, simplemente se construían.

De hecho, en el idioma local de Butaro, no existía un término para decir “arquitecto”. A esta inexistencia de planificación habría que sumarle una falta de materiales y de suministro. Murphy y Rick comprendieron, no obstante, que esto no era sino una oportunidad. De la mano del ingeniero local Bruce Nizeye, organizaron un equipo de trabajo de hasta 4000 personas (la mano de obra era numerosísima), enseñando oficios a los trabajadores y elaborando el diseño del hospital desde los materiales locales.

Un edificio para sanar. Los conceptos de diseño elegidos hacían que el propio edificio se preocupara de la salud del paciente; el pasillo central donde esperar se volcó hacia afuera y se convirtió en una galería exterior, que además proporcionaba vistas a las camas de los enfermos. Preocupado por la necesidad de ventilar y sanear, el hospital de Butaro confió en la ventilación cruzada más que en los sistemas de ventilación eléctricos.

El resultado formal del edificio es único, unido al lugar; se eligió una piedra volcánica, ignorada por la arquitectura tradicional ruandesa basada en el adobe, como elemento principal de los muros de cierre. Las piedras se labraron a mano, una a una, usando poco más que un cincel y un martillo. La proporción de los costes en construcción se invertía con respecto a los de otros países, que cuentan con materiales “baratos” y mano de obra “cara”; en Ruanda, la mano de obra abundaba, y por ello cada lugar estaba totalmente customizado, teniendo la oportunidad de realizar todas y cada una de, por ejemplo, las ventanas de un tamaño distinto, adecuadas al lugar y las necesidades exactas de cada habitación.

La preocupación de Mass Design Group saca a colación una vieja cantinela repetida en las escuelas de arquitectura. Esto es, que la disciplina es capaz de “sanar” o “enfermar” la sociedad. Esto es difícil de creer en una sociedad con múltiples contrapesos, pero en aquellas en vías de desarrollo, es posible que la realización de un edificio marque una poderosa diferencia.