Teresa Moleres
SORBURUA

Llamativas y gigantes

La mayoría de las plantas para supervivir necesitan ser llamativas. Con pocos o muchos pétalos, siempre con el fin de exhibir sus atractivos reproductores, etaminas y pistilos. Cuando les parece que una flor es insuficiente, se agrupan formando espigas, corimbos o inflorescencias; siempre para atraer a sus ayudantes, los polinizadores.

En un medio árido donde hay pocos insectos y escasas lluvias, las plantas se ven obligadas a crear estrategias varias para reproducirse: las flores de los cactus, las espigas de los Eremurus de las estepas, las formas en cáliz de las amarilis, liliáceas y de otros bulbos que crecen en situaciones hostiles.

En un medio húmedo, caliente o templado, la extravagancia de algunas flores indica que se deben a la búsqueda de luz, como aros y calas. Pero no solo sus necesidades reproductivas hacen que algunas plantas tengan flores extravagantes, los horticultores han conseguido en sus viveros que unas simples dalias crezcan hasta dos metros de altura como, por ejemplo, la Dahlia Hemera, que exhiben en ferias para luego plantar estas gigantes en jardines y tiestos.

El Callistemon speciosus, o limpia botellas, que tiene unas espigas florales rojas de 5 centímetros de largo, es un arbusto grande al que le gusta el borde del mar. El Cardiocrinum giganteum teme el sol y el suelo calcáreo, cuando sus tallos florecen a los tres años de plantación ofrece los maravillosos e inigualables lirios del Himalaya.

El largo camino de adaptación de las plantas hace que algunas variedades mediterráneas o de otros continentes se endurezcan, hasta vivir en lugares alejados de su origen. La trepadora mejicana Mina lobata o plumas de indio sube por sus tutores para florecer durante todo el verano y admite cualquier suelo siempre al sol. La vipérine de Canarias, Echium wildpretii, se desarrolla en tres años con una floración espectacular de hasta 2 metros. Se resiembra ella misma y le gustan las zonas húmedas del litoral con suelos ácidos.

Los Phlomis mediterráneos tienen flores amarillas incrustadas en sus ramas de 50 centímetros de altura y es de follaje persistente con reflejos plateados. Rústica, combinada con lavanda romero y salvias, o como espécimen solitario, es apropiada para jardines secos y soleados.