Nerea Lauzirika
Aktualitateko erredaktorea / Redactora de actualidad
Entrevue
Òscar Camps
Fundador y director de Open Arms

«Se ha buscado el enemigo de la patria, que es el migrante, y ahora quieren ir a por ellos»

La imagen del niño Aylan Kurdi muerto en una playa de Turquía en 2015 y su vocación de socorrista llevaron a Òscar Camps a formar un equipo con el que salvar vidas en las aguas del Mediterráneo. Hoy en día, Open Arms rescata migrantes en un mar que se asemeja cada vez más a un cementerio, enfrentándose a las trabas de la política migratoria europea.

(Aritz Loiola FOKU)

Es de Barcelona y ha atendido a 7K en Bilbo, pero tiene la cabeza en el mar Mediterráneo. Òscar Camps (1963), de paso en Euskal Herria para participar en un seminario sobre la guerra organizado por la productora audiovisual Mundo Cero, lleva diez años dedicado a la ONG Open Arms. Socorrista de profesión, quiso poner a disposición de las personas migrantes que se juegan la vida en el mar los medios de su empresa de servicios marítimos.

Open Arms lleva trabajando en el mar Mediterráneo desde 2015 y Camps asegura que la situación de emergencia no ha cambiado en absoluto, aunque sí lo han hecho las políticas migratorias de la Unión Europea, que torpedean cada vez más la labor de las ONG. Sobre los retos a los que se enfrentan a diario y sobre el coste personal que supone dedicar su vida a salvar la de otros, acerca de todo ello se pronuncia Camps en esta entrevista.

Creó Open Arms hace casi diez años. ¿En qué se diferencia la situación de 2015 de la de 2025? En el 2015, en plena guerra de Siria, la palabra que se oía y predominaba por encima de todas era «acoger». En los Ayuntamientos, en otras administraciones… Incluso, en la población civil, se propuso acoger. En diez años las llegadas no han aumentado considerablemente respecto a esa época, pero la palabra que más oímos es invasión, y el porcentaje de personas que llegan en patera respecto a los que llegan de manera irregular a España es muy bajo.

Creo que lo que hay detrás de todo esto es un discurso muy elaborado, hay una intervención política muy elaborada para generar una corriente de opinión en base a unos datos que son ficticios. El 3,4% de la población mundial migra desde la Segunda Guerra Mundial hasta la actualidad. Solamente ha habido picos en dos momentos muy concretos. El primero de ellos durante la Guerra de los Balcanes, cuando hubo un éxodo muy importante, y el otro en 2015 con la guerra de Siria. Evidentemente, no es la misma población mundial la de los años 60 y la de ahora, pero el porcentaje sigue siendo el mismo. Entonces, no estamos delante de ninguna situación atroz que nos vaya a absorber.

(Aritz Loiola | FOKU)

¿Cómo funciona Open Arms? ¿Cuál es su estructura? La base es el voluntariado. Evidentemente, hay tripulaciones en los barcos que tienen que ser contratadas, porque lo exige la Dirección General de la Marina Mercante, quien te obliga a que los barcos tengan que llevar una tripulación con la titulación adecuada, con unas inspecciones, con los convenios que afectan al sector… Tienes que respetar todo eso, pero esa tripulación que tienes que poner en el barco la complementas con el equipo de socorristas, con el equipo médico, con los cocineros, con psicólogos, intérpretes… Además, en nuestras misiones siempre viajan periodistas a bordo.

¿El auge de la extrema derecha y sus discursos de odio han causado que las donaciones con las que se financia Open Arms disminuyan? Afectó más la pandemia en su momento que este discurso, porque la gente que dona acostumbra a tener muy claros sus valores, sus principios y por qué lo hace; por lo tanto, no tenemos que convencerle de nada, sino que están absolutamente convencidos. Entonces, si dejan de donar sería por una recesión económica o por la dificultad económica en su propio entorno familiar, pero no por el discurso de la extrema derecha. Al contrario, la gente que se pone la sudadera de Open Arms con la que está cayendo ahora es gente que tiene las cosas muy claras y eso es lo que a nosotros nos carga las pilas.

