Khaled Desouki | AFP
Megaproyectos en el cairo

Warraq, el barrio que no quiere ser Manhattan

Un día, los habitantes de Warraq, algunos de los cuales se habían asentado durante generaciones en este distrito de El Cairo, vieron a los funcionarios tomando las medidas de sus casas antes de llevar a cabo la demolición. Desde entonces, esta popular isla agrícola se ha rebelado contra un proyecto de desarrollo supervisado por el Ejército.

Fotografía: Khaled Desouki | AFP
Fotografía: Khaled Desouki | AFP

Las protestas en forma de manifestaciones o enfrentamientos y las detenciones comenzaron hace un mes «cuando las autoridades dieron cuatro días a los habitantes de las zonas reclamadas por el Gobierno para que se fueran», comenta a AFP uno de los residentes, de unos 50 años de edad, que desea permanecer en el anonimato.

En esta isla del norte de El Cairo, ubicada en un recodo del Nilo, unos cien mil egipcios viven en casas de ladrillos ocres entre campos verdes, acequias y ganado. Todos los días, por miles, van a trabajar en ferry a los demás distritos de El Cairo. Para el ministro de Vivienda Assem el-Gazzar, estos alojamientos son «antihigiénicos». Y los que contestan contra el plan y la usurpación de sus casas son «fuerzas del mal que se oponen sistemáticamente a los proyectos de desarrollo», afirma.

Ya en 2017, anteriores enfrentamientos entre vecinos y fuerzas de seguridad dejaron un muerto. Entonces, el Gobierno egipcio acusó a los residentes de haber construido «ilegalmente durante más de 15 años» casas en terrenos agrícolas. Esta afirmación parece ser falsa, según aseguró entonces el abogado Khaled Ali al compartir en Facebook títulos de propiedad e incluso el certificado de nacimiento de un residente nacido en la isla “hace 100 años”.

Dos años después, la justicia administrativa “resolvió” el asunto, justificando las expulsiones por «el interés público». Un autónomo del sector agrícola dice estar dispuesto a marcharse, pero no a cualquier precio. «Nos ofrecen 70 euros el m2, pero con eso no podemos comprar nada fuera de la isla», lamenta, aunque en la capital egipcia insisten en que la remodelación de Warraq puede dar buenos resultados.

Ya el expresidente Hosni Mubarak –derrocado en 2011 tras las multitudinarias protestas en las calles– quería transformar la mayor isla de la capital –seis km2– en un distrito de negocios. El actual presidente, Abdel Fattah el-Sissi, exmariscal, reactivó este plan y se lo encargó a ingenieros militares. «No es Manhattan, sino Warraq», alardeó el Gobierno cuando publicó los planes para la “Ciudad de Horus”, llamada así por el antiguo dios egipcio del sol, a fines de julio.

Resplandecientes rascacielos, helipuertos y puertos deportivos convivirán con espacios verdes por casi mil millones de euros. Los habitantes podrían encontrar allí su lugar, asegura otro vecino, de unos treinta años, que también se niega a dar su nombre.

Los residentes de una isla del Nilo en el norte de El Cairo vieron recientemente a funcionarios tomando las medidas de sus casas, un paso final antes de hacer cumplir las órdenes de demolición. Desde entonces, la gente de Warraq, algunos de los cuales han estado en la isla agrícola de clase trabajadora durante generaciones, se han opuesto a un megaproyecto de desarrollo que vería sus hogares arrasados y el carácter de la isla borrado.

«Solo queremos que queden 1,26 km2 para los habitantes, aunque sea detrás de un muro», suplica. Y si el Gobierno se niega, «no nos vamos», mantiene, asegurando que tiene todos los documentos que acreditan que está ocupando legalmente el local. «Nosotros pagamos nuestros impuestos, agua y electricidad, ¿por qué no podríamos beneficiarnos del desarrollo de nuestra isla?». Más allá de Warraq, otras islas temen correr la misma suerte, por ejemplo Dahab, situada más al sur. Este año, 17 de ellas, incluida Warraq, perdieron su estatus de reservas naturales tras ser entregadas al Ejército.

Pero oponerse a la remodelación de El Cairo puede salir caro: en 2019, el activista Ramy Kamel estuvo detenido durante más de dos años por «terrorismo», porque «denunció los desplazamientos forzados de cristianos, en particular en Warraq», afirma la historiadora Amy Fallas.

Medidas anti-pobres. «Si los barrios más acomodados no se salvan de esta política, los sectores informales desfavorecidos son los primeros objetivos», asegura el urbanista Ahmed Zaazaa. El Gobierno quiere «vaciar por completo el corazón de la capital de los pobres», asegura Fallas sobre un país donde dos tercios de los habitantes viven alrededor del umbral de la pobreza. Para el urbanista, el Estado busca «atender las necesidades de la nueva capital», que se construye a 50 kilómetros. Según él, «para que la mano de obra tenga acceso a él, (el Estado) construye viviendas sociales y ejes de transporte que modifican la geografía de El Cairo y destruyen los barrios históricos del centro» y su tejido social.

También en Warraq, los vecinos dicen temer encontrarse desarraigados y aislados en barrios donde habrá desaparecido la solidaridad entre vecinos que actualmente les permite sobrevivir. Desde que Sissi asumió el poder en 2013, Zaazaa ha estado recopilando informes oficiales, recortes de prensa e imágenes satelitales. Según él, alrededor de «15.000 edificios han sido demolidos en El Cairo», una cifra enorme porque «Beirut, por ejemplo, tiene 18.000 edificios».

En Warraq, «los no residentes no pueden entrar», explica el residente de 30 años. Y los expertos se limitan a consultar imágenes de satélite para ver el avance de la destrucción.