Mikel ZUBIMENDI
OLIMPISMO

Una musulmana, negra y con hijab, muestra su sable al odio de Trump

Ibtijah Muhammad, sabletista del equipo olímpico de esgrima de EEUU, echa por tierra las falsas ideas sobre raza, género o religión

EEUU es un país contradictorio, atípico, paradójico y surrealista. Un país de excesos, de grandes desigualdades, con un afán imperial y de dominación insaciable y un sueño americano hoy hecho trizas. Capaz de lo peor y de lo mejor, ese país se encuentra inmerso en una carrera presidencial donde el aspirante y favorito republicano, Donald Trump, ha hecho del fanatismo antiislámico y la retórica inflamable un eje de su discurso. Ha llegado a proponer la prohibición total y completa de entrada de musulmanes en EEUU, dando a entender que ser musulmán equivale a ser antiamericano en medio de una atmósfera donde los sentimientos y los crímenes de odio se han triplicado desde las matanzas de París y de San Bernardino.

Frente a Trump y sus peligrosos excesos, EEUU tendrá por primera vez una atleta olímpica, afroamericana y musulmana, que participará en los Juegos de Río portando el hijab, un velo que cubre la cabeza y el pecho, que suelen usarlo las mujeres musulmanas desde la edad de la pubertad, en presencia de varones adultos que no sean de su familia inmediata, como forma de atuendo modesto. Ibtijah Muhammad, sabletista del equipo olímpico de esgrima, consciente del poder que tiene su presencia visual, ha contribuido a redefinir la conversación en torno a lo que significa ser musulmana en EEUU.

Contra el odio y la intolerancia

Muhammad está empeñada en no dejar que las concepciones erróneas sobre la raza, el género o la religión impidan a nadie conseguir sus objetivos, en saldar una deuda con otras minorías y la comunidad musulmana mediante el uso de su posición, hablando claro contra el odio y la intolerancia.

Esta musulmana negra de Maplewood, New Jersey, una de las mejores esgrimistas del mundo, siempre se ha negado a ser juzgada por lo que viste. Repite con insistencia que «el hijab es algo en lo que nunca he pensado realmente». Además de deportista, es empresaria de éxito, propietaria de una línea de moda con la marca del nombre de su abuela, Louella.

Ibtijah Muhammad nunca se ha acostumbrado a ser retenida e interrogada en los aeropuertos, a ser cuestionada por su procedencia, al «do you speak english?» de los agentes de inmigración pensando en que es una extranjera. Ahora olímpica por su país, y con voces que piden que sea la abanderada del equipo de EEUU en Río como forma de hacer frente a la deriva islamófoba de Trump, fue invitada a un encuentro privado con Obama cuando este hizo su primera visita como presidente a la Sociedad Islámica de Baltimore. En su discurso, además de mencionar a notables deportistas musulmanes como Muhammad Ali, Kareem Abdul-Jabbar o Hakeem Olajuwon, de recordar cómo los primeros presidentes de EEUU como Thomas Jefferson o John Adams tenían ejemplares del Corán en sus mesillas de noche, incidió en que «atacar a una fe es atacar a todas».

Y consciente de la fuerza simbólica y visual de la sabletista Muhammad, se dirigió a ella pidiéndole que «trajera el oro a casa». Esta, agradecida por el apoyo de Barack Obama, desde su experiencia como miembro de una minoría estigmatizada, lehabló de las preocupaciones de su comunidad, del peligro de la islamofobia y la retórica antimusulmana.

A veces las imágenes dicen más que las palabras. Imaginar a Muhammad como abanderada olímpica en Río, o en el podio, con su hijab y el himno sonando, es algo que, en los EEUU de hoy, sugiere mucho. Que sea animada entre gritos de «USA! USA!» es algo que revuelve las tripas a Trump y a los suyos.