¿Cuáles son los obstáculos o los retos a los que se enfrentan a la hora de llevar a cabo las misiones? Nuestro barco ha estado bloqueado en cinco países de la Unión Europea, así que es el barco más peligroso del mundo. Creo que no hay ningún barco, o al menos en toda Europa no existe, que haya tenido tantos bloqueos. Todos ellos han sido administrativos y todos sabemos que son los gobiernos quienes gestionan las administraciones, por lo tanto, cualquier gobierno que te considere hostil o non grato va a utilizar su mecanismo y su maquinaria administrativa para bloquearte, retenerte y dificultar tu trabajo; e Italia más que nadie. En este caso porque es en Italia donde desembarcamos a las personas rescatadas, así que Italia siempre ha utilizado su maquinaria administrativa para entorpecer el trabajo de las ONG.

Nos consideran hostiles porque denunciamos, precisamente, lo que está pasando. Denunciamos esos acuerdos que son completamente ilícitos entre Italia y unas milicias que se mal consideran guardacostas, cuando son milicias. Concretamente, en el caso de Italia podemos decir que la gran problemática de ese país no es precisamente una ONG, sino la precariedad laboral, la privatización de la sanidad, la evasión fiscal y la mafia. Así que Italia tiene problemas verdaderamente serios, pero para el ministro de Interior es mucho más fácil meterse con los más vulnerables y con las ONG que con la mafia.

(Aritz Loiola | FOKU)

Eso es lo que ocurre, que hay que crear un problema. Ya lo hizo Hitler, primero creó al enemigo, que en su caso fueron los judíos, y luego fue a por ellos. Ahora pasa exactamente lo mismo, se ha buscado el enemigo de la patria, que es el migrante, y ahora quieren ir a por ellos.

En estos diez años en los que lleva trabajando Open Arms, ¿ha cambiado la situación en el Mediterráneo? La situación es la misma, el flujo migratorio no se detiene porque es ancestral y llevamos 150.000 años desplazándonos por este planeta. Evidentemente, aunque las milicias libias intervengan en aguas internacionales y en muchos casos se devuelva a los migrantes al punto de salida, algunos llegan y muchos mueren. Eso es lo que no ha cambiado.

La presión sobre las ONG de la propia Unión Europea sí que ha cambiado, ha dado un giro hacia la derecha bastante importante. Ahora acaricia más el discurso actual de extrema derecha que el discurso de la protección y del amparo. Así que la Unión Europea sigue sin rescatar, con esa inacción deliberada, sin poner barcos de rescate en el mar; sigue con la externalización de fronteras, sigue financiando a terceros países. Mientras eso ocurra, estaremos sometidos a la extorsión de esos países cada vez que quieran renegociar las condiciones.

¿Qué supone, en el día a día de su actividad, que haya una política migratoria como la actual? A nosotros toda esta dificultad nos obliga a emprender acciones por la vía legal y denunciar a capitanes de barcos militares, a la Guardia Costera, a ministros… En definitiva, denunciar a cualquiera que vulnere los derechos humanos y viole la Ley Marítima Internacional. Eso significa una inversión en abogados.

Si ya son pocos los recursos que tiene una ONG para dedicarse a proteger la vida en el mar, encima los tenemos que compartir con abogados, porque emprender vías legales es caro. Y lo es, sobre todo, contra un Estado que puede alargarte ese proceso judicial como el juicio de Salvini, que ha durado tres años.

(Aritz Loiola | FOKU)

¿Existe un perfil de la persona migrante? Normalmente es lo mejor de cada familia. Más concretamente, es lo mejor de cada familia pudiente, porque financiar ese viaje es carísimo. No es lo mismo un latino que puede pagarse un billete de avión y venir en un avión, porque tiene un visado de turista y luego se queda aquí irregular, que venir en patera.

Lo que viene es lo mejor de cada familia que tiene los recursos para emprender ese viaje, porque es mucho dinero. Estamos hablando de 6.000, 7.000 u 8.000 euros, y para una familia africana eso es una fortuna, es vender todas las propiedades.

El que viene de un país africano no tiene visado, no puede comprarse un billete. Europa y su ley obligan a que, si vas a pedir asilo o refugio, lo tienes que hacer cuando llegues a Europa. Pero, si Europa no te da un visado para que tú puedas comprar un billete de avión, ¿cómo llegas a Europa? Te está empujando a que vayas de forma irregular, te empuja a los brazos del crimen organizado, a que seas vulnerable y a que puedas morir en el mar abandonado, porque te van a meter en cualquier tipo de barca de mierda y te van a tirar en cualquier sitio. Hay que tener en cuenta que el que te cobra no cobra un plus si llegas, le da igual que te quedes por el camino.

