Mikel Ziaurritz
GRULLAS

V de grulla

En pocas semanas, las formaciones en V de las grullas volverán a poblar los cielos, mientras se oye su estruendoso y característico canto. Es el momento de que este ave regrese al norte después de pasar el invierno en climas más templados y donde ha comenzado el cortejo. De esta manera finalizará el recorrido de más de 8.000 kilómetros que en cinco meses cubre la zancuda más viajera.

Dos grullas se miran y empiezan a moverse. Incluso parecen enzarzarse en una especie de combate, pero no se trata de una lucha, sino del baile nupcial. Despliegan las alas y suben y bajan rítmicamente la cabeza, mientras de vez en cuando dan saltos enfrentadas a otro ejemplar. En un momento dado, recogen las alas, estiran su alargado cuello y lanzan unos potentes graznidos que pueden escucharse a varios kilómetros de distancia.

Este peculiar cortejo, conocido como el baile o la danza de las grullas, puede durar horas o incluso prolongarse durante días, y tiene una gran importancia, ya que aquellas que terminen este rito emparejadas se mantienen juntas por muchos años e incluso fieles de por vida.

En realidad, este curioso baile nupcial no ha hecho más que comenzar entre las grullas y en muchos casos continuará una vez que hayan regresado a su lugar de origen, ya que en unas pocas semanas, según se aproxima la primavera, las grullas que se han trasladado a la península Ibérica para pasar el invierno, volverán a las tierras del norte de Europa de donde proceden.

Así que el cielo no tardará en volver a poblarse de bandadas con forma de V en las que se agrupan estas aves zancudas para realizar sus largos desplazamientos, de tal manera que cuando regresen a Suecia, Noruega, Finlandia, Polonia, Letonia, Alemania o Rusia, habrán recorrido más de 8.000 kilómetros en el plazo de cinco meses aproximadamente.

Las grullas son capaces de cubrir un viaje tan largo gracias a sus fuertes alas, que pueden alcanzar los dos metros de largura. Otras características propias de este ave, de unos 70 cm de altura, son su largo cuello, su cuerpo gris, pardo en el dorso, su cara y garganta negras, además de sus patas gruesas y oscuras. Aunque una de sus señas de identidad más famosas es el «Kruu, kruu» de su canto, que se oye especialmente cuando sobrevuelan los cielos y se encuentran en época de cría. En su comida cabe cualquier alimento, ya que la grulla es un ave omnívora y consume raíces, larvas de insectos, vegetales, semillas, frutos, peces e incluso anfibios.

Un ave muy apreciada. Su estilizada silueta está asociada a diversos conceptos, como la paz, la fidelidad, la buena fortuna o el poder, ya que existen mitos y leyendas relativos a este ave en cualquiera de los cinco continentes en los que anida. Por ejemplo, en la cultura europea, la grulla está vinculada a Apolo, dios griego y romano del sol, y su danza era una expresión de la alegría y la celebración de la vida. Junto con el fénix, es el pájaro más poderoso, el que mejor representa la buena fortuna, además de estar considerado como el más antiguo de la Tierra.

Sin embargo, donde más se ha valorado a la grulla es en la cultura japonesa, donde está considerada como ave de buen augurio, de la felicidad y, después de la Segunda Guerra Mundial, como símbolo de la paz y la esperanza. Incluso existe la leyenda de que si se es capaz de hacer mil grullas de papel siguiendo la técnica del origami, se verá cumplido el deseo más preciado. Otra historia también situada en el Lejano Oriente señala que un discípulo de Confucio salvó a una grulla de la muerte y el ave volvió más tarde a visitarle llevando una perla en su pico en señal de agradecimiento.

Por estos lares, su imagen está asociada a las estaciones. Cuando viajan hacia el sur, las grullas indican la próxima llegada del invierno, ya que se dirigen hacia lugares más templados en los que pasar la estación fría, mientras que cuando vuelan hacia el norte, su fuerte canto está anunciando la primavera.

Ahora se aproxima el momento de que miles de ejemplares regresen a los lugares donde terminará el cortejo y llegará la época de la cría. La parejas ya conformadas suelen buscar un espacio tranquilo donde preparar el nido. Para ello, escogen un sitio entre las plantas próximas a la orilla del estanque donde habitan. La hembra se encarga de acondicionar ese lugar con un enorme montón de tallos y hojas. A continuación, pondrá dos huevos entre los meses de mayo y julio, y cuya incubación se prolongará durante un mes. El padre se encargará del cuidado del primer polluelo que nazca, mientras que del segundo, que suele venir al mundo a los dos días, se ocupa la madre. Los polluelos se suelen desarrollar con gran rapidez, de tal manera que en tan solo dos meses, ya están en condiciones de volar.

Ese rápido aprendizaje les resulta imprescindible, ya que entre la última semana de octubre y la primera de noviembre, les llega el momento de abandonar el norte de Europa. Se calcula que unos 150.000 ejemplares se desplazan hacia el sur. En su ruta pasan por la laguna de Gallocanta, en Aragón, y desde este punto, entre el 30 y el 40% termina asentándose en las dehesas extremeñas, mientras que el resto se reparte entre Las Tablas de Daimiel y Cabañeros (Castilla La Mancha), La Janda (Cádiz) y el Parque Nacional de Souss Massa, ya en tierras marroquíes.

Su presencia convierte a esos lugares en foco de especial atención para ornitólogos y cualquier persona que esté interesada en ver en vivo y en directo a esta especie, con sus espectaculares vuelos grupales al comenzar el día y al finalizar la jornada.

Para celebrar la presencia de esta zancuda durante el invierno, se organizan diversos certámenes, como el Festival de las Grullas de Gallocanta o el Festival de las Grullas de Extremadura, que tienen lugar cuando las aves recalan en esos lugares. Pero incluso se celebran fiestas para decirles adiós, como la Fiesta de Despedida de las Grullas, que tuvo lugar a comienzos de este mes de febrero en Gallocanta y que contó con actividades como la observación de las grullas en la laguna, exposiciones, charlas y actividades infantiles en las que este pájaro fue el protagonista.

Con la próxima marcha de estas inquilinas estacionales, la tranquilidad regresará a los humedales del sur de Europa, hasta que, tras el paso de la estación seca, de nuevo varias uves enormes en movimiento cubran el cielo para anunciar que el invierno está a la vuelta de la esquina.