Agustín GOIKOETXEA

Interés mutuo por comerciar

Irán levanta mucho interés en todo el mundo, multitud de empresas están ávidas de exportar sus productos a ese país de 80 millones de habitantes a medio camino entre Europa y Asia. Los mismos que le impusieron sanciones económicas por su programa nuclear, aspiran a ser ahora socios preferentes y en ello se afanan en mesas de negociación de alto nivel. No ha pasado aún mucho tiempo desde que la Policía española y la Guardia Civil promoviesen operaciones de amplia repercusión mediática contra empresas vascas que, buscando nuevos mercados y relaciones comerciales con las que tratar de capear la crisis, vendían simples válvulas.

A quienes están acostumbrados a teorías policiales más propias de los guiones de la saga de Torrente no les sorprendieron en demasía que se esgrimiese que los productos con los que se comerciaba eran la «clave» para activar la industria nuclear de los ayatolas. Un simple repaso a la hemeroteca tenía que sonrojar a quienes lo mismo que ahora hablan de «El Dorado persa» establecían un discurso que el tiempo ha dejado al desnudo. Las «víctimas» de esas actuaciones seguro que no olvidan fácilmente lo que sufrieron ellos y sus empresas.

Irán es, a juicio de los analistas, un mercado atractivo que necesita tecnología e inversiones, no solo en el sector de los hidrocarburos que concentra el 80% de las exportaciones sino también en la construcción de nuevas infraestructuras viarias, aeropuertos, puertos y ferrocarril. A pesar de que ocupa el quinto puesto en cuanto a reservas de gas y petróleo, el país asiático se sitúa en el 12º puesto en la producción mundial de energías renovables por sus instalaciones fotovoltaicas y termosolares.

Es una potencia a la que todo el mundo pretende acercarse, especialmente aquellos que promovieron las duras sanciones. Durante siglos, los comerciantes persas y europeos mantuvieron prósperas relaciones comerciales que ahora pretenden retomar por interés mutuo.