Es completamente aberrante que tengas ese derecho en Europa y que para acceder a él tengas que entregarte a mafias y poner tu vida en peligro de esta manera.

¿Viajan más menores solos actualmente? Lo que pasa es que el continente africano tiene 1.219 millones de habitantes y la media de edad del continente es de 18 años. Con esos datos, ¿qué queremos que venga? Si a esa edad no te buscas la vida, no vas a llegar a los 40.

Si seguimos expoliando y seguimos utilizando como zona de combate África… De los 56 conflictos armados que hay en el mundo, dos terceras partes están en el continente africano. Si estás viviendo en un país que está en conflicto por intereses geopolíticos y estratégicos, en el que si no te secuestra un bando te secuestra el otro, si no quieres combatir, tienes que huir.

¿En qué estado físico y psicológico se encuentran a las personas que rescatan? Es la última parte del viaje, así que imagínate. La mayoría de ellos han estado cruzando fronteras entregándose a bandas criminales y a milicias, porque no pueden tener visado. Al no poder cruzar una frontera de forma normal, tienen que ir por el desierto, por la montaña, por el mar o por donde puedan. Eso significa caer en manos de gente muy peligrosa.

Sufren mucha violencia y robos pero, si además eres mujer, tienes que sufrir agresiones sexuales continuamente. Ellas ya saben qué les va a ocurrir y, de hecho, muchas ya toman anticonceptivos porque no quieren quedarse embarazadas en una violación.

(Aritz Loiola | FOKU)

A veces, tienes la suerte de que una de estas personas te cuente su periplo, pero normalmente las mujeres no hablan, están muy traumatizadas y en un estado de estrés postraumático muy grave, sobre todo las madres con niños pequeños. En ocasiones, vienen muchas mujeres con bebés y la gente se cree que vienen para obtener la nacionalidad al parir aquí, pero ese bebé es fruto de una violación por el camino, porque ese viaje tardan años en hacerlo. África es bastante más grande que Europa: para llegar de Costa de Marfil o de República Centroafricana tienes que cruzar unos cuantos países, un gran trozo andando.

Es por eso que llegan en una situación muy lamentable, todas ellas necesitan asistencia médica y psicológica, todas, porque han sufrido abusos, han sufrido violaciones, han sido sometidas a esclavitud y malos tratos, han padecido enfermedades infecciosas…

Cuando llegan a Europa después de ese viaje, ¿qué es lo que encuentran? Llegan a España, Grecia o Italia, que es la frontera sur europea, y allí se encuentran con las leyes europeas. La política migratoria europea obliga a las personas a solicitar asilo, refugio o asistencia en el país al que llegan y no pueden moverse de ahí. Pero ninguna de esas personas quiere quedarse en España, en Grecia o en Italia, porque ni siquiera hablan los idiomas.

Lo que quieren es seguir su viaje, pero las leyes europeas no lo permiten, por lo tanto, España, Grecia e Italia reciben un donativo de la Unión Europea para quedarse con esas personas. Lo hace para compensar la insolidaridad europea, porque el norte no quiere asumirlos, por lo tanto, prefiere pagarnos. Así, ahora mismo hay 5.000 menores en Canarias.

¿A qué llega y a qué no una organización como Open Arms? Nosotros somos 23 personas, somos muy pocos y con muy poco presupuesto. Hemos sabido utilizar las redes sociales y el llevar periodistas a bordo en todas las misiones ha hecho que se difunda mucho nuestro trabajo. Aun así, somos muy pocos.

Tenemos un proyecto en Senegal que se llama “Origen”, con el que intentamos sensibilizar a la población joven de los barrios más deprimidos de que no se suban a una patera, que dejen los cayucos. Tratamos de que inviertan en formación y que pidan una beca para venir a Europa a estudiar, en condiciones de regularidad, no de forma irregular. Con ese proyecto traemos a referentes y a muchos jóvenes que son “influencers”, de alguna manera, en su ciudad, y los llevamos a Barcelona para que vean el Raval, para que vean en qué condiciones viven sus paisanos que han llegado de forma irregular. Porque están en la calle, están sometidos a delincuencia, a la droga, a la detención policial… También ven algunos centros de detención, comparten piso con nuestros voluntarios y ven que, aun siendo de aquí, hablando el idioma, teniendo apoyo familiar y formación universitaria, tienen que compartir vivienda.

