TERESA MOLERES
SORBURUA

Árboles ornamentales

Una alameda, en sus comienzos, era un camino poblado de álamos; luego su nombre se extendió a otros árboles para formar olmedas, hayedos, saucedas y robledales. Situadas en las riberas de los ríos formaban un paisaje natural. La gente frecuentaba estos lugares buscando la sombra en los días veraniegos. Más tarde, los árboles plantados fuera de las murallas medievales facilitaron espacios que permitían la reunión de los ciudadanos en mercados, paradas militares, bailes y romerías. Otras alamedas con fines ornamentales llegaron a constituirse en jardines públicos y de recreo. En el siglo XVI, las ciudades nobles centroeuropeas adornaban sus caminos de acceso con arbolado que más tarde dieron lugar a paseos a pie o en coches de caballos. Así nacieron los bulevares, promenades, avenidas y malls, dependiendo del país.

Hoy en día, al caminar por las ciudades, observamos que la variedad de árboles es muy rica. El plátano es el más popular, por su sombra y tolerancia a la polución; al comienzo de la primavera se ven lustrosas camelias; les siguen en floración los prunos, con espectaculares flores rosas o blancas; también están las magnolias soulangeanas, con flores que nacen antes de las hojas; sin olvidar las flores del manzano ornamental y posteriores manzanitas. Encontramos, además, ejemplares de reciente introducción, como el lagerstroemia con panículos florales rosas o violetas; el cercis o árbol de Judas, cubierto de flores rosas en primavera; albizias con hojas parecidas al helecho y flores en ramillete blanco rosado o el ginkgo, el parrotia y el amelanchier, atractivos por el esplendor de su follaje en otoño.

Moreras y jacarandas se van quedando solas, su porte y follaje es magnífico e inigualable pero las moras comestibles aplastadas ensucian las aceras y las maravillosas flores azules caídas de la jacaranda manchan las losas de los paseos. Completando el recorrido están los más conocidos: variedades de arces de delicados colores otoñales; castaños carnea de flores rosas con vistosas alineaciones; hayas con follaje amarillo otoñal; tilos, el árbol sagrado de los pueblos nórdicos, con flores aromáticas y hojas acorazonadas; quercus todavía jóvenes, y abedules de corteza resplandeciente. Y la lista sigue, lo que hace todavía más interesante el paseo por la ciudad.