IKER FIDALGO
PANORAMIKA

Legado

Nuestra identidad cultural se construye a través del legado que heredamos. Un sedimento que se deposita a los lados del camino y que marca el rumbo de aquello que nos precede. El sistema del arte es entonces un mecanismo de legitimación. Los estratos que lo conforman actúan desde su parapeto como un filtro, a través del cual se escribe la historia que recibimos. Más allá de los méritos o los deméritos, debemos siempre preguntarnos cuáles son las condiciones y las causas de la trascendencia de unos u otros nombres, de unas u otras piezas. La mano que escribe representando a la oficialidad historiográfica es solo el último eslabón de una cadena completada con cuestiones mercantiles, intereses políticos, moralidades hegemónicas o modos de vida dominantes. Toda esta batería de cuestiones no pretende poner en duda el valor de nuestro pasado; sin embargo, supone una reivindicación de una mirada crítica que como público debemos cultivar y mantener, entendiendo que los espacios de poder son también aquellos que influyen sobre nuestra forma de ver e imaginar el mundo.

Por esto, la exposición que el Museo San Telmo de Donostia propone hasta el 4 de febrero se vislumbra como una propuesta sugerente de cara a la reflexión de la introducción. Fruto de un estudio de Mikel Lertxundi Galiana (Donostia, 1974) las paredes del centro guipuzcoano dan voz a un elenco de creadores que el paso del tiempo ha ido silenciando en su mayoría. “12+1. Becas municipales de Bellas Artes (1893-1936)” muestra el trabajo de trece artistas (doce hombres y una mujer) que el ayuntamiento de la capital becó entre finales del siglo XIX y principios del XX para que completasen su formación en el extranjero. Francisco López Alén, Benito Martínez Sierra, Inocencia Arangoa, José Aguirre, Ángel Cabanas Oteiza, José Arangoa, Jenaro Echeverribar, Edmundo Paillole, Venancio Ayerza, Jesús Martínez Utrilla, José Bengoechea y Luis Álvarez son los nombres que forman el cartel y que, en la mayoría de los casos, por motivos diversos y sobre todo por el devastador rol que cumplió la Guerra Civil, nunca desarrollaron una carrera artística plena.

Eduardo Arroyo (Madrid, 1937), considerado uno de los referentes de la figuración narrativa, habita una de las salas del Museo Bellas Artes de Bilbo hasta el próximo 9 de abril. “Le retour des croisades” reúne 44 piezas, algunas de reciente creación, en las que el autor vuelca gran parte de sus pasiones y sus referentes a través del retrato. El nombre del proyecto responde a uno de los grandes lienzos que Arroyo pintó en el 2017 y que es, a su vez, un homenaje-parodia de una tela pintada en 1910 por Ignacio Zuloaga (Eibar, 1910). Ambos, original y reinterpretación, tienen la oportunidad de convivir entre el resto de cuadros que completan la colección.

Por último, el Museo Universidad de Navarra de Iruñea ha apostado hasta el 20 de mayo por una relectura de parte de la obra de Rafael Ruiz Balerdi (1934, Donostia-1992, Alicante). “Gris Vacío III” es el protagonista de este planteamiento alrededor del cual se despliega “Nuevas lecturas en torno a la colección: Ruiz Balerdi”. Una oportunidad de repensar el trabajo del desaparecido creador, cuya obra fue acogida el año pasado por la sala Kubo Kutxa en una gran muestra individual.