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París

«SÍNDROME», «CONTAGIO» O «CURA»: LA ECONOMÍA COMO SUPUESTA CIENCIA MÉDICA

Tememos a la «depresión», nos aconsejan una «dieta» y nos recetan una «cura de austeridad». En boca de los expertos y en la pluma de los periodistas, abundan las imágenes médicas al tratar asuntos de economía… incluso cuando la metáfora resulta engañosa.

Trastornos físicos o mentales, remedios homeopáticos o terapias de choque: «La analogía con el mundo médico es permanente», comenta a AFP Éloi Laurent, investigador del Observatorio Francés de Coyunturas Económicas (OFCE) y autor de “Nuestras mitologías económicas”. Es una forma de «aproximar un campo en apariencia esotérico a algo que todos conocemos, en este caso al cuerpo humano», subraya el profesor universitario, que incide en una «obsesión» especial en el discurso económico: «la obsesión por la ‘buena salud’, especialmente la de los bancos y los mercados».

Esta representación, ampliamente difundida por los medios de comunicación y los responsables políticos, hunde sus raíces en la historia del pensamiento económico, en particular del pensamiento fisiocrático, fundado por el economista y médico François Quesnay (1694-1774), autor del célebre “Tableau économique”.

«Para Quesnay, es posible representar la economía según el esquema de la circulación de la sangre», explica Bruno Théret, de la Universidad Paris-Dauphine. Así, la sangre representa a las «riquezas y bienes» y los organismos vitales son las «clases» sociales; cada una tiene «una función indispensable para la vida del conjunto».

En este esquema, disfunciones y desequilibrios del mercado son comparados con enfermedades. De esta forma, el léxico económico califica de «tóxicos» a los préstamos de alto riesgo, y denomina «síndrome holandés» al declive industrial provocado –en algunos países– por la abundancia de recursos naturales.

Para combatir estas debilidades y evitar el «contagio», los economistas proponen distintas soluciones. Por ejemplo: «curas de austeridad» (bajadas draconianas de las inversiones públicas) o, por el contrario, «inyecciones de liquidez» (emisión de moneda por el banco central). Con tantas expresiones que refuerzan el paralelismo entre la economía y la medicina, es lógico que esperemos, como indica Bruno Théret, resultados equivalentes: «corregir las imperfecciones de los sistemas sometidos a sus investigaciones» y «combatir los ataques de cuerpos extraños o las pérdidas internas».

«Los médicos y los economistas hacen frente a exigencias similares», asegura Pierre Cahuc, profesor de la Escuela Politécnica francesa y miembro del Consejo de Análisis Económico (CAE). «Son dos ciencias que tratan al ser humano y que convergen en sus objetivos», indica a AFP. Para la economía, habitualmente criticada por su incapacidad de prever las crisis, la comparación es ventajosa porque le da un barniz de seriedad, al mismo nivel que las «ciencias duras» (física, biología o química), con las que comparte el palmarés de los premios Nobel.

«Falta de modestia»

Pero esto de la metáfora médica está lejos de ser un asunto inocente. «Los economistas han solido soñar con imitar a las otras ciencias», recuerda Éloi Laurent, que invita a tomar distancia al enfrentarse a esa analogía: «Las metáforas tienen que ser cuestionadas porque, si no, pueden ser peligrosas».

¿Justificado paralelismo? ¿Comparación abusiva? En 2016, Pierre Cahuc relanzó el debate al acusar a una parte de sus colegas de «negacionismo» en un folleto elaborado junto al investigador André Zylberberg, compatriota especializado en el mercado de trabajo. El objetivo: defender la credibilidad de su disciplina en un contexto de creciente escepticismo. «En economía y en medicina, básicamente hay el mismo enfoque», mantiene Cahuc. «Durante los últimos 20 años, la economía se ha transformado profundamente. Al igual que la investigación médica, se ha convertido en una ciencia experimental, con protocolos muy estrictos», añade.

Este es un análisis contestado por muchos investigadores, entre ellos Éloi Laurent, que denuncia la «falta de modestia» de sus colegas. «Decir que la economía funciona como un cuerpo humano es hacer creer que es un sistema coherente, que tiene la capacidad de autorregularse. Pero sabemos muy bien que la economía necesita de los poderes públicos para funcionar, que no funciona sin el Estado», opina.

«En cuanto al paralelismo entre los economistas y los médicos, resulta engañoso. Porque, en realidad, los economistas no disponen de remedios perfectamente elaborados», añade el investigador… que admite que él prefiere otra metáfora para su oficio: la del fontanero, que fue propuesta por el premio Nobel de Economía estadounidense Robert Solow. Éste señaló que el fontanero «está ahí para hacer un diagnóstico y la consiguiente reparación, no para estimar cuándo fallará el dispositivo».