Pello Guerra
Entrevue
Alejandro Cearreta

«Los seres humanos somos para el planeta una plaga que puede durar más o menos tiempo»

El ser humano está modificando la Tierra hasta tal extremo y con tanta velocidad, que algunos expertos de la comunidad científica ya hablan de que vivimos en una nueva época geológica: el Antropoceno. Uno de ellos es Alejandro Cearreta, profesor de Geología de la UPV-EHU, que forma parte del grupo internacional de científicos que el año que viene presentará un informe sobre el que se basarán las discusiones y votaciones que determinarán si realmente se acepta la oficialidad de esta época marcada por la intervención humana.

Con independencia de que la comunidad científica acepte o no oficialmente el Antropoceno, la idea que está detrás de ese concepto se manifiesta de múltiples maneras, como el cambio climático, la desaparición de especies, la subida del nivel del mar... Unas señales que nos están advirtiendo de que el planeta empieza a no ser capaz de sostener el ritmo de explotación que se le está exigiendo, lo que puede suponer la desaparición a futuro de la especie humana.

Exactamente, ¿qué es el Antropoceno?

Es una idea que se les ocurre a dos investigadores, Paul Crutzen y Eugene Stoermer, en el año 2000 en una reunión de un grupo de trabajo geológico-biológico en México. En una discusión hablando sobre el impacto humano en el planeta, Crutzen dice que ya no vivimos en el tiempo geológico en el que oficialmente nos encontramos, que es la época denominada Holoceno, sino que estaríamos en un nuevo tiempo. La historia cuenta que se quedó pensando qué nombre ponerle y dijo lo de Antropoceno. La gente se quedó sorprendida y a partir de ahí, empezó a escribir pequeños artículos desarrollando esa idea, que fue creciendo hasta ahora. La idea que está detrás del concepto es que los seres humanos nos hemos convertido en una fuerza geofísica de tal envergadura que estamos modificando nuestro planeta fuera de su variabilidad natural, en cuanto a la oscilación de determinadas sustancias químicas que componen la atmósfera, como el CO2, el metano o el vapor de agua, o la distribución de las especies en los distintos ecosistemas. Tenemos la capacidad de cambiar el planeta de un modo que no había sido transformado por fuerzas naturales hasta ahora. En definitiva, es el momento en el que damos el salto cualitativo que permite a nuestra especie ser capaz de modificar el planeta fuera de sus circunstancias naturales.

¿Qué importancia tiene definirlo?

Una ventaja del Antropoceno como concepto es que ofrece el marco conceptual en el que se engloban todos los procesos que se están produciendo, como el cambio climático, los procesos de contaminación, de desaparición de especies, de pérdida de biodiversidad... Porque todos coinciden en este marco temporal que sería el Antropoceno, que sería el tiempo en el que los humanos estamos transformando la Tierra y generando una serie de problemas a nuestra especie y al planeta. La Tierra tiene una historia larga y salpicada de cambios, así que para el planeta seremos una anécdota, pero nosotros nos jugamos nuestro futuro y la calidad de nuestra presencia en el planeta.

¿Cuándo habría comenzado esa época?

Existen varias teorías al respecto, entre seis y diez, pero tres son particularmente importantes, ya que tienen más sustancia a la hora de determinar cuál es el detonante del Antropoceno. La primera de ellas es la que defiende el concepto del Paleoantropoceno o Antropoceno antiguo, que está apoyada por la comunidad arqueológica y que viene a decir que con el inicio de la neolitización, del momento en el que comenzamos a talar bosques y domesticar animales y plantas, se empieza a producir una transformación de nuestro planeta. La segunda hipótesis es la original de Crutzen y Stoermer, y establece que comenzaría el Antropoceno con la Revolución industrial, con la invención de la máquina de vapor a inicios del siglo XIX. Y la hipótesis mayoritaria dentro del Grupo de Trabajo Internacional del Antropoceno, que se constituyó en 2009 para definir el Antropoceno de la forma más oficial posible, señala que comenzaría a mediados del siglo XX, después de la Segunda Guerra Mundial, con la Gran Aceleración, cuando se disparan los indicadores de la población humana y de sus consecuencias sobre el medio ambiente.

¿Cuál de esas tres hipótesis es la que tiene más posibilidades de ser la correcta?

