Oihane Ruiz Menendez
Arquitecta urbanista
Eztabaida

Las DOT y la regeneración urbana

Hace un tiempo escuchamos al colega arquitecto urbanista Sebastià Jornet en Donostia, en el encuentro «Agora, Reinventando el modelo de planificación y acción urbana», organizadas por la Universidad, Colegio de arquitectos y Ayuntamiento, y subvencionadas por el Gobierno vasco y la Diputación. (http://www.agora.coavnss.org/#home)

Como en todo encuentro entre colegas analizamos proyectos, planes y trabajos. El arquitecto profesor del Departamento de Urbanismo y Ordenación del Territorio de la ETSAB, Sebastià Jornet, planteó un interesante encuadre de la evolución urbana de los últimos tres siglos. Describía el siglo XIX como el siglo de los ensanches, donde las ciudades se pensaron, dibujaron y construyeron desde un pensamiento racional e higienista. Luego vendría el recién acabado siglo XX, que ha sido, sin duda, el de la expansión urbana en el territorio; apareció la ciudad dispersa, los polígonos, centros comerciales e infraestructuras ocupando grandes superficies del territorio.

Jornet planteaba un horizonte claro para este siglo XXI, el «reciclaje urbano». Planteó que el urbanismo y la ordenación territorial del aquí/ahora, sobre todo deberá trabajar con lo «ya construido».

Esta tesis apela a la necesidad de revisar la ciudad existente, redensificar las zonas residenciales de baja densidad (en Barcelona más de 1 millón de personas vive en el disperso), rehabilitar zonas degradadas, conectar «barrios fantasmas» del siglo XX, generar «trama urbana» y redes de equipamientos, reestructurar la ciudad para moverse a pie o en bici, etc…

No son tiempos de expandir más lo urbano. Hace un año esto quedó claro. Pareciera que este lema para el siglo XXI que empezamos hace 15 años está claro para la profesión. Tanto es así, que tanto el Gobierno vasco (documento memoria de la revisión de las DOT, 2012), como la Diputación de Bizkaia (PTP Bilbao metropolitano, 2006), como muchos ayuntamientos, abogan en sus textos por la regeneración, reutilización y por que la ocupación de nuevos suelos sea el último recurso.

Las DOT forman parte de la legislación territorial de referencia a la hora de redactar los Planes Generales de Ordenación Urbana (PGOU). Y, de facto, la única cuestión vinculante de las DOT es la fórmula de cuantificación residencial, que marca cuantas «viviendas nuevas» tiene que incorporar cada PGOU.

En el contexto que señala Jornet, el Gobierno vasco aprueba definitivamente «las Directrices de Ordenación Territorial de la Comunidad Autónoma del País Vasco, en lo relativo a la cuantificación residencial» a principios de 2016. Para sorpresa de muchas urbanistas, esta modificación de las DOT establece un mínimo de viviendas nuevas a construir que todo PGOU debe incorporar. El Gobierno vasco apuesta por clasificar suelo sí o sí, por extender lo urbano en el territorio, sí o sí, seguir construyendo viviendas, sí o sí.

A principios de año, coincidiendo con la aprobación de la modificación de la fórmula se ha contratado un proceso participativo que será previo a la redacción del documento de Aprobación Inicial. Tal vez la pregunta es: ¿para qué debatimos en «un proceso inédito de construcción colectiva del uso de su territorio por parte de una Comunidad» (paisaje trasversal) meses después de modificar la única cuestión vinculante de las DOT sin ninguna posibilidad de participación de la «comunidad» en la misma?

Volviendo a la miga de la cuestión, mas allá de lo que haga o deshaga cada uno.

En el debate de Agora, en pleno debate de la cuestión de la fórmula de cuantificación, pregunté a Sebastià Jornet: «¿Es posible poner en marcha estrategias urbanas de regeneración, redensificación o ‘reciclaje’ y mantener el crecimiento urbano (seguir construyendo viviendas y barrios nuevos)?».

Explicando al colega catalán que la realidad del urbanismo vasco, aquí y ahora, es que desde el Gobierno vasco y la Diputación están exigiendo a los municipios que en las revisiones de los Planes Generales se «manchen» nuevos suelos residenciales. Todo esto independientemente de la vivienda vacía del pueblo, las necesidades de rehabilitación de muchas casas o caseríos viejos, o el deber de re-densificación en muchas zonas. La respuesta fue clara: «En urbanismo y ordenación del territorio deberíamos descartar los números, y más las fórmulas de aplicación generalizada. En Alemania o Francia no hay números o mínimos, hay cultura». Claro como el cristal, el agua o los primeros días de sol en primavera.

En esta «Modificación de las Directrices de Ordenación Territorial del País Vasco en lo relativo a la cuantificación residencial», de enero de 2016, han «ganado», sin duda, las inercias urbanizadoras del pasado, ya que, a pesar de los auto-bombos de modernización, la fórmula que plantea es un paso atrás al siglo XX. Estos planteamientos son una clara zancadilla a cualquier debate para generar nuevos modelos sostenibles territorialmente, ya que nace viciado y condicionado por una formula que, sin duda, responde a un modelo obsoleto.

Señores y señoras urbanistas vascas, deberíamos hablar más de cultura urbanística, modelos urbanos y territoriales y dejar estas fórmulas de lado. Este empobrecimiento para la propuesta territorial que proyectamos con la fórmula de cuantificación, ¿donde nos coloca?

Espero que podamos hacer autocrítica, y pensar si la lógica de la gestión de la expansión urbana del siglo XX no ha ridiculizado la acción pública en materia urbanística. Las herramientas de gestión del pasado no valen para resolver los retos de hoy en día, los retos desde lo público o lo común.

No habrá regeneración urbana hasta que los responsables políticos y técnicos en materia urbanística abordemos un diagnóstico real de lo que nos dejó el siglo XX y establezcamos nuevas herramientas para el XXI. Y, para ello, hace falta más debate que genere más cultura.