MIKEL INSAUSTI
CINE

«Green Book»

En lugar de rendirse y aceptar que el tipo de humor políticamente incorrecto de los hermanos Farrelly ya no tiene cabida en el Hollywood actual, Peter Farrelly se ha rebelado como un buen emprendedor de la edad madura, buscando una alternativa a la censura que les ha dejado fuera de juego desde hace unos años a él y a su hermano Bobby. Basta comparar su genial ópera prima “Dos tontos muy tontos” (1994) con la insulsa secuela “Dos tontos todavía más tontos” (2014), para darse cuenta de que, sin la mordiente del principio, sus comedias habían quedado totalmente descafeinadas. Para ello, el veterano cineasta de 62 años ha tenido que desaprender y dejar atrás su estilo de siempre, atreviéndose a empezar de nuevo en solitario y desde cero con el primer drama de su carrera. También es la primera película suya que presenta personalmente en un gran festival de cine, dando la campanada al ganar el Premio del Público en Toronto. La sorpresa ha sido mayúscula y “Green Book” ya suena en las quinielas de los Oscar, sobre todo para las categorías de interpretación y guion original.

El riesgo no solo es creativo, sino igualmente económico, porque “Green Book” ha costado 23 de millones de dólares, que sin premios nunca podría recuperar en la taquilla. Pero si a las buenas críticas y a los sucesivos reconocimientos anuales le añadimos los comentarios favorables del público en las redes, no cabe duda de que en los próximos meses irá remontando gracias a la distribución internacional. Los Farrelly tuvieron su época dorada en la década de los noventa con además de la mencionada “Dos tontos muy tontos” (1994), “Vaya par de idiotas” (1996), “Algo pasa con Mary” (1998), “Yo, yo mismo e Irene” (2000), “Osmosis Jones” (2001) y “Amor ciego” (2001). Eran comedias gamberras e irreverentes que no respetaban el trato sobreproteccionista hacia las personas con defectos físicos o discapacidades, algo que hoy en día está tan desterrado como el ver fumar o practicar el sexo en pantalla.

Ya no hay nada de todo eso en “Green Book”, que es una película de carretera que sigue un desarrollo dramático con sutiles toques humorísticos. Es una historia de amistad interracial y de superación localizada en el Sur segregacionista de los años sesenta, cuyo guion original se inspira en personajes reales. El coguionista Nick Vallelonga, que ha colaborado en la escritura del libreto con Peter Farrelly, se ha basado en su padre Lip Vallelonga. La aportación del director de la película ha sido el diseño de unos memorables y chispeantes diálogos, junto con la relación de contrastes que se establece entre la pareja protagónica que comparte viaje.

Al transformarse en Lip Vallelonga, Viggo Mortensen consigue la caracterización más divertida de su carrera, no solo por el marcado acento italoamericano, sino también por sus modos bruscos, así como por su comportamiento y lenguaje vulgares. No en vano se trata de un guardaespaldas que, al perder su puesto de empleado de seguridad en un club nocturno de moda en el Nueva York de 1962, tiene que buscar trabajo de lo que sea. Y lo encuentra como chofer de un virtuoso pianista que inicia una gira de recitales por el sur de los Estados Unidos, de ahí el título de la película, que se refiere al libro verde o guía turística que incluía la relación de alojamientos permitidos para personas de raza negra.

El pianista de formación clásica es encarnado por el actor afroamericano Mahershala Ali, ganador del Oscar como Mejor Actor de Reparto por “Moonlight” (2016), y máximo protagonista de la tercera temporada de la serie televisiva “True Detective”. El concertista es un tipo estirado cuyo refinamiento choca en unos tiempos en que la educación estaba al alcance de muy pocos negros, pero gracias a su nuevo amigo descubrirá su temperamento más étnico y hasta se lanzará a improvisar música de jazz.