Iker Bizkarguenaga
cien años de la gripe española

Más letal que la Gran Guerra

Un siglo después todavía hay localidades donde se recuerda los estragos que causó, su marca indeleble en tantas familias. No fue una guerra, pero estuvo estrechamente ligada a una, la Gran Guerra. En 1918, cuando la contienda discurría hacia su final, con el mundo ahíto de muerte, una pandemia originó más víctimas que todas las bombas y las balas juntas. La gripe española diezmó comunidades, causó pavor y recordó a toda la humanidad lo frágil que puede ser.

En la segunda década del siglo XX todo el planeta estuvo pendiente de la Primera Guerra Mundial. No era para menos, pues aquella confrontación bélica, la primera de alcance global, cambió la historia. La Gran Guerra duró algo más de cuatro años, desde el 28 de julio de 1914 hasta el 11 de noviembre de 1918, con la derrota de Alemania y sus aliados y la firma del draconiano Tratado de Versalles. En ese espacio de tiempo, a causa de la sofisticación cada vez mayor del armamento y la crueldad constante del ser humano, más de nueve millones de soldados y siete millones de civiles perdieron la vida, una barbaridad. Y, sin embargo, esas cifras palidecen en comparación con las provocadas por otro evento coincidente en el tiempo: la gripe española.

La también conocida como «gripe de 1918» está considerada como una de las pandemias más mortales de la historia de la humanidad, si no la más letal. El número de fallecidos que causó es todavía objeto de debate un siglo después y las cifras oscilan considerablemente, aunque fuentes rigurosas afirman que el número total de víctimas rondó los 50 millones. Por tanto, casi cinco veces más que la Primera Guerra Mundial. Y si aquella fue una barbaridad sin paliativos, qué decir de esta enfermedad… Quizá no haya adjetivos.

Efecto fulminante. Aquella gripe asoló todo el mundo, de norte a sur y de este a oeste, desde las grandes ciudades hasta los pueblos más pequeños. Apenas la Antártida y algunas islas perdidas del Pacífico Sur resultaron indemnes. Euskal Herria, claro, tampoco quedó a salvo; unos 15.000 ciudadanos y ciudadanas vascas perdieron la vida a causa de ella, y aún hay lugares donde se recuerda aquella tragedia.

Todavía hay un gran desconocimiento sobre la gripe española, desde su origen hasta el modo en que adquirió su virulencia. Teorías al respecto las hay para todos los gustos. Por ejemplo, la que sitúa al “paciente cero” en el emplazamiento militar de Camp Funston, en Fort Riley (Kansas), el 4 de marzo de 1918, pero esta afirmación tan redonda no tiene base y parece más un asidero propicio para enhebrar un relato periodístico. Lo único que puede afirmarse a ciencia cierta un siglo después es que diferentes cepas del virus H1N1 fueron mutando hasta que una de ellas se volvió extremadamente agresiva, causando la mayor parte de las muertes en otoño de aquel año. De hecho, la mayoría falleció en un plazo de trece semanas. La gripe no solo era letal, era fulminante. Había quien empezaba a toser por la mañana y a la noche ya había muerto.

Fue tan tremenda y dañina que las investigaciones desarrolladas a partir de tejidos obtenidos de víctimas congeladas todavía siguen siendo controvertidas, pues la posibilidad de un escape accidental, o incluso de una liberación intencionada, pende como una amenaza latente. Lo que sí parece confirmarse es que la muerte sobrevino a sus víctimas, buena parte de ellas personas jóvenes y en buen estado de salud, a causa de una tormenta de citocinas (una reacción inmunitaria defensiva que se puede descontrolar y acabar causando la muerte). Los primeros síntomas eran los de una gripe estacional, con irritación y dolor de garganta, y fiebre. Pero súbitamente, los enfermos sufrían mareos y convulsiones, pérdida de audición, visión borrosa, les aparecían manchas oscuras… luego, la gripe se complicaba con una neumonía bacteriana, que fue la causante de la mayoría de las víctimas.