Para que cualquiera de ella tenga una validez geológica, todo el planeta debería entrar simultáneamente en ese nuevo tiempo y ninguna de la dos primeras hipótesis cumpliría con ese requisito. Porque la domesticación de animales y plantas tuvo diferentes focos en todo el planeta y cada uno tuvo una edad diferente y pudo haber miles de años de diferencia entre unos lugares y otros. Y con la Revolución Industrial pasa algo similar, porque empezó en Gran Bretaña y a partir de ahí, se exportó y difundió por el planeta, pero incluso la gran industrialización que están experimentando hoy en día India o China es consecuencia de ese proceso que comenzó en 1800, así que no es sincrónico. En cambio, la Gran Aceleración sí que se produce de manera sincrónica, porque uno de sus principales indicadores son los isótopos radioactivos, que se generan artificialmente con las primeras pruebas atómicas en la atmósfera, fundamentalmente a partir de la primera detonación, la de la bomba Trinity en 1945 en el desierto de Álamo Gordo, en Nuevo México. A partir de ese momento, hay una serie de bombas atómicas, como la de Hiroshima, la de Nagasaki y luego otras que explotaron las superpotencias, que hicieron que esos isótopos que se liberaron en la atmósfera se difundieran por todo el planeta. Por ese motivo, los encontramos sobre la superficie terrestre en cualquier lugar del planeta. La primera vez que fueron detectables en los sedimentos fue en el año 1952 y la señal de mayor intensidad es de 1963. Así que se trata de un evento que tiene una difusión planetaria y que cumpliría con esa condición indispensable de que todo el planeta entra a la vez en este nuevo tiempo geológico.

¿De qué depende que se pueda hablar oficialmente de Antropoceno?

Desde el punto de vista cultural, el Antropoceno ya ha entrado en el imaginario colectivo, pero como unidad de tiempo geológico, tiene que ser aceptado por la comunidad geológica internacional, por un organismo que se llama Comisión Internacional de Estratigrafía, que es la que distribuye los tiempos geológicos en nuestro planeta. Esa comisión fue la que nos encargó a un grupo de personas en 2009 la constitución de un grupo de trabajo que debe emitir un informe al respecto y presentarlo en un congreso que se celebrará en 2016 en Sudáfrica. Ahí ofreceremos nuestros argumentos sobre la realidad del concepto del Antropoceno, sobre cuándo comenzaría y qué rango geológico tendría, si es una época, un periodo o una era geológica. Ese informe se discutirá después en distintas comisiones internacionales en todo el planeta y se celebrarán una serie de votaciones al cabo de un cierto tiempo para decidir si lo que se plantea es aceptable o no. Esas votaciones se pueden repetir, porque igual lo que se plantea no es aceptable ahora y sí dentro de diez años. Así que estamos en el primer estadio de esa discusión. La comunidad geológica es bastante conservadora en el sentido de que cambiar la tabla del tiempo geológico es algo muy gordo desde el punto de vista científico y tiene que hacerse después de mucha reflexión y discusión. Otros tiempos geológicos se han estado discutiendo durante 15 o 20 años. Es algo lento.

¿Qué características tendría?

En el grupo de trabajo consideramos que debería tener el rango de época, que es inferior al de periodo. Así que estaríamos en el periodo Cuaternario, que responde a los últimos 2,6 millones de años, y dentro de él, hay dos épocas reconocidas oficialmente, que son el Pleistoceno, que llega desde los 2,6 millones hasta los 11.700 años, y desde ese momento hasta la actualidad, estaríamos en otra época, el Holoceno. Lo que viene a decir el Grupo de Trabajo del Antropoceno es que el Holoceno habría terminado en 1945 con la detonación de la primera bomba atómica o en 1952, cuando se empiezan a observar en los sedimentos los isótopos radiactivos artificiales producidos por las explosiones atómicas. Cualquiera de esas dos fechas daría comienzo al Antropoceno. Y para definirlo, nos tenemos que basar en indicadores, como son los isótopos radiactivos, porque en cualquier sitio del planeta, en elevada altitud, a nivel del mar e incluso debajo del mar, vamos a encontrar evidencias de esos isótopos. Luego hay otros, como la acidificación de los océanos, la desaparición de especies y que en este momento se mueve tres veces más sedimento por la maquinaria humana que todo el que transportan los ríos a los océanos, algo inaudito en la perspectiva geológica. También está la cuestión de que por primera vez en la historia, el 53% de la población humana vive en ciudades. Hay más humanos en ellas que fuera y con la característica de que esa parte de la población está interconectada con los móviles, los ordenadores..., con lo que cualquier moda, cualquier avance científico y tecnológico es conocido en todo el planeta prácticamente de forma instantánea. Eso también nos lleva a la era de la superglobalización, con un modo de vida muy similar, una dieta también bastante similar... Es un momento de homogeneización y simplificación del planeta desconocido hasta ahora.