Cuando ven todas esas dificultades, ellos mismos se hacen una idea de lo que es llegar a Europa de manera irregular. Entonces, el dorado que tenían en su cabeza desaparece solo. Pero tienen que ser ellos mismos los que difundan el mensaje, no que un blanco vaya al país de los negros a decirles, “no vengáis porque no os van a tratar bien”.

Usted viene del mundo del socorrismo, ¿qué le llevó a hacer un cambio tan drástico en su vida? Yo sigo teniendo mi empresa, llevaba 15 años en aquel momento y tenía 50 años cuando tomé la decisión. Me comía un montón de problemas típicos de países desarrollados: picaduras de medusa, niños perdidos… Pero, claro, si tú eres socorrista y ves que en tus playas no muere nadie, pero que están muriendo allí y tú tienes recursos, tienes todo y dices, bueno, si es mi vocación, ¿por qué no ir allí?

En septiembre acaba la temporada de playas en España y todo ese material va a una nave y se guarda hasta mayo del año siguiente. La imagen de Aylan muerto en una playa fue en septiembre y fue lo que hizo que nos decidiéramos. Primero fui por mi cuenta y luego vi que se podía ayudar, y empezamos a trabajar y a organizarnos. Pero es desde esa necesidad donde ves que haces falta, y no es que quieras estar, sino que no te puedes ir.

(Aritz Loiola | FOKU)

Es una labor que hace que se encuentre con barbaridades a diario, ¿cómo se gestiona la vuelta a la normalidad de cada uno? Como puedes. Tenemos asistencia psicológica, pero el postraumático cada uno se lo come con patatas. Es la consecuencia de este tipo de trabajos, y no solo lo sufrimos nosotros, sino muchos tipos de profesionales. A mí me afecta, en ocasiones, con los gritos. Si oigo a un niño gritar en un centro comercial o un avión, en los primeros dos segundos se me pasan mil imágenes por la cabeza. Luego ya asumes que es una consecuencia de lo que has vivido.

No es lo mismo ver un muerto que ver un niño muerto, que ver morir a un niño que se ahoga. Se tarda mucho en morir, no te mueres en un minuto. Ver cómo se hunde un bebé y le salen burbujitas de la nariz mientras se van hundiendo y no puedes llegar a donde está él, eso no se te olvida en la vida. Esa imagen está grabada a fuego en tu cerebro, es como una foto que ves en cualquier momento.

Entre tantas, ¿hay personas o situaciones que recuerda por encima de las demás? Sí, claro. No recuerdas a los que has salvado, recuerdas a los que no has podido salvar, esos no se te olvidan nunca porque los has tenido muy cerca. Pero, normalmente, de los que has salvado ni te acuerdas.

Aun así, hay excepciones. Me acuerdo mucho de Miracle, un bebé que nació en una patera media hora antes de que los encontráramos. Cuando llegamos estaba aún con el cordón umbilical, rescatamos a toda la patera y a la madre. Entró en paro por asfixia, reanimamos al bebé durante 45 minutos y respiró. La madre le puso Miracle, era una niña. Hace mucho de eso, unos nueve años y, cuando cumplió cuatro años, nos llegó una foto.

Era una personita que iba a morir y no murió. Te preguntas qué será de su vida y tienes la curiosidad de saber pero, claro, intentas desapegarte.

En un trabajo con un coste personal tan alto, ¿qué es lo que hace que puedan seguir? Cuando veo a un chaval joven o un adolescente que lleva la sudadera de Open Arms por la calle, pienso en la responsabilidad que tenemos. Hay mucha gente que confía en nosotros, sobre todo gente joven, eso es lo que nos carga las pilas porque si no, es como para dejarlo todo, irte a vivir al campo y olvidarte.

Yo no tengo ninguna necesidad de pasar por esto, sigo cobrando mi sueldo de mi empresa, que la gestiona un equipo que dejé allí hace 10 años, desde entonces no pongo un pie en la empresa. Esto es algo que pagas con la salud. Tengo 62 años y ahora estoy empezando a tener achaques que deberían aparecer a los 70.

Es una responsabilidad que nosotros sentimos y que como sociedad creo que deberíamos pedirle a la clase política. Como ciudadanos tenemos que exigir, somos nosotros quienes tenemos el poder y los políticos están para hacer aquello para lo que les hemos votado, no al revés. A veces se nos olvida exigirles lo que tienen que hacer y yo creo que es una responsabilidad de la ciudadanía exigir a nuestros políticos que, como mínimo, se respeten los convenios internacionales que hemos suscrito como país y como Unión Europea.