Se estima que la tasa de mortalidad de la pandemia fue del 2,5% del total de la población. Entre quienes cayeron enfermos se hallan ilustres personajes como Franklin Delano Roosevelt, Alfonso XIII, Franz Kafka, Mustafá Kemal Atatürk, Amelia Earhart o Edvard Munch, y la gripe se llevó por delante a otros no menos conocidos, como Woodrow Wilson, Gustav Klimt, Max Weber, Otto Wagner, Egon Schiele, el príncipe Erik de Suecia y su homólogo Humberto de Saboya, entre muchos otros. Con todo, la peor parte se la llevó Asia, especialmente China e India, donde los fallecidos se contaron por millones. Si miramos a Occidente, en Estados Unidos cerca del 30% de la población padeció la enfermedad y murieron entre 500.000 y 650.000 personas. En Gran Bretaña, 250.000; en el Estado francés, 400.000; en Italia, otro tanto. Además, en el África subsahariana se estiman entre 1,5 y 2 millones de víctimas mortales. Los efectos, además, eran casi inmediatos. En el pueblo inuit de Fairbanks (Alaska), de sus 80 habitantes 78 fallecieron en solo una semana.

La concurrencia de la guerra, sin duda, fue determinante para la expansión de la pandemia y para sus efectos devastadores. El movimiento de tropas y la modernización de los medios de transporte, el hacinamiento de miles de personas, la debilidad de los soldados, incluso el uso de ciertos gases como herramienta de guerra, pudieron influir en que aquella gripe acabara siendo un arma de destrucción masiva. Según algunas fuentes, tres cuartas partes de los soldados franceses y la mitad de los británicos enfermaron. Es más, en países como Australia, que había mantenido la pandemia a raya a través de una cuarentena, el regreso de las tropas tras el armisticio dio rienda suelta a la gripe y sus funestas consecuencias.

Aunque si la pandemia se cebó con los combatientes, en la retaguardia la situación no fue mucho mejor. Proliferó el uso de mascarillas en fábricas, hospitales, escuelas, universidades… incluso con sanciones para quien no se las pusieran, pese a que muchas de aquellas mascarillas de tela eran absolutamente ineficaces. Se cerraron teatros, se cancelaron espectáculos y llegó un momento en el que el pánico hizo acto de presencia. Se dispensaron millones de aspirinas y otros medicamentos, y también aparecieron vendedores de elixires y tónicos milagrosos. Hay quien hizo su agosto, pero otros acabaron malparados cuando la aterrorizada población se dio cuenta de que no eran más que embaucadores y charlatanes. Al final, aquella gripe se fue como llegó: mató a destajo, inmunizó a quienes tuvieron mejor suerte y desapareció.

¿Por qué se llama gripe española? Sobre el nombre que se le dio a aquella pandemia, en la prensa española ha calado la teoría de que el gentilicio que lleva aparejada se debió a que los medios y las autoridades de los países que se hallaban en guerra callaron sobre la enfermedad, para que no cayera la moral de la población y de la tropa, mientras que, al ser el Estado español neutral, los medios locales sí que informaron de la enfermedad, llamándosela por ello gripe española.

La realidad, sin embargo, no parece abonar esta tesis. Según expone Anton Erkoreka, director del Museo Vasco de la Historia de la Medicina en un artículo publicado en la revista “Investigación y Ciencia” en junio del año pasado, el brote primaveral de la gripe fue relativamente benigno y apenas afectó a la población civil, sin que tuviera un gran eco en la prensa. Sin embargo, en mayo de ese año 1918 apareció en Madrid un brote epidémico muy grave que llevó a los periódicos a informar de esta enfermedad, primero en páginas interiores y luego en las portadas. Los medios españoles se refirieron a aquella epidemia como “La enfermedad de moda” o “El soldado de Nápoles”, y le dieron amplia cobertura. Aunque no se ofrecieron cifras de muertos, los registros señalan que del 1 al 23 de mayo fallecieron de término medio y por todas las causas algo menos de 40 personas al día en la villa castellana. El día 24, fueron 53; el día 27, 84; y el día 31 murieron un total de 114 personas. A partir de ahí, las cifras fueron menguando, pero en ese punto culminante los medios internacionales empezaron a informar sobre la enfermedad, y el 2 de junio, el corresponsal de “The Times” en Madrid empleó por primera vez el término Spanish Influenza o gripe española. Pocas semanas después ese término se había extendido en todo el mundo.

