A toro pasado

Mucha gente duda de sí misma. Todos, todas, dudamos en un momento dado. Y la duda a la que me refiero no es la duda razonable, en la que evaluamos si lo que estamos a punto de hacer -o hemos hecho ya- va a tener las consecuencias deseadas, sino a la duda que traspasa hasta dudar de sí. Ambas dudas parecen estar conectadas o, incluso para algunas personas, ser inextrañables; «si no estoy seguro del resultado que va a tener lo que he hecho entonces es que no puedo estar seguro de mí». Sin embargo, hay formas de separarlas, de preservar quién yo soy del resultado de las cosas que hago.
A menudo pensamos que éste depende de nuestra planificación, como si fuéramos capaces de ‘obligar’ al mundo a reaccionar de una manera predecible si lo pensamos suficientemente bien. Sin embargo, ni siquiera los científicos que piensan profundamente en sus experimentos antes de iniciarlos saben cuál será exactamente el resultado; y, a menudo, la investigación científica ofrece resultados diferentes a lo previsto -¡por eso se llama experimentación!-, y lo previsto ha estado muy bien pensado, por personas que se dedican en su mayoría justo a eso.
En la cotidianidad, la gente de a pie a veces corremos el riesgo de tomarnos demasiado en serio nuestros intentos, nuestras experimentaciones o tentativas, por no decir nuestras exploraciones. Cada cual por su propia historia, por los condicionantes de la cultura o del contexto social del momento, puede ir estrechando su propio camino y los resultados obtenidos en torno a sí mismo, a sí misma y sus capacidades, llegando a ignorar que el mundo (y las otras personas) tienen sus propias motivaciones, planes, limitaciones, haciendo que ese ‘resultado’ previsto mute en un abrir y cerrar de ojos.
Incluir ese imponderable de ‘los otros’ a nuestra evaluación, puede darnos una medida más realista de la capacidad que tenemos en determinadas situaciones. Y no se trata de cultivar la autocomplacencia, pero hay todo un recorrido entre la indulgencia y la comprensión para con uno mismo, para con una misma. No aumenta la efectividad una crítica interna pertinaz. Simplemente no es más efectiva.
De hecho, a veces, si nos paramos sosegadamente a hacer un balance calmado, puede que nos encontremos con una realidad interna incuestionable: hicimos lo que pudimos con lo que teníamos. En tal o cual situación, podríamos haber hecho algo distinto de haber tenido la información, la experiencia, la calma, el arrojo, etc. Pero hicimos lo que hicimos por una razón importante en aquel momento. Comprenderlo y apreciarlo, valorarnos el esfuerzo o la fragilidad en torno a lo que no sucedió como habríamos querido a toro pasado, nos flexibiliza; porque entonces, cambiar de opinión o de acción no dinamita nuestro ser. Desde ahí, simplemente podemos actuar distinto porque sabemos algo distinto, contamos con más recursos o nuevas fuerzas, simplemente es un nuevo intento de muchos que vendrán.

Por una actitud más saludable en Navidad
Navidades invertidas

«Ser los más salvajes tiene su belleza, y yo ahí me siento muy cómodo, porque es coherente con lo que pienso, digo y hago»

Mantala jantzi, ondarea gal ez dadin