¿El cambio climático sería una de las señales?

Es una de las consecuencias de lo que estamos haciendo. Estamos introduciendo en la atmósfera muy rápidamente cantidades increíbles de CO2, de metano o de vapor de agua, y cambiar la química de la atmósfera tiene una repercusión en el calentamiento global, en el cambio de los procesos atmosféricos, oceánicos... Y también en la migración de especies, que van siguiendo las condiciones óptimas de vida que necesitan.

Si se mantiene e incluso incrementa la velocidad de los cambios que el ser humano está provocando en el medio ambiente, ¿cómo podría llegar a ser el planeta dentro de cien o doscientos años?

Es difícil de prever, porque ni nuestros padres se imaginaban los avances técnicos y tecnológicos que tenemos en estos momentos. Y la velocidad de cambio en la sociedad y la tecnología está siendo exponencial, de tal manera que lo que antes se tardaba cinco años, ahora se tarda un año en cambiar.

¿Qué consecuencias puede tener en el planeta esta forma de proceder? ¿Lo está poniendo en riesgo?

Con una mentalidad geológica, el planeta no está en riesgo, sino nuestra especie, de ahí nuestra preocupación. A lo largo de sus 4.600 millones de años de historia, la Tierra ha pasado por muchas etapas de grandes eventos de transformación y se ha amoldado a cada nueva situación cambiando los animales, las plantas, la química de la atmósfera... El planeta está habituado a ese cambio. La cuestión es que somos los humanos los que nos estamos empezando a dar cuenta de que nos estamos jugando el futuro de nuestra especie. Si sube el nivel del mar, amenaza a nuestra industria, nuestras casas... Si cambia el clima, aparecen nuevas enfermedades, desaparecen especies... El confort, la calidad de vida de los humanos en el planeta y la capacidad para explotar materias primas se ven amenazados y eso es lo que nos preocupa. Para el planeta, los seres humanos somos simplemente una plaga que duraremos más o menos tiempo, y si desaparecemos, seguirá sin nosotros, con otros organismos.

Entonces, ¿puede llegar un momento en el que tendremos que cambiar nuestros hábitos de vida para sobrevivir?

Yo creo que sí. Todos somos conscientes de los límites del planeta y lo que es evidente es que no podemos continuar con la velocidad con la que estamos explotando y transformando el medio, porque no hay planeta físico que lo pueda aguantar. El problema es que intelectualmente, racionalmente, nos podemos dar cuenta de ello, pero modificar nuestros hábitos de vida conlleva unos cambios que son los que cuestan llevar adelante, porque amenazarían el status quo de las relaciones de poder y económicas que existen en este momento. Y los grandes poderes se van a resistir a esos cambios. Reconozco que a veces no tengo una visión muy optimista a largo plazo, porque nos hemos metido en un entramado tan complejo que va a ser difícil desmantelarlo.

En Euskal Herria, ¿existe algún lugar donde se aprecie de manera más evidente la huella del Antropoceno?

Uno de los lugares donde se puede ver particularmente lo que somos capaces de hacer los humanos en la transformación del entorno natural es la Ría de Bilbao. Era el mayor estuario del Cantábrico y lo convertimos en un mero canal artificial y en una cloaca para una comunidad de casi un millón de personas que hemos vivido, trabajado y llevado un desarrollo industrial a esa zona. Hoy en día, en la Ría de Bilbao no queda ni un solo centímetro natural ni de su propio cauce, que no era como lo conocemos en este momento. Nuestra capacidad de transformación es bestial y los sedimentos que todavía están en el fondo de la Ría y no han sido dragados en los últimos 175 años de industrialización, tienen toda esa huella de transformación química, física y biológica que hemos provocado en ese entorno. En Gipuzkoa, el equivalente sería Pasajes.

¿Otra de las huellas del Antropoceno puede ser que hayan aparecido medusas en la costa vasca porque está subiendo la temperatura del agua?

