Sergei Gapon
Otros métodos de educación preescolar

Guarderías pro naturaleza y a prueba de frío

¿Se imaginan a niños y niñas vascos durmiendo la siesta al aire libre durante esos días invernales en los que el termómetro se desploma? En Escandinavia lo hacen. Sus escuelas y guarderías fomentan el contacto con la naturaleza sin preocuparse de los grados. También es verdad que las salidas a parques y jardines cercanos a los centros escolares de Euskal Herria ahora son más frecuentes aunque, en muchas ocasiones, condicionadas por eso que llamamos buen tiempo.

Fotografía: Jonathan Nackstrand | AFP
Fotografía: Jonathan Nackstrand | AFP

Sea cual sea la temperatura, los niños y niñas escandinavos pasan el día corriendo por el bosque o construyendo cabañas, y algunos incluso duermen la siesta al aire libre: en el norte de Europa, la escuela de los más pequeños suele hacerse al aire libre. En el bosque, sentadas sobre una lona colocada en el suelo nevado, Agnès y sus compañeros de clase, de cinco años, alinean palos de madera para una lección improvisada de matemáticas. «Usamos piezas de madera para mostrarles que se puede usar cualquier cosa de la naturaleza para aprender matemáticas», explica su maestra, Lisa Byström. Pero no solo utilizan palos...

Escena improbable en otros muchos lugares: los niños tallan las piezas de madera con grandes cuchillos, sin causar preocupación ni a ellos, ni a sus profesores, ni a sus progenitores. «En la escuela estarán sentados con una hoja de papel y un bolígrafo, pero aquí creemos que pueden hacerlo de una manera más divertida», asegura la responsable.

En Suecia, como en Dinamarca, la escuela no es obligatoria antes de los seis años y este método de educación preescolar es aclamado por los padres, encantados de que sus hijos estén aprendiendo a comprender y a querer la naturaleza. «Hoy en día, la tecnología está en casi todas partes, así que para mí es necesario adentrarme en la naturaleza para aprender a comportarme en ella y respetarla», afirma Andreas Pegado, uno de los trabajadores de la guardería y cuya hija acude al jardín de infancia.

Todos los días, los pequeños almuerzan alrededor de un fuego de leña instalado en pequeños bancos, a menos que la lluvia sea demasiado fuerte y los obligue a regresar. Los menores de dos años, además, duermen la siesta al aire libre en sacos de dormir instalados en un toldo, incluso cuando el termómetro está muy por debajo de cero.

«Tienen mucho aire fresco, duermen más y mejor», subraya Johanna Karlsson, la directora del centro “Ur&Skur”, que literalmente se traduce como “En cualquier clima”, sin asustarse por el ambiente y por un termómetro parado en 5°C.

Autobús al bosque. En la vecina Dinamarca, muchos jardines de infancia urbanos utilizan los conocidos como “autobuses forestales” que transportan las clases hasta el campo todas las mañanas. Así, cada día un grupo de la guardería Stenurten, uno de los 78 establecimientos que ofrecen estas excursiones diarias del medio millar que hay en Copenhague, sale del barrio de Nørrebro, en pleno centro de la ciudad, en un trayecto que dura unos treinta minutos.

Allí, junto a una pequeña casa donde pueden refugiarse, un gran terreno con vistas al bosque les permite funcionar libremente sin ningún costo, pero sobre todo variar su aprendizaje y desarrollar su autonomía. «Su curiosidad aquí toma un rumbo diferente», asegura Iben Øhrgaard, uno de los pedagogos.

Mono de esquí. Todo el mundo lleva traje de esquí, tanto niños como adultos. Hay un dicho nórdico que asegura que no existe el mal tiempo, únicamente la mala ropa. ¿Permanecer en el exterior todo el día, incluso cuando hace -10°C? Los profesionales son unánimes en este aspecto: los niños pequeños que pasan tiempo al aire libre se sienten mejor consigo mismos y enferman con menos frecuencia.

En la década de 1920, un médico islandés aconsejó a los bebés que durmieran al aire libre para fortalecer su sistema inmunológico, un hábito que desde entonces se ha extendido por todo el norte de Europa sin ser negado por la profesión médica. Un estudio británico publicado en 2018 en el “British Educational Research Journal” sugiere que enseñar al aire libre mejora las habilidades de colaboración, alentando a los niños a trabajar con otros, especialmente a través del juego.

En el exterior, «ellos mismos prueban diferentes soluciones», asegura Iben, lo que también permite limitar el número de conflictos. «Si trepan a un árbol demasiado alto, saben que los adultos están allí. Pero ellos mismos lo intentan un poco más. Y tienen este sentimiento plus de ‘soy yo quien puede más’. Y eso también da el coraje de ‘intentarlo una vez más’ antes de pedir ayuda», explica. Para los padres, los días al aire libre son un regalo. «Cuando vives en la ciudad, en Copenhague, que es una capital, no hay realmente naturaleza. Es un gran regalo para los niños», dice Line Folkhammar, madre de Georg, de 5 años. Es un bono impagable para los padres: «además llegan a casa cansados», sonríe una madre danesa.