IKER FIDALGO ALDAY
PANORAMIKA

Memoria

En muchas ocasiones hemos defendido que el arte debe ser afín a su propio tiempo. Una creación al margen de una sociedad y de un contexto es, sin duda, un espacio estéril e inconexo. Como público, debemos apelar a la responsabilidad de una cultura implicada, activadora de diferentes procesos y capaz de desafiar a su propio origen. Por su parte, el sistema del arte en cualquiera de sus frentes debe ser capaz de trasmitir el relato. Las propuestas expositivas de piezas de tiempos pasados podrán siempre ser leídas desde unos códigos actuales, aunque esto no quite la necesidad de entenderlas como parte de un momento propio. Por su parte, la historiografía, como encargada principal de gestionar el pasado del arte, necesita comenzar a dirigir su mirada hacia todos aquellos nombres que quedaron silenciados tras los discursos hegemónicos. En particular, hacia la presencia de mujeres que pasaron inadvertidas, detrás de seudónimos, apropiaciones y silencio. La revisión del pasado nos ayuda a enriquecer cualquier proyecto de futuro. La memoria no es ni debe ser estática, es un terreno de lucha desde el que seguir trabajando para crear nuevos enunciados.

La Casa Museo Víctor Hugo de Pasaia inauguró a principios de agosto la muestra “Jorge Oteiza: Dibujos, estampas, palabras (y esculturas)” que ya fue exhibida en el año 2000 en la localidad natal del artista. Jorge Oteiza (Orio 1980, Donostia 2003) es sin duda el artista vasco más relevante y su legado sigue tan presente como vivo. Referenciado constantemente por creadores de varias generaciones, el público general puede que lo ubique desde su trabajo escultórico más monumental. Sin embargo, su polifacética personalidad le llevó desde el dibujo hasta la escritura entre otros campos. Los procesos de bocetos y resolución de problemas espaciales previos a la construcción son los ingredientes principales que dan cuerpo a la propuesta que durará hasta el 29 de setiembre. Unos 70 dibujos y una docena de piezas escultóricas de pequeño formato son los elementos con los que nos encontraremos, precisamente cuando se cumplen 50 años de la colocación de los catorce apóstoles de la basílica de Arantzazu en Oñati.

Hasta el próximo 15 de setiembre, el Museo de Arte e Historia de Durango ofrece la exposición “Salvador Dalí, obra gráfica”. En una línea similar al proyecto de Pasaia, 33 piezas datadas entre finales de los 70 y principios de los 80 constituyen el grueso del contenido de la sala. Entre aguafuertes, tintas secas y litografías, podremos acercarnos a uno de los universos más icónicos del arte del siglo XX. Su excéntrica figura ha pasado a convertirse en imagen del surrealismo, a pesar de su enfrentamiento con André Breton, fundador del propio movimiento. Siempre entendido como un genio, en su último periodo acabó tocando de cerca espacios como la televisión, siendo incluso imagen de productos publicitarios. Sea como fuere, Salvador Dalí (Figueras 1904-1989) ha sido uno de los grandes artistas de la contemporaneidad y series como “los ciclos de la vida”, así lo demuestran.

Por último, recogemos el anuncio que hicimos en la Panoramika del pasado día 4 de agosto pues hasta el día 30 de setiembre y con motivo del centenario del nacimiento de Menchu Gal (Irún 1919-Donostia 2008), la biblioteca de Irun programa “Aguafuertes del norte”. El título responde a un libro del que fueron publicados 150 ejemplares y para los que la artista irundarra realizó doce grabados originales firmados y numerados. El ejemplar 148 es el que dota a la exposición de contenido.