IñIGO GARCIA ODIAGA
ARQUITECTURA

Materia sincera

La realidad física de la arquitectura, su construcción, recae sobre su materialidad, un concepto complejo, más si cabe en una era en la que la fabricación digital y la tecnología permiten generar cualquier ficción. La transformación de las materias primas para su puesta en obra, una vez convertidas en materiales, es clave para modular la apariencia final de la arquitectura. Si durante ese proceso de transformación la materia pierde su esencia, de alguna manera se anula su valor. Un ejemplo claro es el erróneamente ahora tan valorado solado cerámico que imita la madera, un material perverso que ni es madera, ni cerámica, ya que su disfraz anula toda posible sinceridad de la materia.

La experiencia, y por lo tanto la historia, dicta que hay un cierto valor en que los materiales hablen por sí mismos y aparezcan sin cosmética añadida, mostrando por tanto su verdadera naturaleza. O como explican muchos teóricos de la disciplina, hay que dejar que los ladrillos aparezcan como ladrillos, la madera como madera, o el hierro como hierro, cada uno de acuerdo con las leyes estructurales que se les aplican, cada uno con su propia genética, haciendo gala de su propia esencia.

El último proyecto llevado a cabo por los arquitectos de Groupwork, liderados por Amin Taha, ha seguido esta idea clásica, para la construcción de un edificio capaz de albergar apartamentos y oficinas, así como grandes estudios en el área central de Londres. Debido a los antecedentes históricos del lugar, el edificio se asienta sobre los antiguos trazados de una abadía normanda del siglo XI, y el proyecto utiliza la piedra caliza como elemento principal estructural y de acabado.

Los arquitectos plantean con esta obra la integración del patrimonio arquitectónico en la construcción contemporánea, y es mediante el uso de la piedra con lo que en cierto modo, pretenden generar una arquitectura que, a pesar de nueva, nace ya cargada de historia. Durante la redacción del proyecto se realizó un meticuloso estudio para investigar el contexto y una serie de posibles soluciones de ajuste para respetar las ruinas de la antigua abadía. Originalmente, el edificio religioso había sido construido por el Barón Jordan Briset. Posteriormente, fue ampliado y remodelado hasta su disolución en el siglo XVI con la revolución religiosa, precipitando una ruina gradual a través de la subdivisión y la conversión de sus partes en grandes mansiones para los recién nombrados Barones protestantes.

Oliver Cromwell trajo la revolución republicana y remplazó las mansiones baroniales por una nueva y sobria casa, antes de que la historia viese entre aquellos muros la estancia de personajes como Marx y Lenin. En las últimas décadas una sala destinada a la venta de muebles había ocupado los restos de los antiguos comedores de la abadía y el claustro, antes de que un incendio en la década de 1970, dejase unas pocas piedras y el trazado de la carretera como recuerdo del convento de las monjas.

Los normandos descubrieron que la piedra caliza, cuando se mantiene mojada en la cantera, permanece lo suficientemente blanda para poder ser tallada más fácilmente antes de calcificarse y endurecerse, y ser así empleada incluso en fortificaciones. Una tecnología que explora la naturaleza de la piedra y que permite tanto establecer conquistas exitosas, como esculpir la tracería más fina en edificios religiosos y señoriales.

El proyecto del nuevo edificio intenta sumarse al entorno construido, mediante la actualización de aquellos métodos constructivos que sirvieron para dar forma a la abadía original, aprovechando por tanto las posibilidades poéticas inherentes de la piedra y dando con ello continuidad al lenguaje arquitectónico primitivo.

La piedra utilizada proviene de la misma cantera de Portland, en el condado de Devon. Una formación rocosa que hace 350 millones de años se encontraba bajo el mar del Canal de la Mancha, y que revela claramente en su textura el coral fosilizado o las conchas de amonita de su pasado marino. La utilización de estos acabados naturales es muy inusual hoy en día, ya que el vínculo entre arquitectos y canteras también se ha perdido. A menudo, pequeñas piezas de muestra, preparadas a modo de mosaico, son la única conexión y comprensión del material que conformará la fachada del edificio.

La idea de mantener los fósiles, así como las huellas del barrenado para extraer del lecho de la cantera los bloques de piedra hablan de esa idea de mantener la sinceridad de la materia, al dejar sobre la piedra las marcas de su proceso de transformación en material constructivo. De este modo, la fachada del nuevo edificio adopta ese aire atemporal que hace que el edificio quede insertado en la historia del lugar gracias a la naturaleza pétrea, masiva y directa de su construcción.