Erkoreka apostilla en el citado artículo divulgativo que «cabe afirmar sin lugar a dudas que Madrid se convirtió en el epicentro del primer brote importante de esta pandemia gripal en los meses de mayo y junio de 1918», y que aquel episodio supuso «un salto cualitativo» respecto a la evolución de la pandemia.

Lógicamente, a los españoles nunca les ha gustado ese sambenito, pero los datos son elocuentes, y si bien no se puede decir que la pandemia de 1918 empezara en Madrid en mayo, sí puede afirmarse que una cepa letal del virus afectó a esa ciudad y que esa etapa fue importante y significativa en la evolución de la pandemia global, aun siendo todavía más leve que la onda pandémica más grave, la que estalló de forma simultánea en todo el mundo en otoño y que fue también la que afectó más intensamente a la población vasca.

 

ANTON ERKOREKA

«Habrá más pandemias gripales,lo que no sabemos es cuándo ni cómo»



Anton Erkoreka (Bermeo, 1950) es director del Museo Vasco de la Historia de la Medicina y de la Ciencia, que se halla en el campus de la UPV en Leioa, y es uno de los mayores expertos en la gripe española. Ha escrito numerosos artículos al respecto, y su libro “La pandemia de gripe española en el País Vasco (1918-1919)” es una herramienta fundamental para conocer su alcance en nuestro país.


¿Qué es la gripe? ¿Qué tipos de gripe hay?


La gripe es una infección vírica que se transmite fácilmente por vía área, y provoca epidemias muy amplias que, a veces, se extienden por todo el mundo recibiendo la denominación de pandémica. Hay dos tipos de gripe: por un lado, la estacional, que aparece cada año, generalmente en invierno o primavera y que produce mayor mortalidad en gente mayor y personas enfermas. Cada año este tipo de gripe puede matar en todo el mundo a entre 250.000 y 500.000 personas. El segundo tipo de gripe es la pandémica, que aparece en periodos mucho más largos, de veinte a veinticinco años. Afecta sobre todo a adultos jóvenes y provoca mortalidades muy elevadas, de millones de personas en todo el mundo. Reciben el nombre del país en el que se detectan, por ejemplo gripe rusa, gripe asiática, gripe italiana, gripe española, etc.


Un siglo después quedan incógnitas sobre el origen de la gripe española. Se ha citado el caso de Camp Funston, en marzo de 1918, pero quizá sería simplificar demasiado, ¿Qué se sabe a ciencia cierta?


Hay tres hipótesis sobre el origen de la pandemia gripal de 1918. La primera la supone de origen asiático porque a finales de 1917 hubo varias epidemias en China que coincidieron con que cientos de miles de chinos fueron llevados a Estados Unidos y a Europa para trabajar en la retaguardia, apoyando el enorme esfuerzo de guerra que estaban haciendo los aliados.
La segunda hipótesis supone que el caldo de cultivo para el desarrollo de la pandemia ocurrió en los campos militares y en los frentes de guerra donde se hacinaban, en condiciones inhumanas, millones de hombres. En la retaguardia, en Europa, están bien documentadas las epidemias de infecciones respiratorias agudas, en 1916 y 1917, en el campo británico de Étaples, en el noroeste de Francia, que llegó a albergar hasta 100.000 hombres. En el archivo de los Servicios de Salud del Ejército galo también encontramos muchas alusiones a episodios de neumonías y bronconeumonías entre 1916 y 1918, entre los trabajadores de la Indochina francesa (Annam) que fueron llevados a Francia para colaborar en la lucha. Se citan como pneumonies des annamites y pienso que son un antecedente muy a tener en cuenta. La tercera hipótesis y la que más difusión ha tenido, se centra en los campos militares estadounidenses donde iban los reclutas para recibir formación militar. EEUU movilizó dos millones de soldados hacia Europa y gracias a eso los aliados ganaron la Primera Guerra Mundial. En esos campos, como Camp Funston, aparecieron epidemias de gripe en los primeros meses de 1918. Algún autor sensacionalista llega a dar incluso el nombre del “caso cero”, identificándolo como uno de los cocineros de este campo militar. Sobre el origen real de la pandemia, a cien años vista es muy difícil saberlo. Pienso que diferentes cepas del virus H1N1 fueron mutando hasta que una de ellas, en verano de 1918, resultó extremadamente virulenta y fue la responsable de la mayoría de las muertes en otoño de ese año.    


