IKER FIDALGO ALDAY
PANORAMIKA

Visual

La cultura visual se define por su desarrollo en base a lo que muchas teorías han tildado de “ocularcentrismo”. Como apuntaba Nicholas Mierzoeff, el hecho de ver trasciende ya el de la propia capacidad humana y se eleva a cuestiones como la visión microscópica, los rayos X o la captación de una imagen de una estrella a millones de años luz. La vista, como sentido más interpelado, se enfrenta a una cantidad de estímulos cuya interpretación requiere de una actividad incesante. Como telón de fondo, un contexto que posibilita y propicia una constante conexión con un mundo plagado de imágenes, la frecuente relación entre creación, distribución y consumo rápido nos hacen formar parte de un bucle instaurado en lo más profundo de nuestra vida diaria.

Muchas son las estrategias utilizadas en ámbitos como el publicitario, que se valen de la inmediatez de la recepción para conseguir un camino directo hacia nuestros estratos más emocionales e irracionales. La incidencia en lo emocional es una de las estrategias habituales para el control de nuestras reacciones. Si bien, la cultura textual alcanza también esos terrenos, el filtro crítico o la capacidad de decodificación está mucho más presente que con lo que percibimos en un golpe de vista. El arte contemporáneo, a pesar de ser uno de los terrenos en los que casi en cualquier situación se activan varios sentidos activan, es conocedor de estas estrategias y tiende, desde su propio espacio, caminos que le permitan suscitar determinadas reacciones en el público visitante. Disciplinas como la fotografía han sabido adaptarse a los requerimientos de una sociedad cada vez más necesitada del testimonio visual, movida por un afán de documentación de lo cotidiano que llega incluso a niveles de retransmisión en directo.

El colectivo Begihandi vuelve a gestionar este año una edición más del festival Getxophoto, comisariado por tercer y último año por Mónica Allende, quien ha diseñado el programa iniciado el pasado día 4 de setiembre bajo el título de “Post Homo Sapiens. Programando el futuro”. El concepto de transhumanismo aparece como espacio teórico desde el que se plantean diferentes reflexiones sobre el futuro de un mundo cada vez más hibridado con la cuestión tecnológica, su influencia en los cuerpos y en los modos de vida. Hasta el 29 de setiembre podremos disfrutar de un evento que tiene como columna vertebral las exposiciones fotográficas pero que se expande hacia varios formatos, como las charlas, talleres o visitas. Como cada año, una seña identificativa de Getxophoto es la utilización del espacio público como espacio expositivo, como una manera de buscar otras relaciones con el público y de interactuar con los elementos que conforman el paisaje urbano. Entramos, por tanto, en otros códigos diferentes a la visita en una sala, mediados por otras maneras de diálogo. Esta edición está marcada con la presencia del artista y activista Neil Harbisson (Londres, 1984), quien en el año 2004 se instaló una antena en el cerebro que le permite alterar totalmente su percepción y que pasa por ser la primera persona reconocida como cyborg por un gobierno. Más allá de lo curioso de su condición, estamos ante un artista de cuya obra subyace una investigación en torno a las capacidades de la unión del cuerpo humano con la tecnología y un activismo en torno a las posibilidades cyborg en nuestra sociedad.

El 22 de setiembre será el último día para acudir al Centro Cultural Montehermoso de Gasteiz y disfrutar de “Modelo eta praktika (disciplinar)” del artista guipuzcoano Iñaki Gracenea (Hondarribia, 1972). La última muestra, relativa a la convocatoria de proyectos becados el pasado 2018, habita el siempre imponente depósito de aguas del centro cultural. Desde una propuesta multidisciplinar, Gracenea nos presenta una reflexión sobre la arquitectura y las herramientas de control de los cuerpos a través de la historia de la arquitectura penitenciaria, una cuestión que nos permite adquirir herramientas analíticas para una reflexión sobre la construcción de las ciudades, los espacios de ocio o las oficinas, pues el diseño espacial, al igual que la imagen, nunca es inocente.