Desde 1995 el primer sábado de julio se celebra el día internacional de las cooperativas con el objeto de destacar su contribución a la solución de las cuestiones económicas, sociales y medioambientales que afectan a la sociedad actual. De la repercusión cuantitativa de las empresas cooperativas da cuenta el hecho de que emplean directa o indirectamente a más de 250 millones de personas en todo el mundo. En Euskal Herria son más de 75.000 las personas empleadas y su contribución a la riqueza ronda el 6 % del PIB.

Las cooperativas también tienen una gran importancia cualitativa. En un mundo en transformación, donde las desigualdades crecen constantemente, las sociedades se polarizan, y la pobreza y la marginación se expanden sin cesar, las cooperativas ofrecen un modelo que facilita a las personas la posibilidad de crear y distribuir la riqueza de una forma equitativa y democrática. El cooperativismo propone un modelo de actividad económica enfocada a satisfacer las necesidades de las personas, que se integra en el territorio y fomenta el desarrollo comunitario y el respeto al medio ambiente. Se trata, por lo tanto, de una pieza clave para impulsar la transformación social y de un instrumento básico para construir el socialismo del siglo XXI. Sin embargo, los principios y valores cooperativos que sustentan ese modelo –soberanía del trabajo, carácter instrumental del capital, solidaridad, transformación social...– han ido perdiendo fuerza por la presión de los discursos de corte gerencial sobre competitividad, innovación, mercados internacionales, etc. La subordinación de los valores del cooperativismo al logro de objetivos de mercado ha provocado muchas veces una pérdida de perspectiva que ha tenido nefastas consecuencias.

Este día internacional es un buen momento para repensar esos valores cooperativos que alimentan otro tipo de actividad económica, donde primen la democracia y los objetivos sociales. Es también una buena ocasión para reivindicar el carácter transformador del cooperativismo.