Para poder decirlo de modo contundente, necesitaríamos una serie de datos históricos que permitan observar esa tendencia a lo largo del tiempo. Es decir, que un año aparezcan medusas en nuestras costas puede deberse a que ese año las aguas están especialmente cálidas, así que necesitamos series temporales que nos muestren si efectivamente ese proceso se está produciendo a lo largo del tiempo.

¿La subida del nivel del mar en la costa vasca podría ser otro indicador del Antropoceno?

En el registro de los mareógrafos, como en el geológico en las marismas, observamos que en los últimos cien años, el nivel del mar ha subido como media dos milímetros al año, una velocidad muy superior a la del aumento del nivel del mar en los últimos 7.000 años. Está cambiando esa velocidad y todas las infraestructuras, los ecosistemas, las casas, las ciudades... todo lo que se encuentre en la costa, en mayor o menos medida, va a verse amenazado por ese ascenso del nivel del mar, que puede ser dentro de cien años, de doscientos... Todo dependerá de la velocidad del proceso, de dónde se encuentre ese ecosistema, esa infraestructura y de cuál va a ser la respuesta de los océanos, porque lo que se ha visto en el registro paleoclimático es que la respuesta no es inmediata, es decir, no aumenta un grado la temperatura y sube el nivel del mar un centímetro. Lo que hace el sistema es acumular temperatura y llega un momento en el que se traspasa el umbral, se derrite parte del hielo que está en Groenlandia o en la Antártida, y empieza a subir el nivel del mar de modo más o menos acelerado. La respuesta no es inmediata y por eso hay tanta especulación sobre si esa respuesta del clima será a cincuenta, cien o doscientos años vista, porque dependiendo de qué parámetros se utilizan por parte de los equipos de investigación, el modelo que sale es en un sentido o en otro.

En cualquier caso, el riesgo está ahí y estamos hablando de que a futuro podría haber poblaciones vascas que quedarían bajo las aguas.

Creo que sí. Si nos fijamos en cómo es nuestro mapa de población, vemos que, a pesar de que la mayor parte de nuestra costa es acantilada y se defendería bien frente al aumento del nivel del mar, la mayor parte de los vascos no vivimos encima de los acantilados, sino en las zonas bajas, alrededor de los estuarios. Si vemos Donostia, Pasajes, Bilbao, Muskiz, Gernika, Irun, Hondarribia..., comprobamos que la mayor parte de las poblaciones que están en la costa se encuentran alrededor de los estuarios, en las zonas bajas y, por lo tanto, van a experimentar las consecuencias del ascenso del nivel del mar.

¿Cómo se puede evitar algo así?, ¿qué se puede hacer?

Lo que ocurre es que los impactos del cambio climático son globales. Cuando se trabaja en cambio climático, se distingue entre la mitigación y la adaptación. La mitigación es dejar de introducir tanto CO2, metano o vapor de agua en la atmósfera, y eso tiene que ver con los procesos industriales a nivel planetario, porque nosotros podemos tener más o menos industria, pero si en otros sitios del planeta introducen grandes cantidades de esas sustancias, las consecuencias las sufrimos todos. Por ese motivo, las medidas de mitigación tienen que ser globales y basarse en acuerdos internacionales como el de Kyoto u otros que puedan venir en el futuro. En cambio, las medidas de adaptación tienen que ser locales, porque, por ejemplo, cada lugar de la costa tiene características diferentes y puede ser acantilada, a ras del nivel del mar, etcétera. Estas medidas tienen que ser locales para cada tramo de costa y en nuestro caso, dentro de una estructura administrativa, podría ser a nivel municipal. Dependiendo de cada municipio, las medidas pueden ser más extremas o menos. Pueden ser barreras artificiales de contención, como, por ejemplo, recrecer muros para contener la Ría e impedir que se inunde el Guggenheim. En otros sitios, como Urdaibai, donde tenemos marismas, se podrían regenerar antiguos campos de cultivo para que se vuelvan a regenerar las marismas y que estas sirvan de prevención frente a la ascensión del nivel del mar. Las medidas de adaptación tienen mucho que ver con las características de la costa y con lo que tenemos que defender ahí, si es una marisma, un museo, una casa, una industria, una carretera o un tren. Hay estructuras que se pueden quitar de su sitio y trasladarlas más hacia el interior y, en cambio, otras hay que defenderlas in situ.