IBAI GANDIAGA PÉREZ DE ALBENIZ
ARQUITECTURA

Ballenas. Pinturas. Eneko

Ballenas. Pinturas rupestres. Eneko Atxa. ¿Qué tienen en común? Lejos de querer emular algún programa de televisión que nos lanza datos aparentemente inconexos, esos tres nombres nos dan cuenta de la enorme variedad de temática que maneja un estudio de interiorismo como Casson Mann. Los londinenses son unos de los grandes exponentes de la arquitectura de interiores, disciplina del diseño que no siempre tiene una relación cordial con la arquitectura.

La relación de los arquitectos con formación clásica con la decoración siempre ha sido de amor-odio. No pocas veces se escuchan desdenes al proyecto de interiores en las Escuelas de arquitectura, considerándolo de un orden menor. Sin embargo, el proyecto de interiores es una empresa compleja, que exige un nivel de detalle y cuidado en obra de la que, en ocasiones, la obra mayor carece.

En esta era de la información visual, la decoración es clave para que el arquitecto transmita su idea del espacio. Hay casos en los que esta cobra mayor importancia que la obra arquitectónica en sí, como por ejemplo en la Villa Mairea, la obra cumbre del maestro de la modernidad, el finlandés Alvar Aalto. Aunque la casa se toma como un paradigma de adaptación de la arquitectura al paisaje y el primer ejemplo de la fusión de la modernidad con los conceptos de arquitectura ecológica, se conoce sobre todo por sus interiores, que marcan las líneas de la arquitectura nórdica; su interior de madera, ladrillo pintado de blanco, los textiles, el uso del gres… podríamos pensar que es el último catálogo de decoración recibido en el buzón de casa, y al contrario, es un diseño de los años 30.

La transmisión de esa idea de fusión con la naturaleza y de recogimiento que quería conseguir Aalto se ha logrado mediante esas imágenes que muestran la decoración de la casa. El único problema es que el proyecto de interiores y el de mobiliario y decoración no fue de Aalto, sino de su esposa, la también arquitecta Aino Marsio-Aalto, relegada a un segundo plano. En este caso, al problema del machismo de la época se añadía el supuesto orden inferior de la disciplina de interiorismo, cuestión que se dio también con Lily Reich, coautora del Pabellón de Barcelona y la casa Tugendhat de Mies van der Rohe.

Sea como fuere, la decoración permite vivir el espacio proyectado, y humaniza el proyecto, complementa y refuerza la arquitectura. Volviendo al estudio londinense Casson Mann, esta relación de interdependencia con el espacio arquitectónico es perfectamente entendida. No en vano la fundadora del estudio, Dina Casson, es hija de los arquitectos Margaret MacDonald y Hugh Casson, quien fuera tutor del propio Carlos de Inglaterra.

El estudio acaba de recibir un premio por la decoración del Centro de Arte Rupestre de Lascaux, obra conjunta con el equipo Snøhetta. En él, el visitante pasa por una sala de la que cuelgan, casi a modo de sábanas, unos segmentos de un molde de la cueva original de Lascaux, sobre los que se proyectan, desde el banco inferior, las imágenes de las pinturas paleolíticas originales.

Aunque en Lascaux la decoración eclipsara a la arquitectura, no es así en el caso del Museo de Historia Natural de Londres, donde la labor de Casson Mann ha consistido en hacer brillar en el edificio decimonónico proyectado por Alfred Waterhouse, mediante una pieza única, un esqueleto completo de una ballena azul suspendido en el hall de entrada. Esta pieza sustituía al clásico esqueleto de dinosaurio, pero al ser suspendido el esqueleto permitía la liberación del espacio inferior. El estudio ya trabajó con un concepto parecido en 2004, cuando colocó un gigantesco disco de aluminio de 13 metros de diámetro suspendido en el hall del Museo de la Ciencia de Londres, o cuando decoró el atrio del Imperial War Museum de Norman Foster con más de nueve vehículos “colgados” de los huecos existentes.

Experiencia sobre los sentidos. En el restaurante Eneko, del chef Eneko Atxa en Londres, es donde se puede ver el trabajo del proyecto de interiores en su plenitud; el chef buscaba transmitir un espacio de convivencia, pero al mismo tiempo había numerosos valores que se querían hacer notar, en ocasiones contradictorios los unos con los otros: tradición, modernidad, convivencia… Los interioristas deciden crear un doble espacio, demoliendo una de las plantas para introducir la luz natural, revelando los pilares metálicos. Siguiendo con ese esquema de luz, se crea una escalera con un acabado de cobre pulido, que anuncia al comensal que baja que la experiencia va sobre los sentidos.