También hay discrepancias sobre el número de víctimas. ¿Cuál podría ser una cifra estimada de ellas?


Hay que afirmar con rotundidad  que la pandemia de gripe española ocasionó en todo el mundo entre 40 y 50 millones de fallecidos. Otras cifras exageradas, como 100 millones de personas, son falsas y solo pretenden crear miedo en la población. Este miedo es el que, en situaciones de alarma, como la fallida pandemia de 2009, llevó a los estados a hacer compras masivas que luego resultaron inútiles.


En todo caso, puede asegurarse que fue una de las mayores catástrofes sanitarias de la humanidad.


Ha sido la pandemia más grave de los últimos siglos. Como ocurrió al final de la Primera Guerra Mundial, que fue una verdadera carnicería, ha quedado eclipsada, como oculta tras la guerra. Si la comparamos con otras catástrofes sanitarias que conocemos, podemos decir que la peste negra de 1348 mató como mínimo a 25 millones de personas en Europa, y el virus del sida ha matado algo más de 40 millones de personas en todo el mundo, pero en un período de tiempo mas largo, entre 1980 y la actualidad.


Afectó sobre todo a adultos jóvenes sanos. ¿Por qué?


Las gripes pandémicas afectan, fundamentalmente, a adultos jóvenes. Hombres y mujeres entre 20 y 40 años. Parece una contradicción pero creemos que estas muertes se producían precisamente porque sus defensas inmunológicas eran potentes y reaccionaban en exceso al ataque de un virus muy virulento. Esto se explica porque se produce lo que se llama una tormenta de citocinas y esta reacción es la responsable de las muertes en hombres y mujeres jóvenes.  


¿La concurrencia con la Primera Guerra Mundial fue importante para su expansión y alcance?


Yo creo que apareció indefectiblemente vinculada a la Gran Guerra y a las condiciones en las que esta se desarrolló y vivieron los soldados. De todo el mundo llegaron a luchar en los frentes de Europa y a trabajar en la retaguardia unos 40 millones de personas. Los que estaban en los frentes de guerra vivían metidos en trincheras, pasando frío y humedad en unas condiciones inhumanas, otros hacinados en campos militares esperando su traslado al frente. Fue la primera guerra en la que se usaron masivamente treinta tipos diferentes de gases y otros productos tóxicos que, seguramente, también influyeron en el desarrollo de la pandemia.


¿Cuál es la razón de que se denomine gripe española?


Entre mediados de mayo y mediados de junio hubo un brote intenso de gripe en Madrid que afectó a la mitad de la población. De los 600.000 habitantes que tenía en esa época enfermaron 300.000. Ahora bien, la tasa de mortalidad fue de entre uno y dos fallecidos por cada 1.000 habitantes. Esta gran afectación y el tratamiento amplio que le dieron los medios de todo el mundo fue lo que hizo que se le llamara “gripe española”. Esta denominación nació de una noticia del 2 de junio de 1918, en el periódico británico “The Times”, en el que se le denominó Spanish Influenza.     


La primera oleada, la de primavera de 1918, fue relativamente benigna, no así la que se produjo en otoño, que causó unas grandes tasas de mortalidad. ¿Qué ocurrió en ese periodo para que se produjera ese cambio? ¿Hubo alguna mutación en el virus?


El virus de la gripe muta continuamente y algunas cepas de la primavera y el verano fueron cada vez más virulentas. La del otoño fue muy agresiva y produjo la mayoría de los muertos. Volviendo al brote de Madrid, quiero recordar los datos del artículo que he publicado recientemente en la revista “Investigación y Ciencia”. Al haberse inmunizado más de la mitad de la población de Madrid en primavera, el brote de otoño fue mucho más leve. Concretamente, en Madrid solo murieron 4 por cada 1.000 habitantes en otoño, mientras que en las provincias del norte de la Meseta, como Burgos o Zamora, que apenas sufrieron la onda de primavera, murieron en otoño 16 por cada 1000 habitantes. Sus habitantes no estaban inmunizados y el virus causó una verdadera hecatombe en esas provincias.


