ESTAMPAS

Cuando el periodismo era artesanía

Vivimos tiempos de zozobra en el periodismo, intentando capear la crisis global mientras achicamos nuestras propias vías de agua, que llegaron de sopetón con la red de redes y las nuevas tecnologías. Hay que adaptarse a la era digital, nos dijeron. Y, sin embargo, en Vervins (Estado francés, a unos 30 km con la frontera belga) el olor a plomo, el sonido de las máquinas de escribir, el estruendo de su majestuosa imprenta, nos recuerdan que hubo un tiempo en que el periodista era también artesano, y cada página impresa, una obra de arte. «Aprendí todo en unos pocos meses», antes del retiro de dos antiguos tipógrafos, explica Jenny Braconnier, de 21 años, que se ha embarcado en el reto de mantener vivo el “Demócrata de Aisne”, diario fundado en 1906. Hace un siglo hasta veinte tipógrafos trabajaban para sacar seis páginas diarias; hoy son cinco jóvenes, menores de 35 años, con el apoyo de dos veteranos tipógrafos, quienes siguen usando las técnicas de principios del siglo XX para publicar 1.500 copias semanales. Les va bien. Su gran problema es hallar piezas de repuesto cuando alguna se les estropea. Porque el mundo ya no está para artesanías, bastante tiene con adaptarse.