Koldo LANDALUZE
CRÍTICA «La seducción»

Las vírgenes sureñas

Sofia Coppola era consciente de la dificultad que conllevaba llevar a la gran pantalla una nueva versión de la novela de Thomas Cullinan que tenía como precedente ilustre la magistral versión que rodó Don Siegel en los 60. En aquella primera versión quedó de manifiesto el terror que se intuía entre los párrafos literarios a la hora de colocar al mismísimo Clint Eastwood en una tesitura angustiosa. En este nuevo retorno al colegio de señoritas sureñas, topamos nuevamente con los ecos de las balas de una Guerra de Secesión estadounidense de la cual pretende escabullirse un soldado cuyo nombre no importa porque quien realmente lleva todo el peso ya no es “El seductor” sino lo -o mejor dicho las- que habitan en las entrañas de un refugio construido sobre los cimientos de la moralidad encorsetada y las buenas maneras que de nada sirven en un mundo -en este caso el Sur- que está a punto de desaparecer. En este espacio casi anacrónico se desenvuelve a la perfección una Nicole Kidman que vuelve a sacar todo el provecho posible a su apariencia de porcelana y su sobrecogedora gelidez. Alrededor de ella orbita un grupo de mujeres cuyo mundo encriptado salta por los aires tras la irrupción del extraño. Es una lástima que lo que se intuye como una relectura cruenta y macabra variante de aquel “Adiós al macho” predicado por Marco Ferreri a finales de los setenta se quede a mitad de camino de unas intenciones creativas muy loables por parte de una cineasta que recurre a parte del discurso que ya nos descubrió en la sobresaliente “Las vírgenes suicidas” pero que no culmina con acierto.  Es una lástima que Colin Farrell no haya estado a la altura de un conjunto tan suculento como inquietante.