Koldo LANDALUZE
CRÍTICA «La noche que mi madre mató a mi padre»

Crimen en el salón y frenesí en los pasillos

La nueva comedia firmada por la autora de películas como “A mi madre le gustan las mujeres” (2002) y “Semen, una historia de amor” (2005), sorprende gratamente en sus intenciones porque se aleja por completo de los cánones que parecen haberse instalado en el género de la comedia en el Estado español. Cuando todo parecía indicar que la dictadura de la taquilla podría invitar a que la cineasta se hubiera decantado por una enésima vuelta a los arquetipos de corte guiñolesco, Inés París se ha sacado de la manga una especie de retorno al pasado a la hora de escenificar un vodevil enraizado en las propuestas añejas de autores clásicos como Miguel Mihura y Jardiel Poncela. Todo ello cobra forma en una escenografía acorde a este tipo de proyectos de reminiscencias teatrales y en el que cada rincón del espacio adquiere una importancia fundamental. París se muestra como una notable cronometradora de secuencias y saca todo el rédito posible a una trama divertida, carente de pretensiones y que acierta de pleno en su desarrollo gracias a la complicidad por parte de un reparto coral que ha sabido entender a la perfección los entresijos de este subgénero que nació para ser consumido sin excesivas complicaciones. Los giros, sorpresas y situaciones derivadas de la comedia negra otorgan al conjunto ese desenfado necesario a la hora de poner en escena un crimen que no tardará en complicarse y que, para deleite del espectador, nunca parece ir por la vía adecuada de la lógica, lo cual provoca que las situaciones más catastróficas se transformen en las más divertidas. Tras un prólogo que acierta a componer los entresijos de sus intenciones, asistimos al frenesí que se instalará en una mansión que será compartida por seis personajes atrapados en una maraña de suspense y disparate calculado. De esta manera, y desde la vía en apariencia más sencilla, Inés París ha logrado un notable y saludable divertimento.