Sergi Camara
sirios, EL LARGO CAMINO HACIA EUROPA

El largo camino de los sirios hacia Europa

Siempre es noticia cuando hay intentos de entrada por la valla de Melilla, pero no lo son las más de 3.800 personas procedentes de Siria que, huyendo de la guerra, han entrado en la ciudad desde 2014 por alguna de las puertas de la frontera, la mayoría ilegalmente. Ante la dificultad o peligrosidad de hacerlo por otras vías, como cruzar el Mediterráneo, muchos deciden utilizar esta ruta de entrada a Europa para no arriesgar sus vidas y las de sus familiares.

De las 3.800 personas procedentes de Siria que han entrado en Melilla desde 2014, solo unas mil han pedido asilo en la frontera; las otras, entraron pagando entre 500 y 1.500 euros por alquilar un pasaporte a alguien que se les pareciera y, de esa forma, poder pasar la frontera como si fueran de Marruecos. Aunque tienen derecho a entrar en el Estado español pidiendo protección internacional, en su calidad de refugiados de un país en guerra, algunos, por desconocimiento o por miedo a que se les aplique el convenio de Dublín, pasan clandestinamente.

El convenio dice que la petición de asilo político solo puede hacerse una vez y en un país de la Unión Europea. Pero la gran mayoría de los inmigrantes sirios no quiere quedarse en el Estado español; su objetivo es irse a países como Alemania e Inglaterra o al Estado francés, donde muchos tienen familia o hay comunidades sirias que les harán la llegada a Europa un poco más fácil.

Muchos de los que tienen medios económicos llegan a Argelia en vuelo desde Turquía; de ahí, van clandestinamente en coche hasta Marruecos, y en Nador contactan con las personas que les pueden proporcionar un pasaporte. Esperan el momento para pasar a Melilla. No obstante, en febrero de este año las entradas con demanda de asilo han superado las ilegales, según Acnur, que atiende desde hace un tiempo los casos de solicitud de asilo en frontera.

«Melilla, no es Europa». Los sirios representan ya el 70% de la población del CETI (Centros de Estancia Temporal de Inmigrantes). Muchas de las personas que han llegado últimamente proceden de la zona de Kobane. «Salimos de allí por la guerra, porque estaban llegando los del ISIS, a quien hablaba Kurdo le cortaban la cabeza, y tuvimos que huir, por la peligrosa situación allí», comenta una mujer siria, que prefiere mantener el anonimato por miedo y por seguridad.

La última llegada de gente ha hecho que se tengan que instalar tiendas de campaña del Ejército fuera del CETI, pues el interior está abarrotado: se encuentra al triple de su capacidad y en la actualidad conviven 1.700 personas de varias nacionalidades. «Imposible que Melilla sea Europa», dice una refugiada. «¿El CETI? No, no es Europa. Deseo volver a mi país. Hemos dejado a toda nuestra familia y pedimos a Dios que nos lleve a nuestra casa. La vida aquí es muy difícil, las familias estamos separadas, mi marido duerme en una tienda fuera, yo duermo con mi niño y estoy embarazada, duermo en una habitación con diez personas. No hay calefacción, ni agua caliente, siempre estamos enfermos».

Otras familias, con más poder adquisitivo, deciden alquilar habitaciones en hostales de la ciudad mientras esperan su salida. «Hemos pasado por Turquía, allí nos quedamos un par de días, conseguimos pasaportes falsos para salir con ellos (a 500 euros) hacia Argelia. Allí quedamos con un hombre que trabaja en el contrabando para que nos pasara a Marruecos. Después de un viaje en mitad de la noche –la situación era muy peligrosa–, llegamos a Marruecos. Llegamos a Oujda a la una y media de la madrugada y allí cogimos un coche a Nador. Todos los sirios han pagado a la gente que trabaja en el contrabando. Yo he pagado 1.500 euros para cruzar a Melilla, pensando que llegamos a Europa. Ya estamos en paz, pero por desgracia lo que encontramos en Melilla es gente en tiendas de campaña, durmiendo en la calle, una mala vida».

Dificultad tras dificultad. El tiempo que deben permanecer en Melilla hasta que les autoricen partir hacia sus destinos es otro de los grandes problemas que tienen que afrontar estos desplazados forzosos. Este tiempo de incertidumbre, muchas veces, es de varios meses, y durante el mismo lo único que pueden hacer es ver cómo pasan los días a la espera de que su nombre aparezca en la lista del CETI que anuncia la salida hacia la Península.

¿Salida? Es la palabra más comentada y esperada entre la población del CETI. Cada salida de gente hacia la península es celebrada por el resto; muchos les despiden con cantos. Al menos, algunos se van, y los que se quedan sueñan con que algún día, no muy lejano, les tocará a ellos.

Y por si todo lo anterior no fuera poco, hasta abril del año pasado muchas familias eran separadas de sus hijos hasta comprobar si realmente lo eran. Se les hacía una prueba de ADN y, según algunas organizaciones, ha habido más de cien casos en esta situación. Los resultados de la prueba se demoraban unos dos meses, con la consiguiente desesperación de los padres, que veían cómo sus hijos eran llevados a centros de acogida, donde permanecían hasta que se esclareciera la situación. No obstante, a raíz del cambio en el protocolo tras las presiones de familiares, ONGs y organizaciones humanitarias, la situación ha variado y los menores pueden permanecer con su familia en el CETI hasta que lleguen los resultados de las pruebas de ADN.

El sufrimiento de una guerra no acaba cuando se abandona el país. El camino hacia el lugar donde se espera encontrar la paz es largo y los obstáculos a superar, innumerables. Los refugiados que llegan a Melilla son testigos en primera persona.