MIKEL SOTO
gastroteka

Tabasco

La salsa de la que voy a hablar hoy, la salsa Tabasco, es una de las más conocidas del mundo y tiene, cómo no, su punto de leyenda. Está claro que Edmund McIlheny emigró a Nueva Orleans hacia 1841, que comprara unos chiles a un tal “Gleason” suena ya bastante más raro, pero lo cierto es que, fuera como fuera, consiguió y plantó chiles en la Isla de Avery antes de abandonarla a causa de la Guerra de Secesión. Los chiles que plantó provenían de la región mexicana de Tabasco, “tierra caliente y húmeda” en náhuatl, que es precisamente lo que necesitaban los chiles para crecer y lo que encontraron en esta isla sureña. Finalizada la guerra, la familia McIlheny volvió a sus tierras para comprobar que estaban cubiertas de plantas de chile y, así, Edmund comenzó a probar distintas recetas hasta que hacia 1868 dio con la que conocemos a día de hoy, que se hace con chile rojo, vinagre, agua y sal. Se recogen manualmente los chiles y se trituran nada más ser recolectados para ser mezclados con la sal procedente de las minas de la isla de Avery antes de meter la mezcla resultante en barriles de roble blanco para que fermente durante tres años. Entonces se prueba, se mezcla con vinagre blanco destilado, se remueve durante semanas y después se cuela para ser envasada en las icónicas botellitas que conocemos.

El éxito de la salsa fue inmediato, así que McIlheny comenzó a venderla y, en la miserable posguerra norteamericana, se extendió como el fuego. En poco más de una década, Tabasco ya importaba su salsa a Europa y, con el tiempo, estaría presente en casi todo el mundo apareciendo en recetas, cócteles y en la cultura popular. Desde la Guerra del Golfo en 1990 es parte de la ración de comida de las tropas norteamericanas y no por casualidad. El futuro presidente de Tabasco, Walter McIlhenny, participó en la Segunda Guerra Mundial y, al iniciarse la de Vietnam, recordaba perfectamente la pésima calidad de las Raciones-C para la tropa. Así que, en 1966, publicó el breve recetario “The Charlie Ration Cookbook” y animó a mandar botellitas de Tabasco envueltas con este recetario a los soldados norteamericanos desplazados a Vietnam por un dólar. Personalmente, prefiero otras salsas picantes pero me parece insustituible para preparar Bloody Marys.