 ¿Cómo es posible que se difundiera tan rápido?


No lo sabemos y es bueno que los investigadores reconozcamos que no sabemos todo de todo. En mayo de 1918, la primera onda de la pandemia de gripe apareció simultáneamente en Europa, América del Norte y algunos países de Asia. En otoño apareció en todo el mundo al mismo tiempo, y no había aviones como hoy que, en pocos días, pueden extender un virus por todo el planeta. Los barcos tardaban semanas en atravesar el Atlántico o el Pacífico.


¿De cuántas oleadas podemos hablar?


Se produjeron entre tres y cuatro ondas u oleadas epidémicas: primavera de 1918; la más grave en otoño de 1918; hubo un rebrote, fundamentalmente en el hemisferio Sur, en los primeros meses de 1919 y, en algunos lugares, otro rebrote suave en los primeros meses de 1920. En el caso de Bilbao, por ejemplo, los boletines epidemiológicos nos confirman que se presentaron los cuatro brotes y, según nuestros cálculos, provocaron la muerte de 0,6 por 1.000 habitantes en primavera de 1918; 8,4 por 1.000 en otoño; 3,1 por 1000 en 1919 y 2,2 por 1000 habitantes en 1920.


¿Cuál fue la incidencia de la gripe en Euskal Herria?


Con la ayuda de estudiantes de medicina hemos recogido las tasas de mortalidad que produjo esta pandemia en algunos de nuestros pueblos y la media que hemos calculado, es que murieron 12 personas por cada 1.000 habitantes. En total, la pandemia gripal de 1918 mató a 15.000 personas en Euskal Herria. Esta cifra de poco más del 1% de la población muerta por la gripe es similar a la del resto de Europa, donde solo los países escandinavos presentan cifras algo más bajas, igual que las cifras de Francia aunque, en este caso, los datos no son muy fiables, porque el país estaba inmerso en la Gran Guerra.  

 
¿Hubo pueblos y comarcas más afectados que otros? ¿En qué mes fue mayor la incidencia de la gripe?


La primera onda afectó fundamentalmente al Bilbao metropolitano. La segunda se inició en la muga del Bidasoa en setiembre y, para octubre, ya se había extendido por todo el territorio. Algunas zonas, como los Pirineos de Iparralde, recibieron la enfermedad el mes de noviembre. El recuerdo de esta pandemia ha llegado hasta nuestros días, con datos reales que hoy en día podemos confirmar porque así ocurrió en todo el mundo, como que mató a muchas embarazadas o que produjo muchos abortos espontáneos.  


A lo largo de la historia se han ido sucediendo epidemias o pandemia con una frecuencia relativa, ¿cree que volveremos a ver algo parecido?


Seguro que volverá a haber pandemias gripales. Algunas serán muy virulentas como la de 1918 y otras menos, como la de 2009. Lo que no sabemos es cuándo o cómo ocurrirán. La superpoblación del mundo, el deterioro del medio ambiente, el cambio climático y otras causas favorecen, además, la aparición de enfermedades emergentes y reemergentes. Estos últimos años ya lo hemos visto con la expansión de algunas enfermedades tropicales como el ébola, el zika, el dengue, chikungunya y otras que pueden empezar a ser un problema, incluso en Europa.  
La medicina ha avanzado mucho en un siglo, ¿estamos hoy suficientemente preparados para hacer frente a una pandemia de este tipo?


En 1918 creían que el responsable era una bacteria, bacillus influenzae o bacilo de Pfeiffer, y luego se vio que era un virus. Sabemos más y tenemos más medios para hacer frente a una nueva pandemia vírica y, sobre todo, a sus complicaciones bacterianas, que fueron las responsables de la mayoría de los fallecimientos. El gran problema es que una situación de emergencia como ésta y la demanda masiva de asistencia por parte de la población colapsarían nuestros hospitales y nuestros centros de salud, que se verían desbordados e incapaces de atender a todo el mundo.